En Segovia residen cerca de 21.000 inmigrantes, y se estima que solo la mitad de éstos están regularizados. Los inmigrantes representan un 10% sobre la población total segoviana.

Según datos más recientes, son 214 millones de desplazados internacionalmente que sumados a los 740 millones internos, hacen un total de mil millones de migrantes en el mundo, según la Organización Internacional para las Migraciones.

España ha dejado de ser un país de salida para convertirse en un país receptor. La crisis se ha manifestado de forma muy importante, afectando a sectores directamente dónde se concentraban los trabajadores inmigrantes, como el sector servicios, construcción y hostelería. Como consecuencia, su mercado laboral se ha visto afectado, elevándose sus tasas de desempleo, lo que ha dificultado un mayor envío de remesas a sus países.

La Iglesia, según el mensaje de Benedicto XVI, reconoce a toda persona el derecho a emigrar, «en el doble aspecto de la posibilidad de salir del propio país y la posibilidad de entraren otro, en busca de mejores condiciones de vida. Al mismo tiempo, los Estados tienen el derecho de regular los flujos migratorios y defender sus fronteras, asegurando siempre el respeto debido a la dignidad de toda persona humana. Los inmigrantes, además, tienen el deber de integrarse en el país de acogida, respetando sus leyes y la identidad nacional».

Lo importante en este tema es conjugar la acogida que se debe a todos los seres humanos, especialmente si son necesitados, considerando las condiciones indispensables para una vida decorosa y pacífica, tanto para las personas que ya habitan allí como para los nuevos llegados.

Si antes necesitábamos mano de obra y el mensaje era «os necesitamos», en estos momentos la crisis determina que el mensaje sea otro: incentivar la salida de los inmigrantes, buscando transmitir a la ciudadanía la falsa imagen de que «nos estamos ocupando de la inmigración». Intentando que se vayan, convertimos la migración en el chivo expiatorio de nuestros problemas. Estas malas prácticas contribuyen a crear un ambiente de racismo y xenofobia. Cáritas Española, ante la actual situación, se ha visto obligada «a multiplicar por tres el número de intervenciones con inmigrantes en los últimos años, pasando de acompañar a 157.409 migrantes en 2007 a 319.614 en 2009, de los que un 60 % son mujeres».

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