pueblos segovianos encantadores en primavera

Aunque son muchos más, nos detenemos en cinco pueblos segovianos encantadores en primavera. Y no son de los más conocidos.

El Muyo

Tan solo tiene una veintena de habitantes y es, probablemente, el mejor ejemplo de los ‘pueblos negros’. Ubicado en la zona de Ayllón, el colorido negro de su entorno, calles y casas de pizarra, contrasta con los colores primaverales, haciendo de esta pequeñísima localidad segoviana un lugar mágico.

La iglesia de San Cornelio y San Cipriano es punto patrimonial de referencia patrimonial en El Muyo. La cruz procesional de la imagen de la cartelería de las Edades del Hombre 2003, celebrada en Segovia, procedía de ese templo.

Fuentidueña

La Villa de Fuentidueña está amurallada en sus lados norte, sur y oeste por una muralla edificada. No menos impresionante es la muralla natural que es un cortado sobre el río Duratón, en la zona sur. Como en otras ciudades, explica el Ayuntamiento, sus muros se «aprovecharon» para la construcción de edificios. Actualmente, se conservan tres puertas de acceso. Su construcción debe situarse entre los siglos XII Y XIII. La iglesia de San Miguel, el Palacio, la Capilla del Pilar o de los condes de Montijo, las Ruinas del Hospital de la Magdalena son algunos de los tesoros que encierra Fuentidueña.

Como curiosidad, la antigua iglesia de San Martín fue trasladada piedra a piedra a Estados Unidos. «Las piedras del ábside dispuestas en tres mil trescientos cajones, 370 toneladas, se trasladaron en camiones al puerto de Bilbao desde donde llegarían en barco a Nueva York y desde allí a su último destino: The Cloisters».

Sotosalbos

La historia de Sotosalbos se encuentra también «muy vinculada a Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, que por el siglo XIV menciona a Sotos Albos en el Libro de buen amor, citando su encuentro en el Puerto de Malangosto con la serrana La Chata». Tras el nombre de Sotosalbos, Sotis Albis (Sotos Blancos) en sus orígenes allá por el siglo XII, se esconde la historia de una villa que va unida a la de su iglesia, uno de los máximos y más bellos exponentes del románico rural segoviano.

Un paseo por sus calles permite descubrir la encantadora Plaza Mayor, la iglesia de San Miguel Arcángel o el antiguo Potro de Herrar que nos hace imaginar cómo era el trabajo de herrar a los animales.

Valdeprados

Valdeprados fue pueblo con castillo, y de aquella fortaleza medieval queda todavía una torre, llamada de los condes de Puñoenrostro, en honor a los que fueron sus señores. Cuenta con una gran riqueza natural. Está incluido en una Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), entre otros motivos, debido a que es lugar de campeo del águila imperial ibérica, especie en peligro de extinción.

Además, desde el pueblo parte la llamada «Ruta de la Risca del río Moros«, un cañón de unos 300 metros de longitud con paredes de caída vertical de hasta 40 metros. ‘El Puente de los Enamorados‘ es otro de los puntos señeros de Valdeprados.

Villacorta

«Sobre una suave loma en la campiña del piedemonte serrano» se extiende esta localidad segoviana, dependiente de Riaza. Claro ejemplo de arquitectura roja, la economía de la población vinculada a la agricultura, permitió construir edificios sólidos y de dos alturas en materiales como piedra ferruginosa y la tierra arcillosa del entorno.
En Villacorta encontramos un agradable casco urbano y un entorno típico de localidad de campiña con tierras de cultivo, ermita y palomares. A la orilla del río Vadillo hay un antiguo molino harinero y aguas abajo, un robusto puente de cantería del siglo XVI.

 

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