Los cerca de 1.500 agentes de la Guardia Civil de Tráfico desplegados en la Comunidad protagonizan al año más de 33.000 auxilios y recorren 16 millones de kilómetros

Guardia Civil en Segovia

El día a día de los cerca de los 1.500 agentes de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil desplegados en Castilla y León es mucho más que las miles de denuncias que imponen cada año -más 184.000 en 2018- o de los 16 millones de kilómetros que recorren cada año vigilando las carreteras de la Comunidad.

Detrás de su cara menos amable, el trabajo de estos agentes está salpicado de situaciones que, por mucho que se repitan, nunca son fáciles de gestionar. Casi siempre son los primeros en llegar a los accidentes de tráfico, algo que les obliga a convertirse, aunque sea por unos minutos, en sanitarios, bomberos y psicólogos, sin olvidarse de su protocolo que marca que lo primero es la protección propia y de las víctimas, para después pasar a auxiliar y socorrer.

Además de medio centenar de rescates, la Agrupación de Tráfico del Instituto Armado viene realizando en los últimos años una media anual de 31.000 auxilios, algunos tan sencillos como ayudar a cambiar una rueda y otros más complicados como la búsqueda nocturna de una conductora atrapada en el interior de su coche en una carretera secundaria próxima al puerto del Manzanal (León), en medio de una gran nevada.

El guardia Julio García, que realizó ese servicio junto a su compañero el cabo Rubén Rodríguez en febrero del pasado año, recuerda que recibieron el aviso sobre las 23 horas. Un conductora que circulaba por la Autovía del Noroeste (A-6) se desorientó tras repostar en una estación de servicio debido a la nevada y, en lugar de regresar a la autovía, tomó una carretera comarcal por la que avanzó un par de kilómetros hasta que perdió el control de su coche y acabó en la cuneta.

La ubicación que envió la conductora era errónea y, además, era imposible contactar con ella por teléfono, por lo que la búsqueda se complicó más de lo previsto. Finalmente, pasada la media noche los agentes la localizaron sana y salva y la acercaron hasta un hotel de Astorga para que pasara la noche.

La nieve es uno de los grandes enemigos del tráfico y puede llegar a generar situaciones tan dantescas como el accidente múltiple ocurrido en la A-1 en abril del pasado año en la provincia de Segovia y en el que se vieron implicados sesenta vehículos, entre ellos el coche patrulla del teniente Alejandro Zarco, y que se se saldó con treinta heridos.

Alejandro Zarco, Guardia Civil de Tráfico en la provincia de Segovia

“Lo primero fue señalizar bien el accidente para asegurarnos que no fuera a más y después empezamos a socorrer a los heridos, tarea en la que contamos con la ayuda de un médico que también fue víctima del accidente. Además, tuvimos que utilizar un autobús involucrado en el accidente para resguardar a varias familias, algunas con bebés, cuyos coches habían quedado totalmente destrozados. Fueron momentos angustiosos para mucha gente y los minutos se hicieron horas hasta que las primeras ambulancias comenzaron a llegar”, recuerda el teniente Zarco.

Alejandro Zarco, Guardia Civil de Tráfico en la provincia de Segovia

Fue una jornada interminable. Entró de servicio a las ocho de la mañana y cuando cruzó la puerta de su casa eran cerca de las diez de la noche. No obstante, el único recuerdo que guarda de aquella jornada es la gratitud de la gente. “Es tu trabajo, igual que sancionar a un conductor que no cumple el reglamento, pero poder ayudar a las personas y saber que tu trabajo ha servido para evitar un accidente mayor es muy reconfortante”.

Esa satisfacción del deber cumplido y la recompensa del agradecimiento de la gente también fue la sensación con la que llegó a su casa el teniente Juan Alonso tras la maratonia jornada que le tocó vivir el 25 de febrero de 2018, también en la A-1, pero en este caso en la provincia de Burgos.

El vuelco del un autobús, que dejó más de una treintena de heridos, doce de ellos graves, puso a prueba a Juan Alonso, que reconoce que en los primeros momentos llegó a sentirse desbordado por la situación, ya que eran muchas las personas que pedían auxilio y había que priorizar la atención. Ni él, ni el resto de agentes que aquella fría tarde no dudaron a la hora de convertir su ropa de abrigo en mantas para los heridos. Tampoco recuerdan ni el frío que pasaron ni las casi 15 horas que se prolongó su jornada. “Ese día todos nos fuimos con una pequeña sonrisa por el trabajo bien hecho, por el deber cumplido”, sentencia Alonso.

Sin lugar a dudas, el drama de los accidentes es lo más duro del trabajo de estos agentes. Así lo reconoce José Antonio Álvarez Méndez, también destinado en Astorga, y con más de 33 años de antigüedad en el cuerpo, de los que treinta se los ha pasado a lomos de un moto. “Siempre intentas aparcar las dramáticas imágenes que te encuentras cuando llegas a un accidente, pero nunca podré borrar de mi mente un accidente ocurrido en Burgos en el que perdieron la vida dos niños a principios de los años 90. Es una sensación que siempre me acompañará”, confiesa.

En el otro lado de la balanza, en el de los buenos recuerdos, José Antonio sitúa su participación, junto a su compañero Gustavo Llaneza Freue, en el rescate de un campamento juvenil el pasado verano situado entre las localidades leonesas de Quintana de Fon y Fontoria de Cepeda afectado por una intensa tormenta. “Cuando llegamos, nos encontramos a más se sesenta chavales, una docena de monitores y un bebé bajo una lluvia torrencial y empapados. En coordinación con los compañeros de Seguridad Ciudadana, comenzamos su traslado hasta la escuela de Villaobispo de Otero, para terminar recuperando dos furgonetas del campamento que se había quedado atrancadas”.

José Antonio recuerda que fue una jornada dura en la que también acabó calado hasta los huesos, “pero es uno de esos días que te marchas a casa realizado, tranquilo y satisfecho, sabiendo que has ayudado a mucha gente”.

 

60 años de historia

La Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil acaba de cumplir su 60 aniversario. Inició su actividad en 1959 con 560 guardias en una España por la que circulaban 1.000.000 de vehículos por 60.000 kilómetros de carreteras. La unidad fue creciendo al ritmo del boom automovilístico que vivía el país: a principios de los 60 la plantilla ya era de 4.000 hombres; en 1975, 7.000 agentes controlaban más de siete millones de vehículos y 145.000 kilómetros de carreteras.

En 2000, 8.300 agentes cubrían 163.000 kilómetros de vías por los que circulaban 23 millones de vehículos. Actualmente, los 9.100 agentes de la Agrupación dan cobertura al 90 por ciento de los 165.000 kilómetros de carretera que hay en España y regulan el 81 por ciento del tráfico por carretera, con un parque móvil que supera los 35 millones de vehículos. Su servicio se extiende por todo el territorio nacional, excepto por el País Vasco y Cataluña.