Pablo de Pedro, en su etapa en la Federación Colombiana de Ciclismo

Pablo de Pedro (Segovia,1980) es el director de la Escuela del Club Ciclista 53×13, lo que no deja de ser emotivo para alguien que ama el ciclismo desde los nueve años, precisamente de la mano de esa institución. No le cuesta mucho a Pablo recordar sus orígenes ciclistas con jornadas festivas en torno a la bici que salen desde los mismos pies del Acueducto hasta el Soto de Madrona, como si fuera una etapa en línea de La Vuelta. Una vez en Madrona, el balón sustituye a la bicicleta y la panceta, el chorizo y todo lo que pueda considerarse susceptible de hacerse a la parrilla termina siendo el avituallamiento de los jóvenes ciclistas, sus padres y monitores que, después de la digestión, regresan a Segovia por la carretera vieja de Madrona.

«Daba igual si hacía bueno, malo, éramos muchos o pocos, cuando terminaba la jornada a la altura de la estación de trenes, ya estabas deseando que llegara la semana siguiente», evoca Pablo de Pedro en conversación con Segoviaudaz. «Al principio de temporada íbamos al Soto y con el paso de los meses al velódromo a hacer técnica, rodar en grupo cambiando los ritmos, haciendo relevos…», recuerda. Tiempos en los que el velódromo, recientemente derruido, colma las necesidades de los jóvenes ciclistas segovianos.

Pablo de Pedro, celebrando un triunfo en su etapa como ciclista

La etapa juvenil, punto de inflexión

Con la edad adulta, el ciclista está ante una encrucijada, sobre todo si tiene facultades para dedicarse al deporte de manera profesional. «Ves que andas bien, que te gusta y que no te supone un gran esfuerzo entrenar todos los días», cuenta Pablo de Pedro.  «Entonces tienes que abandonar la idea de los botellones, fiestas, dispersión y es duro, muchos dejan su licencia porque el ambiente te condiciona», explica De Pedro. «Si con 19,20 o 21 años te llegan los resultados son los directores los que te buscan y es duro porque estamos hablando de un profesionalismo no remunerado, trabajas lo mismo que un profesional, te cuidas igual que los profesionales, pero no ganas dinero», expone.

El triunfo en La Vuelta a Segovia y otros buenos resultados abren a Pablo de Pedro la presencia en el mundo amateur con el equipo Las Contentas, del propio 53×13, el filial del por entonces Banesto profesional, el Iberdrola Zamora y el Cropusa de Burgos. De ahí a la élite en un viaje que va desde 2003 y hasta 2009 (con una sanción de por medio) en equipos como el Barbot Torrie portugués o el Grupo Nicolas Mateos, entre otros.

Un paso natural del asfalto al coche

Después de un tiempo formándose con el curso de director general que incluye la cualificación para dirigir equipos ciclistas, y también en el campo del quiromasaje y masaje deportivo, Pablo de Pedro pasa a ver el ciclismo desde otro punto de vista siempre en equipos profesionales o como integrante del cuerpo técnico de Federaciones como la colombiana o como Técnico Auxiliar en Federación Española de Ciclismo.

Pablo de Pedro trabajando para el Androni Giocatoli italiano

«En el coche ves las cosas de otra manera y te preocupas del estado de la carretera, del tiempo que  va a hacer, de cómo viene el viento…», relata. «y si eres el masajista tienes que estar pendiente de que todo en el autobús está correcto, cuidar todos los detalles, que no falte de nada… todo un poco más loco», dice. En este campo, De Pedro recuerda como «muy bonita», su experiencia en la Vuelta de 2015.

La Escuela, todo un reto

La paternidad asienta en Segovia a Pablo de Pedro después de mucho tiempo viajando lo que, a su vez, le permite asumir retos como el de la Escuela Ciclista del Club 53×13 que cuenta con, de momento, con dieciséis componentes (catorce niños y dos niñas entre seis y catorce años). «Las enseñanzas van desde cómo ponerse el casco correctamente hasta explicarles los tipos de pedales o las reglas básicas de la circulación», resume De Pedro.

Pablo de Pedro con los alumnos de la Escuela del Club Ciclista 53×13 / Club ciclista 53×13

«El objetivo es disfrutar y que practiquen ciclismo en un entorno seguro, alejándoles lo máximo posible de las carreteras transitadas», sostiene. «El ciclismo es equipo, cooperación, esfuerzo, sacrificio, pasarlas canutas… y no tiene una recompensa inmediata, porque no es como teclear en un ordenador, pulsar el intro y que salga en la pantalla», expone. Las urbanizaciones y los carriles bici son el ecosistema principal de los alumnos de la Escuela en sus primeras pedaladas en el club, para tranquilidad de sus padres. Pese a que no hay un recinto cerrado donde practicar la modalidad de pista, el club también ofrece la posibilidad de facilitar las cosas para poder entrenar en el velódromo de Valladolid.

La BTT, en constante crecimiento

La Escuela del 53×13 compagina la montaña con la carretera dividiendo la temporada en dos. De febrero a abril es turno de «ir por senderos, dar saltos, pisar el barro y ponerte perdido, que a los chavales les encanta», bromea Pablo. «Las pruebas de bicicleta de montaña están en un auge impresionante y permite a los niños estar activos casi todo el año», cuenta. «Está claro que las bicicletas ya no son solo para el verano», bromea Pablo de Pedro.

Quizá porque es un deporte cada vez menos estacional, las inscripciones en el Club están «siempre abiertas», recibiendo alumnos constantemente.  Segovia ha vivido mejores momentos con varios ciclistas profesionales al mismo tiempo, «pero ahora hay una buena hornada de ciclistas amateur segovianos y como todo es más global, los niños se miran en Pogacar o Roglic, pero también en Ayuso o Carlos Rodríguez», explica.

Para incentivar la presencia de más niños – y niñas – en el Club, planea en el horizonte cercano la posibilidad de organizar actividades lúdico deportivas que acerquen a los pequeños a la práctica ciclista. «Creemos en el clclismo femenino porque está creciendo, con ayudas, con equipos muy fuertes y un calendario muy bueno», dice. «Que tengamos solo dos niñas de momento no significa que no podamos tener más, ojalá pronto sean muchas», sostiene De Pedro.

Las ayudas, casi todas para el fútbol

Los patrocinadores soportan económicamente al club y le permiten organizar diferentes pruebas por la provincia, porque los alumnos pagan una cuota mínima mensual para formar parte de la Escuela que les incluye el maillot con el que entrenan y compiten. «En las carreras es donde más se aprende, sin duda, pero cuestan mucho dinero por la organización, los seguros… y gracias a los patrocinadores nos resulta factible hacerlas», explica. «Casi todas las ayudas institucionales van para el fútbol y es que parece que los demás deportes no existen», lamenta Pablo de Pedro.

Texto: Javier de Andrés