HUGO MARTÍN ISABEL 4º C. Instituto Mariano Quintanilla

 

Lucía nació hace tres años, llegó respirando muy despacio y llorando muy bajito. Estuvo muy enferma, algo tenía que no la permitía crecer como los demás niños.

Continuamente tenían que llevarla al hospital, pero ningún médico sabía que la pasaba.

Sus padres se desesperaban porque veían que algo iba mal. La llevaron a infinidad de consultas médicas, de su misma ciudad, de otras ciudades, hasta que por fin un pediatra dio con la enfermedad. Lucía tuvo la mala suerte de padecer una de esas enfermedades que denominan “raras” y que como las padecen un número muy pequeño de enfermos apenas son estudiadas.

Su salud cada vez se deterioraba más, mentalmente se desarrollaba más despacio que el resto de los niños de su edad y físicamente tenía muchísimos problemas, veía con dificultad, casi no oía y lo peor llegó cuando no asimilaba la comida. Entonces tuvieron que operarla y ponerla una sonda naso gástrica para que pudiera alimentarse.

Los padres de Lucía sufrían mucho, pero tenían que luchar por ella. Trabajaban los dos y se gastaban buena parte de lo que ganaban en las consultas y los tratamientos de Lucía, porque recibían una ayuda muy pequeña por parte del estado.

Lucía empeoró y no toleraba la comida que la introducían por la sonda. Tras muchos estudios, los médicos averiguaron que sólo podían darle un tipo de alimentación que únicamente se fabricaba en Estados Unidos y cuyo precio era elevadísimo. Tras muchas gestiones, consiguieron que el estado subvencionara parte del alimento.

Un buen día llamaron a los padres, desde el organismo público que financiaba su alimento y les dijeron que a causa de la crisis no podían seguir subvencionándolo. Conclusión, Lucía moriría.

A partir de ahí, los padres se movilizaron y acudieron a cualquier sitio donde pudieran ayudarles, juzgados, congreso de los diputados, etc… porque ellos entienden que en el caso de su hija, se están incumpliendo varios derechos humanos.

El artículo 25 de los derechos humanos dice que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios.

Pero esto no es cierto, porque si los padres de Lucía tuviesen dinero suficiente, podrían traer de Estados Unidos la alimentación y Lucía no moriría.

Además si Lucía tuviese una enfermedad considerada “normal”, recibiría un tratamiento “normal”, pero como tiene la desgracia de padecer una enfermedad “rara” no se estudian lo suficiente, porque económicamente no son rentables.

El artículo 3 dice que todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

En el caso de Lucía, parece ser que su vida no vale nada. Tal vez consideren que una niña discapacitada no es productiva para la sociedad, que acarrea muchos gastos a la sanidad pública y que si muere no pasa nada.

Estamos cansados de ver en los medios de comunicación, como continuamente despilfarran el dinero en armas, desplazamientos en aviones privados, coches oficiales, etc… ¿pero alguien se ha parado a pensar cuántos botes de comida para Lucía, se podrían traer de Estados Unidos, con cualquiera de esos gastos? LA RESPUESTA ES MUY SENCILLA,TAL VEZ, CON CUALQUIERA DE ELLOS SE PUDIERA COMPRAR TODA SU VIDA.

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