Este sábado, 14 de abril, y el domingo, 15, a las 18h., la sala Julio Michel de La Cárcel de Segovia Centro de Creación se volverá a llenar del mejor teatro de títeres gracias a «Vamos al teatro», la campaña de teatro infantil que desde 2011, y como prolongación de Titirimundi durante varios fines de semana a lo largo del año, se ha creado junto con el Ayuntamiento y la colaboración de Caja Rural.

A menos de un mes del comienzo del Festival, «Vamos al teatro» termina precisamente con un espectáculo que se podrá ver en Titirimundi y cuyas entradas están ya agotadas en muchas de sus funciones. De hecho, el primer día de venta de entradas del Festival se adquirieron 4.000 tickets para los distintos montajes que compondrán la 32 edición.

 

«Vamos al teatro», una manera de ofrecer esos pellizcos y pequeñas huellas que conduzcan al Festival y «sepan» a él, traerá en esta ocasión un collage de cuentos que resulta siempre nuevamente encantador aunque se haya visto una o diez veces: Retablillo de títeres y cuentos de José Antonio López Parreño, cuyas propuestas aúnan los cuentos y los títeres, la oralidad y el juego. Cuentos dramatizados a través de la manipulación de libros, marionetas (de guante, varilla, hilo y bunraku) y objetos que se utilizan de manera paradójica, humorística, poética o irónica, con los que logra embelesar a su público. Y es que a nuestro Rodorín no le falta labia. Retablillo de títeres y cuentos es precisamente eso, un compendio bien mimado de narraciones cortas extraídas de la tradición oral y de autores contemporáneos de la literatura infantil. En todas ellas hay una presencia importante tanto de la palabra como de la música: ritmo, rima, ecos, aliteraciones. Y esta oralidad tiene su contrapunto en el juego; juego con diversos elementos cercanos al mundo de los niños: libros, títeres y marionetas, juguetes y objetos cotidianos que de modo figurativo o simbólico pasan a convertirse en personajes de las historias a través de su manipulación.

 

¿De qué río de piedrecitas casi invisibles provienen esos cantos rodados que hay en el fondo de los cascabeles y que son como su alma alegre y dichosa? Sin ese pedregullo escondido los cascabeles serían mudos y poco inteligentes. El secreto, pues, de la chistosidad del cascabel, está en ese ardite que tiene el nombre saltarín de «rodorín». Y es que el cascabel es el garbanzo del optimismo, por eso López Parreño regresa a Segovia para mostrarnos la risa esférica, redondeada y caracoleante de este sencillo y maravillosamente entrañable espectáculo.