La situación es muy triste.
Ir cada día a trabajar llorando y salir del trabajo llorando es muy triste. Tienes tus 10-20 minutos de coche hasta que llegas donde te desahogas, porque en el trabajo tienes que ser fuerte, en casa, tienes que ser fuerte, te espera tu familia y no quieres preocuparles más de lo que están.
Es muy triste descubrir que cada día han fallecido uno, dos, tres residentes, tres abuelos, porque es verdad, no eran mis abuelos, no eran nada mío, pero era yo (MIS COMPAÑERAS) la que entraba en la habitación cada mañana, le decía los buenos días, le aseaba, le vestía, le daba el desayuno…, era yo la que observaba que hoy no había comido o que le gustaba merendar leche con galletas… era yo la que le acostaba por la noche y sabía cómo le gustaba que dejara la persiana sin bajar del todo… incluso era yo la que observé, cuando todo esto empezó, que no estaba bien.

Es muy triste saber que cada día, una o dos de mis compañeras están aisladas en casa esperando los resultados de la prueba, y que otras te escriban por whatsapp que han dado positivo… entonces sólo queda decirlas que se cuiden y que se mejoren.
Entonces, sólo puedes pensar: ¿lo tendré yo?.

Mi familia lleva casi 4 semanas sin salir de casa, ni a por el pan.
Soy yo la que tira la basura, hace la compra y va a trabajar… ¿qué pasa si se lo llevo?.
Cuando llego a casa, lo primero que hago es poner mucha atención a lo que toco. Me descalzo, me quito la ropa y la dejo en el perchero de la entrada que está vacío esperándome. Sin abrazar ni besar a nadie, casi sin saludar, voy directa al baño y me ducho mucho rato, con agua caliente y mucho jabón que es lo que se supone que mata al “bicho”. Después el pijama, que para eso estamos en cuarentena, y ahora sí, muchos besos y abrazos a mi hija aún sabiendo que quizás con ese beso puedo contagiarla… no lo puedo evitar. Siento que la tengo abandonada.
Cuando te pones a comer son las 16h, no sabes si comer o merendar; y mientras, le cuento a mi hermano cómo me ha ido el día.
Sin entrar en detalles, le resumo los fallecidos, los cambios de organización y las compañeras que han caído.

Él me resume el telediario ya que me he propuesto no verlo: “España está mejorando” me dice.
Yo quiero pensar que mi residencia, que va con una semana o diez días de retraso respecto al país, también mejorará.
Después lo único que quieres es tumbarte y si fuera posible, dormirte.
Pero no. El whatsapp está otra vez ardiendo. En el grupo del trabajo se habla de la falta de material, de la descoordinación o de que nos tenemos que enterar por familiares de que sus abuelos, nuestros residentes, han dado positivo y nadie de la dirección nos ha informado.
Mejor dejar el móvil.

El resto de la tarde hay que desconectar. Jugamos a juegos de mesa, a bailar en el salón, hacemos un bizcocho…
A las 20h hay que salir a aplaudir. Les he dicho a mi familia que, aunque trabaje de tarde, ellos tienen que salir a la ventana a aplaudir. Por mi madre, que trabaja de conserje en una residencia que ahora acoge a enfermeras, auxiliares y médicos.
Por la policía, guardia civil, ambulancias, bomberos, personal de limpieza, por agricultores, transportistas, repartidores, tiendas de alimentación, farmacias, etc.
Y por MIS COMPAÑERAS: auxiliares y enfermeras, lavandería, cocina, limpieza, conserjes, gobernanta y farmacia que hacen posible que esto siga a flote a pesar de todo.
Y por mí, porque lo necesito.
Necesito no sentirme tan abandonada y tan indefensa, aunque para ello me coloque una bolsa de basura encima del uniforme de trabajo, aun sabiendo que es absurdo y que no me protegerá de nada porque llevo el cuello y los brazos al descubierto. Aun sabiendo que la mascarilla de tela que me dan en el trabajo no sirva para nada. Lo necesito.
Porque el material de protección fue llegando, poco a poco y a cuenta gotas, como en el resto de España. ¿Acaso en la Diputación íbamos a ser diferentes?

Llegó cuando se pudo y se repartió con nombres y apellidos, pero ya era tarde, en una semana ya teníamos a muchos con febrícula y a la siguiente ya empezó la fiebre, los vómitos y las diarreas, la zona de aislados y los trabajadores a moverse de una zona a otra sin la protección suficiente.
Ya era tarde tomar las medidas dictadas según el protocolo del gobierno. No nos escucharon, no se anticiparon a la situación. Actuaron según la normativa vigente. Desde los despachos no se ven las cosas como al pie del cañón.
“El bicho” ya estaba en toda la residencia y a la semana siguiente empezó a mostrarse en las compañeras.
Es de agradecer que la Diputación contrate personal no cualificado y sin formación. La gente está trabajando en los hospitales, allí les necesitan más. Cualquier ayuda es poca, aunque tu compañera ni siquiera entienda tu idioma. Nuestros residentes tienen que ser aseados, tienen que ser vestidos, tienen que alimentarse… es lo que más importa ahora mismo. Se lo debemos a ellos y a sus familias que están pasándolo mal, sin poder ir a verlos ni hablar con ellos, sin poder acompañarlos en su último respiro.

Cuando me acuesto, caigo rendida.
Entonces duermo 3-4 horas en un sueño profundo.
Después, me desvelo. Tengo que ir a trabajar en unas horas y pienso
¿cuándo se nos fue esto de las manos?.
Cuando esto termine, me gustaría que se nos reconociese.
No me refiero económicamente, pues está claro que después de esto vamos a tardar en recuperarnos, pero me gustaría que se dieran cuenta de la importancia que tiene el que las residencias de personas mayores tengan personal cualificado y con una titulación específica como es el del técnico en cuidados auxiliares de enfermería. Que gracias a ser TCAE en centros asistenciales, hemos contribuido a no colapsar más aún los hospitales y que gracias al gran esfuerzo, trabajo y dedicación de las enfermeras y las auxiliares, hemos evitado una catástrofe aun peor.

Firmado:Una auxiliar de enfermería más de la Diputación de Segovia.