Si una parroquia es donde acuden los parroquianos, entonces la de mi barrio no es la iglesia de Trinité, sino la tasca de Supra Bailly. A medio camino entre bar y restaurante, dentro de la mejor tradición de los antros, en España este local estaría lleno de palillos y serrín, patatas Abad y el ruido de las tragaperras. Pero en Bruselas todo se mastica de otra manera, y los viejos gastan su tiempo y melancolía los domingos desayunando cerveza en lugar de churros y café. No hay nada mejor que empezar el día aquí para meterse un chute de realidad para arrancar la jornada y despedir la semana. En el bar, los solitarios van a lo suyo, que es mirar por la ventana; los lectores, pues a sus libros y los curiosos a mirar a los que no atienden. Sólo los perros parece que se aburren en esta parroquia, donde el incienso y los iconos se han cambiado por el olor a tabaco y las pinturas urbanas desconchadas. Más que de oración y recogimiento, éste es un lugar para rumiar la semana pasada, antes de empezar a pensar en las preocupaciones de la nueva que empieza.

Y como ya intuyo cual será el plato para digerir este domingo, me voy adelantando por higiene mental para, al menos, poder aburrirme como los perros. ¿Qué será, será? Pues no puede ser otra cosa que el eclipse de la conjunción interplanetaria de Obama y Zapatero. Parece que al dignisimo antiguo senador no le ha parecido conveniente venir a Madrid, porque el pragmatismo del americano es enemigo de la parafernalia europea, que es capaz de acumular cumbres sin contenido y de convocar otras extraordinarias cuando realmente quieren hablar de algo importante (como la que tendremos la semana que viene).

Obama no quiere circos versallescos, sino resultados, y más ahora que a la Casa Blanca le están sacado otros colores. No haremos más leña del árbol caído (no vayamos a deforestar el planeta) sobre si fue un plantón a ZP y un feo a la UE. Hay más de lo segundo que de lo primero, aunque nuestro presidente sacó el bombo y el platillo antes incluso de que se empezara a poner el escenario, por lo que al final se quedó compuesto y sin Obama. No es verdad que el amigo americano nunca tuviera pensado venir en primavera, como dijo su equipo, porque hace tan sólo algunas semanas se habían reunido para preparar la cumbre. Y sólo hay cumbre si viene Obama.

Conclusión, que al final nuestro presidente ha rezado tanto por tener una foto con Obama que ha terminado con una Biblia en la mano leyendo pasajes del Deuteronomio, como vimos ayer. “No explotarás al jornalero”… leyó en Washington, sonando como tenía que sonar, con poco de Antiguo Testamento y con mucho de profeta ambulante. Por suerte, en aquellos tiempos bíblicos no sabían lo que era el déficit y las pensiones y, sobre todo, que uno de cada tres jóvenes tenga que utilizar sus títulos para sacarse los mocos. Yo también elijo, mi pasaje, el más apropiado para el domingo “…y el séptimo día descansó”, que es lo que procede, entre mis parroquianos de Supra Bailly.

DEJA UNA RESPUESTA