En la página web de la diputación Provincial de Segovia podemos leer que su biblioteca, sita en el palacio provincial, el de Uceda Peralta, tiene su origen en 1889. Leemos que ese año falleció el ilustre abogado segoviano D. Juan Luis Rivas Orozco, y que sus herederos propusieron a la institución la adquisición de la colección particular del letrado. Ésta es adquirida finalmente por 1.975 pesetas y ese mismo año, la Corporación decide construir una biblioteca, a imagen de la de la sala de lectura del palacio del Senado de Madrid, que data de 1882, consistente en una estantería de hierro fundido de estilo neogótico, para albergar los volúmenes recién adquiridos.

Recomiendo la visita a esa pequeña sala de la Diputación de Segovia, que a mí es una de las que más me gustan, para comprobar que los fondos de la biblioteca fundacional se encuentran aún en esa hermosa estantería. Las obras dedicadas a legislación, religión, literatura y geografía, según me explican, conviven con otras de carácter local y se enriquecen con otras procedentes de donativos, intercambios o compras, que pueden ser consultadas en la coqueta, agradable y bien atendida sala.

Me cuentan que no ha mucho, un famoso presentador de un programa de gran audiencia, emitido por una conocida cadena privada de televisión, giró visita a la institución acompañado de una joven. Pasearon por las diferentes estancias del palacio y se detuvieron a admirar la pequeña biblioteca; alguien que estaba allí vio como la joven acompañante se acercaba a tocar el antiguo mueble al tiempo que exclamaba —¡anda, una biblioteca de chapa! —.

Tras el primer sobresalto por lo sorprendente del comentario, y vencida la tentación, por creerme más que ella, de menospreciar la incultura de la declarante, me dio por pensar sobre el asunto para percatarme de que el arte, la cultura, la arquitectura y la literatura pueden ser disfrutados de múltiples maneras y de este modo, los que han leído más de un libro son capaces de ver más allá que quienes apenas reciben más cultura que la que comunica “la Esteban”, en la misma cadena televisiva en la que trabaja el acompañante de la joven, pero todos, a su manera, pueden encontrar algo que les llame la atención, algo que merezca la pena de ser tenido en cuenta, al menos para ellos.

Es cierto que se disfruta más de una buena novela después de haber leído otras muchas, o que la admiración profunda de un lienzo sólo es posible después de haberse detenido atentamente frente a numerosas pinturas. El deleite de un buen vino, bien tratado y a su temperatura correcta, en la copa adecuada, saboreado en ambiente propicio, sólo es posible tras haber ingerido con esmero muchas otras botellas de diferente calidad y catadura. Pero no es menos cierto que muchas personas disfrutan tanto o más con un buen “calimocho” en vaso de plástico, deglutido en un banco de cualquier parque público, mientras escuchan atronadores y monótonos ritmos primarios procedentes del maletero abierto de un vehículo, de colores llamativos, aparcado junto a ellos.

Las sociedades democráticas modernas son plurales y complejas, conviven en ellas gentes de elevada erudición y capacidad con otras que han dedicado sus vidas a otras actividades culturalmente menos rentables, pero todos ellos disfrutan de igual derecho a participar en las decisiones que nos afectan a todos, y no estoy muy seguro de que quienes beben gran reserva decidan mejor que aquellos que prefieren la cola con tinto de cartón.

Pero puestos a elegir quien nos gobierne, prefiero al que sabe lo que sabe, sea poco o mucho, que aquel que cree saberlo todo. A las pruebas me remito, hemos puesto España en manos de un iluminado que está convencido de tener el monopolio del bien y la verdad, y ahora pagamos las consecuencias. Para eso me quedo con la joven de la biblioteca de chapa.

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