Lejos de la monumentalidad de los grandes conocidos de la ciudad de Segovia, como el Alcázar, la Catedral o el Acueducto y relegada por tradición e historia a un segundo plano, se esconde tímida, pero no por eso menos importante otra de las caras más exóticas de la ciudad. Una cara que conserva en sus muros e interiores la cruda realidad de un pueblo que fue menospreciado y que a menudo fue ignorado o relegado a un segundo plano. El pueblo judío, del que sin embargo, hoy en día aún conservamos cientos de costumbres, formas de hacer cosas y maneras de vivir. O, es que acaso ¿alguien duda que la Segovia actual sería la misma sin la influencia del embrujo de la Segovia sefardí?

Nos adentramos en un mundo de adoctrinamiento y rigidez, de costumbres arraigadas y, nos imaginamos, de olores a cuero y especias. Un recorrido que comenzamos de la mano de Claudia De Santos, concejala de Patrimonio Histórico y Turismo y representante de nuestra ciudad en la Red de Juderías de España, a los pies de la Sinanoga Mayor situada en la Plaza del Corpus. Bienvenidos a la Judería de Segovia.

Si de embrujo tenemos que hablar no es de extrañar que sean varias las leyendas que corren en torno a este lugar de la ciudad que se abre mediante un gran arco ojival. Lejos de la explicación histórica en la que los Reyes Católicos iniciaron la expulsión del pueblo judío en 1492, la leyenda cuenta la historia de un sacristán adeudado que fue a pedir un préstamo a un reconocido médico judío. Éste accedió a cambio de una hostia consagrada, cuyo intercambio se realizaría en el Mal Consejo, calle que aún mantiene su nombre, cuentan, por esta leyenda.

El maestro sanador se reuniría con otros judíos en la Sinagoga para arrojar la cuerpo divino en un caldero de agua hirviendo para cuando antes de rozar el agua, y por sorpresa de los incrédulos judíos, la forma se detuvo en el aire y la Sinagoga empezar a temblar. Los muros se resquebrajaron y de entre sus cimientos los asistentes pudieron observar cómo el cuerpo de Cristo salía para más tarde sobrevolar toda la ciudad para refugiarse en el Monasterio de Santa Cruz. La Sinagoga Mayor de Segovia, no sería nunca más a partir de este suceso, un templo redentor de Yavéh, sino que en ese preciso momento se convirtió al cristianismo, tal y como lo conocemos hoy.

Pero al fin y al cabo no dejan de ser historias populares, alejadas de la realidad de aquella en la que a finales del siglo XI Segovia contaba con una de las más densas de Castilla, repartida por toda la ciudad. Fue ya en 1412 , concretamente, el 2 de enero, cuando los judíos segovianos fueron obligados a agruparse en zonas cerradas y delimitadas; aquella que se extendía desde la Almuzara hasta el tramo de muralla situado entre el antiguo matadero y la puerta de San Andrés.

7 puertas delimitaron más adelante, con la llegada de los Reyes Católicos, el verdadero barrio judío, que sumaba una población cuatro veces mayor que la de 1412. Corría el año 1481 y hasta su expulsión en 1492 sería aquella zona delimitada de la parte sur de la ciudad, desde la iglesia de San Andrés hasta la puerta del mismo nombre, la que albergaría en su seno a toda una historia y tradición judía.

 

Aprovechando el lugar

Dos calles principales cruzaban la Judería de Segovia, y nos encontramos con Claudia de Santos ante la primera de ellas, la que actualmente se conoce como calle de la Judería Vieja, en donde se encontraba uno de los arcos de ladrillo que encerraban la aljama. En este preciso lugar es donde se encuentra la iglesia del Corpus Christi, o lo que era la Sinagoga Mayor, uno de los más álgidos ejemplos, y mejor conservados, de arquitectura árabe. Su existencia como Sinagoga se cita por primera vez en 1373 y así lo fue hasta el año de su consagración cristiana en 1419. Su planta, de tres naves, se encuentra dividida por conjuntos de arcos de herradura y pilares octogonales rematados por grandes capiteles de yeso, decorados con roleos y piñas. Un ejemplo de la belleza de la composición artística sefardí que tras un gran incendio de 1899 perdió su majestuosidad por muchos años y que en 2002 fue restaurado a conciencia manteniendo los elementos originales intactos.

Una vez el sol vuelve a quemarnos las retinas y nos adentramos en la calle de la Judería Vieja nos hacen falta sólo dos pasos para toparnos encima de nuestras cabezas con lo que a simple vista a muchas personas puede resultar una simple y anticuada casa, pero que en realidad constituye un fiel reflejo de lo que es una de las mejores estructuras conservadas de una casa de la época, desde las jambas de madera a restos de pintura que coloreaban las fachas de la Judería medieval. Y no es la única, sino que a lo largo de todo este recorrido nos encontraremos con una infinidad de elementos en diferentes hogares de familias segovianas que persisten al tiempo, adecuados a las estructuras actuales. Ventanas que fueron puertas y así lo desvelan las cajas de mampostería, las arcadas de ladrillo, los columnas y dinteles de granito en los patios interiores, o los zócalos, muchos de estos elementos, recuperados y puestos en valor gracias a las actuaciones del Área de Rehabilitación de Centro Histórico (ARCH) de la Judería de Segovia, que en cuatro años ha mejorado casi el 100% de edificios del barrio.

 

Un gran edificio, para un gran hombre

No sólo era el recaudador mayor del reino, sino que intervino de forma decisiva en las negociaciones para el matrimonio de los Reyes Católicos (RRCC), en la reconciliación entre la Reina Isabel y su hermano Enrique IV o en la entrega del Alcázar de Segovia. Abraham Senneor, se ganó a pulso la confianza de los RRCC, quienes lo nombraron, juez supremo de la aljama segoviana y rabino mayor de Castilla. Su palacio, situado en camino de la Judería Vieja pasada la Puerta del Sol, albergó entre sus aposentos a una de las personas más influyentes del medievo. El inmueble original, modificado en los siglos XVI y XVII, albergó hasta 2006 a una comunidad de franciscanos. La otra parte de este palacio, la encontramos a tan sólo unos pasos más adelante, en lo que ahora es la sede del Centro Didáctico de la Judería y la Oficina de Segovia 2016, que fue también la casa de Andrés Laguna.

En la puerta del edificio, el escudo es testigo de la reconversión del rabino al cristianismo. Senneor pasó a llamarse Fernán Pérez Coronel en un bautizo apadrinado por los propios RRCC, y así lo mostraba la señal heráldica, que años después, Carlos I mandó picar en venganza contra los comuneros de Castilla, ya que María Coronel, hija de Abraham, fue la segunda esposa del capitán Juan Bravo.

Continuamos nuestro recorrido por las angostas calles de la Judería, pasando por la calle de Santa Ana, conocida anteriormente como calle de la Solana, hasta llegar a la confluencia de las calles Barrionuevo y Martínez Campos, donde Claudia de Santos de detiene para explicarnos el valor de una zona que a partir del siglo XVI vio cómo transformaba sus humildes casas en grandes mansiones de los judíos conversos segovianos como es el caso de la casa de Simuel Denan, cuyo interior conserva uno de los mejores patios de la época, a cuyo atractivo hay que sumar las vistas al cementerio judío.

Es en esta zona donde nos abruma por completo la gran mole de la Catedral; parece cómo si la crestería de la Dama de las Catedrales, quisiera colarse por cada uno de los rincones de las estrechas calles de la aljama para una vez construida recordar “quien mandaba” en la ciudad. Pero será avanzando un poco más en el camino, atravesando los recovecos de la Plazuela del Rastrillo, hasta que no nos toparemos de lleno con los pies de la Catedral en la calle Barrio Nuevo.

 

La Catedral os vigila

Un poco más adelante,rodeados por completo por la Catedral que se impone al lado de nuestros pies y ya inmersos en la calle del que se cree que es el primer obispo de Segovia, San Geroteo, nos vamos a topar con la sustituta de la Sinagoga de la Plaza del Corpus cuando se consagró como cristiana. Esta es la Sinagoga de los Ibáñez de Segovia, que en su momento pasó a llamarse Sinagoga Mayor, y que tras la expulsión de los judíos fue comprada por esta ilustre familia segoviana que supo respetar su estructura original cuya cabecera estaba, y así continúa, construida hacia Jerusalén. 1982 fue el año en que apareció una espléndida pieza judía, un miqwab, especie de balsa excavada en roca que se utilizaba para servir a baños rituales; lo que nos hace tener una idea de la importancia que llegó a tener este santo lugar para el pueblo judío.

No deja Claudia de Santos de admirar cada uno de los rincones por los que continuamos pasando, y si algunos llaman especialmente su atención estos son los angostos pasillos que entre las calles se colaban para comunicar el centro de la aljama con las entradas de la misma. Callejones, cerrados al público, pero que esconden una delicadeza y extrema belleza que los hacen recovecos de inspiración para la historia. Los aires judíos parecen respirarse en estos pequeños espacios para susurrarnos al oído cantos sefardíes.

Continuamos caminando hasta llegar a la calle de la Almuzara, una de las de más larga tradición hasta 1481, donde según reza su cartel, se dice que se encontraba un molino de aceite o de almazara; y que da paso a las calles con más solera de la Judería de Segovia: La calle de la Judería Nueva en donde se encontraba otro de los arcos que cerraban el barrio por la noche y en cuya confluencia con la Almuzara se encuentra la Plaza de la Merced. Esta a pesar de carecer en la actualidad de vestigios judíos, albergó en su época otra otra de las Sinanogas más importantes de la ciudad, la Sinagoga Vieja, donde ahora podemos visitar la Iglesia de San Andrés, que hasta su construcción definitiva pasó por Hospital de peregrinos y convento. Además, en esta plaza, se encuentran documentados la existencia de una carnicería judía y la de un almidrás, una escuela religiosa.

Toca descender la calle para seguir encontrándonos ejemplos magníficos de historia judía en Segovia. Hay que prestar atención, y eso es otro de los encantos de este tipo de visitas, sorprenderte está en tus manos por lo que hay que abrir bien los ojos y no perder detalle. Nos referimos a elementos ornamentales en puertas, blasones y portadas de granito que, con la presencia de nuestra guía particular, nos muestran como se han aprovechando tales elementos con el paso del tiempo. En el caso de las puertas de granito, por ejemplo, para llevar a cabo ventanas, o como las puertas por las que entraban las bestias, se han ido haciendo más pequeñas para adecuarlas al uso humano. Y si de elementos ornamentales hablamos, no podemos dejar pasar los escondidos tras las puertas de una de las casas en la calle de la Judería Nueva, en la que un conjunto de extraños símbolos pintados vuelven a esta visita más mágica si cabe. Además, en el interior de este pasillo, nos encontramos con una magnífica puerta de granito que da la bienvenida a un patio central, típico de hogares judíos, que mantiene casi intactas las columnas que existían en el interior.

 

Aires y gritos sefardíes tras el verdor del valle

Nuestro camino llega ahora hasta el Museo Provincial de Segovia, otro de los lugares más importantes de la Judería de la ciudad donde se encontraba una de las carnicerías cuya ubicación junto a los puntos de desagüe de la muralla facilitaba la evacuación de la sangre y de los despojos de los animales sacrificados. El Museo data de 1842 y se formó con obras procedentes de los conventos suprimidos por la Desamortización de Mendizábal que no se consideraron merecedoras de ser llevadas al actual Museo del Prado. No hay mal que por bien no venga.

Es en este punto de la Muralla donde nos asomamos a un armónico contraste de colores que estimula nuestros sentidos y que acompaña al aire que nos da en la cara. Los marrones de la ciudad de Segovia en un ángulo de visión contrastan con los verdes del paisaje de El Pinarillo, la Necrópolis judía, y de la Hontanilla, que en breve visitaremos para recrear el ritual funerario de la población sefardí de Segovia.

El comienzo de este paso de la vida a la muerte comienza en la Plaza del Socorro, donde se sitúa el Centro de Interpretación de la Muralla, en la Puerta de San Andrés, y que dibuja uno de los laterales de la ciudad desde el Alcázar hasta el Postigo de la Luna.  Cuenta a través de paneles explicativos el funcionamiento de cierre de la puerta de rastrillo así como los diferentes tramos de la muralla que puede apreciarse casi al completo. Pueden ser visitados tanto el cuerpo de guardia como el adarve y es precisamente en este punto dónde aún quedan restos del paso del tiempo en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, «Jesuitinas», cuyo edificio se remontaba sobre la muralla, haciendo de uno de los cuerpos de guardia un aula en toda regla. Los restos de la pizarra se conservan como un especial patrimonio sentimental, nos explica Claudia de Santos.

Coronando la Muralla en la Puerta de San Andrés comenzamos el final de este viaje por la Judería de Segovia. Las vistas desde aquí recrean a la perfección el seguimiento de un cortejo fúnebre que comienza en la salida del barrio judío por esta puerta. Bajando a La Hontanilla por las angostas escaleras repletas de formas vegetales que se comen el paso de los escalones de piedra, parece que la temperatura baja y la flora te atrapa en el luto y en el silencio. Atravesamos El Puente de la Estrella y no puedes dejar de imaginar tantas costumbres, tanto ritual y una celebración tan importante como lo era esta para los judíos, y que sin duda alguna nos atreveremos en otro episodio a relatar. Hemos llegado al Cementerio Judío, una necrópolis que a lo largo de los siglos se ha mantenido intacta lejos de ataques vandálicos, sólo estaba ahí, esperando a ser reedescubierta, paciente. Todo un cementerio único en Castilla y León del que puedes aprender mucho más aquí.

Giras la mirada y descubres «La belleza» de Segovia. De repente, y aunque cansado, algo está bien, el alma se conmueve y la alegría se apodera de ti. Estás ante una ciudad. Ante una gran ciudad.

 

 

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