Todo surgió de una manera inocente, cuatro niños y un niño decidieron crear pulseras con sus abalorios. De esa forma, y poco a poco, irían recaudando dinero para donar a sus héroes: el personal sanitario del Hospital General. Y así fue, Olaya, Paula, Nora, Fabio y Ana, de entre cinco y nueve años, montaron su improvisada empresa solidaria para contribuir con la recuperación de la provincia, para comprar material, para ayudar a sus médicos. Cuando sus mamás les dijeron que no podían llevar los 22 euros recaudados al Hospital, su ingenio las llevó hasta las panaderías de su pueblo, Cantimpalos, y allí compraron pastas para que sus héroes pudieran recuperar energía. El gesto enterneció a los pequeños comercios de Cantimpalos, que también quisieron donar algunas pastas más. Hoy han llegado al Hospital, junto a un carta que dice así:

En medio de esta pandemia, los gestos más dulces ayudan, seguro, a coger fuerzas.