ALBA MARTÍN CASTELAO – 4ºC ESO-Colegio Claret

 

Vuelves a casa del trabajo. Ha sido un día cansado. Preparas la comida, para tres, como siempre. Oyes el sonido de la puerta acompañado de un “hola mamá, estoy en casa”. Suspiras aliviada porque sea tu hijo y no tu marido, mientras piensas en la discusión de anoche que terminó como nunca hubieras pensado: aguantando el dolor del moratón en la mejilla. Cuando te preguntaron esta mañana en la oficina, “tu te habías caído en casa, había sido un accidente”. Finalmente, oyes el sonido de la llave en la cerradura. Es él. No te hace falta girarte para saber que es tu marido. Tampoco quieres, tienes demasiado miedo. En la comida procuras no alzar la vista de tu plato, pero él te sigue gritando y ridiculizando delante de tu hijo, que se siente impotente ante su padre. Finalmente te arranca de la silla agarrándote del brazo y te lleva a la habitación, cierra la puerta y empiezan de nuevo los golpes. No gritas, porque sabes que no serviría de nada, pero le amenazas con llamar a la policía cuando todo acabe. Entonces el se vuelve y saca algo del cajón. Es una pistola. Te apunta con ella y, antes de que puedas hacer nada, aprieta el gatillo.

Esta situación se repite día a día. Es la historia de mujeres como Ana María, Carmen, Ela, Jennifer, y todas las mujeres que engrosan la lista de muerte por violencia de género en el 2011, nombres olvidados. Ya son 57 muertes en lo que va de año. Bien es cierto que este año no ha sido tan destacado como otros, ya que en 2008 fueron 84; en 2009 murieron 68; y en 2010 las víctimas ascienden a 85. Pero si sumamos todos éstos números, obtenemos la escalofriante cifra de 294 fallecidas en cuatro años. Y esto sólo en España.

Día a día oímos en las noticias la misma cantinela: “Una mujer ha muerto asesinada a manos de su marido…”ya sea con un cuchillo, una pistola, tirándola por la ventana, ahogándola o incluso incinerándola viva. Y todo nos parece lejano, incluso irreal. Hasta que ocurre algo muy cercano a nosotros: la madre de un amigo, un familiar o simplemente un conocido. Entonces la gente se da cuenta de que es muy real, quizás demasiado y critica cualquier síntoma de violencia, pero es difícil, y más hoy en día, en una sociedad agresiva, en la que un niño ve, de promedio, unos 8000 asesinatos en la televisión, antes de que acabe la escuela primaria (es decir , en 12 años).

Vivimos en una sociedad en la que tiene más castigo piratear y vender discos que maltratar a una mujer. El maltrato es un hecho que incumple siete de los derechos humanos: derecho a la vida, a la integridad física y mental, a la libertad personal, a la libertad de expresión, a la salud, a la defensa, a vivir en paz.

“Soy como soy. Entro y salgo cuando quiero. Vine acá para tener una vida mejor. No tengo miedo. Mis hijos crecen sanos y sin miedo. Visto como yo quiero. Estoy viva. Conozco mis derechos. Porque tengo derechos. No se te ocurra levantarme la mano jamás. Ante el maltratador, tolerancia cero”. Esta es una de las campañas que organiza el gobierno contra la violencia de género, pero en algunos lugares las mujeres aún no son capaces de levantar el teléfono y marcar el 016 cuando comienza ese infierno llamado maltrato.

Por estas razones debemos actuar. Y debemos hacerlo ya. Di “no” a la violencia de género día a día, con tus actos, no sólo con palabras, con todas tus fuerzas.

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