En una reciente carta pastoral, nos recomienda el obispo Ángel Rubio, haciendo gala de gran generosidad, que seamos compasivos y respetuosos con aquellos que “padecen” de homosexualidad y, por otra parte, que practiquemos la castidad como “una forma de libertad y una fuente de verdadera alegría, que se alcanza por la gracia de Jesucristo.” Respecto de esto último nada tengo que decir, porque, evidentemente, yo no he sido tocado por esa “gracia” y me siento libre y alegre renunciando a su propuesta de castidad. La practica sexual, para mi, solo debe de tener una limitación y es que, cuando se comparte, sea absolutamente respetuosa con quien participa en ella. Justamente todo lo contrario de la, demasiado extendida, pederastia tan denunciada en el ámbito de la casta iglesia católica.

Pero lo preocupante es que viene a decirnos que la homosexualidad es una enfermedad con la que podemos ser tolerantes, siempre que no nos contagiemos, naturalmente.

No quiero reiterar argumentos que, tan acertadamente, ya ha expresado la representante del colectivo Segoentiende, Gema Segoviano, ni voy a valorar el nivel de conocimiento científico del prelado, pero creo que si que tenemos derecho a exigirle al obispo Rubio una rectificación publica, aunque solo sea por respeto a nuestra Constitución que, siendo especialmente condescendiente con la religión católica, a pesar de la supuesta aconfesionalidad del Estado Español, prohíbe la discriminación de cualquier opción sexual. A no ser que el obispo se refiera al padecimiento al que se ha sometido tradicionalmente y que lamentablemente aun continúa con demasiada frecuencia

Comprendo que quienes han mamado los principios del nacional- catolicismo, imperante en la dictadura franquista, en lugar de la autentica doctrina cristiana, como desgraciadamente ocurre con gran parte de la jerarquía eclesiástica española, les cueste aceptar las normas civiles aprobadas por la mayoría de los españoles, pero, afortunadamente son las que rigen nuestra sociedad y también los obispos deben respetarlas.

Luis Peñalosa.

DEJA UNA RESPUESTA