Christian Louboutin, el diseñador galo que revolucionó en 1992 la parte menos apreciada de un zapato, la suela, denunció el pasado mes de abril a la firma francesa Yves Saint Laurent cuando ésta decidió adornar de escarlata las suelas de sus zapatos. Esta semana y veredicto en mano, hemos conocido que YSL podrá seguir coloreando sus productos, fallando a favor de las empresas que así deseen adornar los zapatos que fabrican.

Acariciando de rojo la parte inferior del calzado, Louboutin consiguió, de manera impecable por cierto, que al encontrarnos con zapatos con la suela tintada de rojo los asociáramos a la marca. ¿Pero es lícito que Louboutin pueda patentar un color? La justicia ha hablado y ha emitido un rotundo no como respuesta.

Louboutin es signo de distinción, de elegancia, de exclusividad, no sólo por el precio de sus productos sino por las embajadoras que ha conseguido. Famosas de diversos mundos del glamourama han paseado sobre la alfombra roja con ellos, creando un universo escarlata a ras del suelo.

Lo confieso, me muestro totalmente a favor de la sentencia. La moda actual ya se encuentra demasiado tiranizada por unos pocos como para que monopolicen la paleta cromática. ¿Acaso llegaremos al extremo de patentar una forma determinada de tacón? ¿Es permisible monopolizar la moda y su abanico cromático?

Aspectos legales a un lado, lo cierto es que hoy en día cuando nos encontrarnos con una suela roja que no pertenece a Louboutin pensamos directamente en una ‘mala copia’ y aunque la justicia haya sentenciado que, evidentemente, no podrá utilizar en exclusiva esa tonalidad, será a partir de ahora lo que todos pensaremos al encontrarnos con un rojo escarlata adornando la acera: otra copia. Louboutin es y seguirá siendo el único que acaricia las suelas con esa maestría y color, en nuestra mente de consumidores de lujo.

 

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