A pesar de que acabamos de estrenar primavera, el cambio de hora de la época estival entra en vigor a partir de esta madrugada con el fin de aprovechar las horas de sol. Por eso, el tiempo correrá más deprisa para que, a las 2:00 horas, sean las 3:00 horas.

El llamado ‘cambio de hora’, tiene su origen en la I Guerra Mundial cuando Alemania aprobó el cambio de hora para reducir las horas de iluminación artificial y así ahorrar carbón que podría utilizarse en la guerra. Pronto amigos y enemigos siguieron su ejemplo, aunque hay quien dice que fue Ben Franklin quien sugirió el concepto de ahorro de luz diurna, al darse cuenta, y tras despertarse varias veces a las 6 de la mañana, de que el sol resplandecía antes de lo acostumbrado. Franklin pensó en la cantidad de aceite que se podría ahorrar durante la noche si la gente se despertara antes para hacer sus tareas.

Quizá por eso, a día de hoy se mantiene una costumbre con la que muchas personas no están de acuerdo con el argumento de que el ahorro en las facturas de la luz de nuestro paísno compensa los trastornos que puede causar el dormir, en este caso, una hora menos. Aunque en la mayoría de los casos bastan dos o tres días para acostumbrarse a esas mañanas de sueño y cansancio.

 

Franco y el desfase solar

La medida, que se realiza en 70 países del todo el mundo, tiene como objetivo reducir el consumo global de energía, haciendo coincidir el comienzo de la jornada laboral con las horas de luz. Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el ahorro doméstico en iluminación desde el cambio de horario de Marzo al de Octubre puede ser de un cinco por ciento.

Sin embargo, la medida tiene otra explicación. En españa, la causa de este desfase horario se remonta a los años de la dictadura, cuando Franco adelantó sesenta minutos los relojes patrios para estar en sintonía con la hora que Alemania había impuesto en todos los territorios ocupados (GMT+1:00). Hasta ese momento, los españoles habían vivido acordes con el horario del meridiano de Greenwich.

Quizá es por eso que, según el sol, en España comemos entre las 13.00 y las 14.00 horas solares y cenamos a las 20.30 horas, unos horarios que no difieren tanto con los del extranjero aunque nuestros relojes oficiales se empeñen en ‘ir a lo suyo’.

Sea como sea el origen del cambio de hora, sea astral o bélico, lo que si es seguro es que crea conflictos. Pero de esos en los que no sabes si levantarte cuando suena el despertador, o seguir durmiendo.

 

 

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