Son muchas las variantes laborales que ha propiciado la actual situación de crisis económica desde que en 2007 la tendencia cambiara y, entre otras cuestiones, las listas del desempleo iniciaran una línea ascendente que ha sido prácticamente imparable hasta la actualidad. Desde aquellos que se han quedado sin trabajo, hasta superar los 200.000 parados, los que han emigrado fuera de la Comunidad y del país para buscar una oportunidad o los que se han visto ‘obligados’ a reciclarse y probar en otro sector al que no estaban acostumbrados.
En este último ejemplo se encuentran los casos de varios castellanos y leoneses, como el de otros miles, que a pesar de estar formados en la universidad se han resignado para poder encontrar un empleo como asalariado en otro sector o emprender, pero siempre en algo no vinculado a sus estudios.
En Segovia vive la diseñadora gráfica Noelia Porras que en la actualidad trabaja como dependienta en una tienda de cosmética natural. Burgalesa de nacimiento y licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad de Valladolid (UVa), todavía recuerda cómo durante los últimos años de carrera el personal docente advertía de que terminarían sus estudios “en la peor época posible”.
Consciente de la difícil situación por la que atraviesa el país, considera “una suerte” haber podido trabajar en su área durante algo más de un año. “Me considero afortunada, tengo muchos amigos que todavía no han conseguido trabajar”, asegura. Tras su paso por dos empresas diferentes, tanto de prácticas como en calidad de contratada, Noelia Porras “vio otra oportunidad” en la tienda de jabones cuando pasó a ser una de las más de 12.000 personas en paro de la provincia segoviana.
A su juicio, y aunque su pasión es el diseño gráfico, “lo que importa es poder seguir adelante con un sueldo que te permita vivir”. Por este motivo, a Porras no le supone mayor inconveniente envolver jabones, lacrarlos, etiquetarlos, atender a los clientes y los pedidos on line, o abrir en festivos. “Tengo un trabajo y parece que eso solo lo pueden decir ahora los afortunados, aunque sea una lástima”, asevera.
Asegura que “de todo se aprende” y en este sentido señala que su nuevo trabajo también le está dando la oportunidad de aprender otras facetas. No obstante, Noelia Porras no pierde la esperanza de poder dedicarse en un futuro al diseño gráfico desde su propio estudio.
Siempre fuera de León
Sara no quiere dar su verdadero nombre. “Sé que hay mucha gente con problemas y pasando la misma situación que yo, pero sigue siendo difícil reconocerlo”, señala. Cuando hace años comenzó su carrera universitaria, vinculada a los medios de comunicación, tenía sus “esperanzas” puestas en que se dedicaría a lo que le “gusta” y que, después de años de estudio, tendría un futuro profesional más o menos garantizado.
Tiene 30 años y ha trabajado en medios siempre fuera de León porque afirma que “al principio siempre llama más la atención lo que te ofrecen fuera de tu ciudad”. Sin embargo, desde hace casi dos años las cosas empezaron a ir mal y se quedó sin empleo. Buscó trabajo, según dice, “desde el primer día”. “En este sector las cosas llevan años mal y sólo estuve contratada un año”, sostiene, por lo que la prestación por desempleo se le acabó a los cuatro meses.
Desde entonces, reconoce que ha enviado currículos “a todas partes”, aunque “sin respuesta”. Ahora, su objetivo es ya trabajar “en casi cualquier cosa” porque “ha pasado mucho tiempo y la prioridad ahora es sólo ingresar algo de dinero para colaborar en casa y para mis cosas”. Desde que perdió su empleo continúa formándose y ha trabajado durante pequeños periodos de tiempo “en un bar y en una tienda”. Ahora, sigue “buscando”.
Emprender en otro sector
Hay quienes ante las adversidades deciden superar miedos y se lanzan a una aventura empresarial. Es el caso de la joven salmantina Belén Merino, quien estudió Derecho, completó su formación con cursos, realizó oposiciones para Justicia y llegó a trabajar en un juzgado durante tres años. Creía que lo estaba haciendo todo bien, estudió, trabajó, cumplió con los sacrificios que se requerían para conseguir una meta que ansiaba, pero sin embargo no obtuvo el resultado que esperaba.
Ella misma asegura que forma parte de esa “generación pérdida” que “ni con formación, ni sin formación”, encuentra una oportunidad y, como consecuencia, veía que contribuía a que la siguiente fuera la “generación desaparecida”, porque con este panorama, “¿quién puede formar una familia?”.
Durante los nueve meses que estuvo en las listas del paro, no pasó un solo día sin que llamara a una puerta o entregara un currículum, todo ello sin éxito.
La única salida era emprender y aunque todos los indicadores advertían de que no era el mejor momento, la situación ya era “desesperada”. Cuando analizó sus posibilidades y las de fundar una empresa, se dio cuenta de que crear una compañía relacionada con sus estudios era prácticamente inviable, porque en una ciudad como Salamanca el mercado en ese ámbito ya estaba “saturado”. Así que optó por “reciclarse” y buscar otra opción.
Por ello, en diciembre nació ‘Coffe Corner’, una cafetería ‘take away’ situada junto al Campus de la Universidad de Salamanca, en la que según destaca realizan una apuesta clara por la calidad, porque su objetivo es marcar la diferencia con respecto a sus competidores. Como ejemplo, explica que tanto el pan, como la repostería o productos salados son caseros, salen de su horno, aunque para ello necesite jornadas “maratonianas” que van desde las 8.30 horas a las 21.30.
Belén Merino es una joven que tenía mucho que aportar al sistema productivo del país, tenía formación, iniciativa y talento, unas cualidades que ahora aprovechará en beneficio propio y quien sabe si en unos años quizá sea ella quien valore las de futuros candidatos para que formen parte de su empresa.
Reabrir la zapatería familiar
Los mirobrigenses tienen desde el pasado 3 de diciembre un nuevo lugar al que poder llevar sus zapatos para su arreglo. Detrás del mostrador se encontrarán a Juan Ignacio García, 31 años, un joven ingeniero que un buen día se cansó de enviar currículos y de quedar bien colocado en multitud de oposiciones sin obtener un trabajo estable a cambio.
Durante años maduró la posibilidad de reabrir el viejo taller de reparación de calzado en el que su padre trabajo 30 años hasta su jubilación, pero no se atrevió a dar el paso definitivo porque temía que una oferta de trabajo de ‘lo suyo’ truncara su aventura empresarial. Cuando comprendió que no iba a volver a encontrar trabajo como ingeniero decidió poner a punto el local de su padre. “Jamás había arreglado ni una suela, pero siempre he manejado bien las manos”, explica.
Sin miedo y tras varios días de práctica con zapatos viejos y los valiosos consejos de su progenitor, hoy afectado por una artrosis en las manos, el pasado 3 de diciembre abrió las puertas de su negocio. Aparcada queda, de momento, su titulación como ingeniero de caminos o el grado de ingeniería en Obras Públicas.
La crisis le ha jugado una mala pasada y encontrar trabajo ya no es tan fácil como en aquel 2005 en el que, tras terminar la segunda carrera, tardó solamente dos semanas en tener un empleo. “Ahora piden cinco años de experiencia, pero si no te dan trabajo no sé cómo pretenden que la adquiramos”, lamenta harto, además, de demostrar que es un joven estudioso. Trabajar en el extranjero era otra de las opciones, pero el buen nivel de inglés o francés que se exige truncó sus esperanzas.
A Juan Ignacio, confiesa sin complejos, no se le caen los anillos por haber recurrido a un oficio ‘de los de antes’ para poder sobrevivir. “No podía estar toda la vida esperando”, afirma, convencido de que, si su aventura empresarial funciona, seguirá arreglando zapatos hasta que la clientela. Sin embargo, mirará de reojo la posibilidad de volver a reengancharse algún día a su especialidad. Mientras tanto, otros compañeros de su promoción sobreviven a diario en negocios como gasolineras, hoteles o en cualquier lugar que necesiten a un joven sobradamente preparado con enormes ganas de trabajar.