La mujer rural española es un colectivo de casi 5 millones, con una media de edad de 50 años, casada y con hijos. La mayoría de ellas se declara “ama de casa”.
En el sector agrario trabajan como titulares de explotación un total de 500.000 mujeres que suponen el 29% de los titulares de explotación en España, aunque se estiman en más de 750.000 mujeres, las que en calidad de “ayuda familiar”, dedican una parte importante de su tiempo a sacar adelante las explotaciones agrarias.
Estas 750.000 mujeres, según un estudio realizado por el Instituto de la Mujer, aportan un total de 770 millones de horas anuales a labores agrícolas y ganaderas, de las que el 78% no son retribuidas.
Desde AMFAR, Federación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural, hemos trabajado duramente para que se dignifique el trabajo que desempeñan estas mujeres y conseguir una verdadera equiparación de derechos con los profesionales del campo.
Una reivindicación que ha calado en el Gobierno nacional ya que por fin, las mujeres del campo podrán disfrutar de la igualdad que les corresponde por derecho a través de recién aprobada Ley de Titularidad Compartida de las Explotaciones Agrarias, que entró en vigor el pasado 5 de Enero de 2012.
Hasta ahora, el trabajo de las mujeres era considerado como “extensión de las tareas domésticas” y su estatus laboral se definía más por la relación familiar que ostenta con el titular de la explotación (esposa, hermana o hija) que por el trabajo que desempeñaba en la explotación.
La incorporación de la mujer al mundo laboral ha sido uno de los grandes hándicap del colectivo femenino rural, pero no es el único. Existen otros muchos aspectos que dificultan su avance hacia la igualdad efectiva con respecto a los hombres.
La solución pasa, entre otras cuestiones, por un cambio de mentalidad. El mundo rural vive todavía inmerso en una sociedad mucho más tradicional, en la que la mujer sigue ocupando un segundo plano.
Además, hemos de esforzarnos en dar una imagen real de lo que es el mundo rural español. Desgraciadamente sigue existiendo un gran desconocimiento de la vida en los pueblos, lo que constituye un freno añadido para alcanzar nuevas metas en todos los aspectos de la vida social, económica y cultural.
La última Encuesta de Población Activa desvela que más de un millón y medio de familias se encuentran con todos sus miembros en el paro. Todas ellas tienen graves problemas económicos para llegar a fin de mes, y donde la mujer, pilar básico de la familia, representa el apoyo, las palabras de aliento y la fortaleza para salir adelante.
Esta crisis ha forzado a miles de amas de casa a buscar un puesto de trabajo fuera del hogar. Mujeres que hasta ese momento se encargaban de las tareas domésticas y del cuidado de todos los miembros de la familia: de los hijos, los nietos, de los mayores, de los enfermos, discapacitados, o dependientes y que ahora buscan salir adelante complementando su jornada con otro trabajo remunerado.
Y en pleno siglo XXI, las mujeres seguimos reclamando que se conozca nuestra verdadera situación laboral.
A día de hoy se sabe poco de nuestra realidad. Se desconoce cómo nos afecta la crisis económica o el paro, o los problemas que tenemos para encontrar un puesto de trabajo que pueda ser compatible con nuestra actividad familiar diaria.
Tenemos escasa participación en los órganos de decisión y problemas de acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación.
Sin embargo, desde AMFAR afirmamos sin miedo que las mujeres son vitales para el mantenimiento de la vida en los pueblos y de las explotaciones agrarias.
La mujer rural es el pilar sobre el que se sustenta una familia y por extensión un municipio, por lo que es imprescindible atender sus necesidades para frenar el envejecimiento, la emigración y por tanto, fijar la población.
Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer, el próximo 8 de marzo, la Federación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural (AMFAR) alza su voz para reclamar un mayor y mejor aprovechamiento de los recursos que tienen las zonas rurales para conseguir un desarrollo rural sostenible y que las mujeres y los jóvenes sean los protagonistas de dicho desarrollo.
Con esta medida, sería posible un mundo rural activo, dinámico, con capacidad de generar empleo y fijar la población, para ello es necesaria la implicación de las mujeres y de los jóvenes y un compromiso verdadero de las instituciones que los acompañen en la puesta en marcha de sus iniciativas emprendedoras.
Nos hemos preocupado de la formación de nuestros hijos y también de la nuestra, pues estamos apostando fuerte por aprender y emprender en el mundo rural con el objetivo de ser independientes económicamente, de generar empleo y garantizar así la supervivencia del pueblo que nos ha visto nacer y crecer.
Las mujeres no podemos ni debemos renunciar a nuestra condición de madres por el mero hecho de tener que desempeñar un puesto de trabajo. La revolución igualitaria en el mundo laboral debe pasar por permitir que hombres y mujeres, padres y madres podamos conciliar la vida laboral y familiar.
Aunque tampoco debemos olvidar que una de las grandes barreras que tradicionalmente han impedido la plena participación de las mujeres ha sido la concepción machista de la sociedad que asignó distintos roles y funciones a hombres y mujeres, relegando a estas últimas al desempeño casi exclusivo de las tareas del hogar. Un reparto de roles que aún sigue existiendo y que es el germen de la desigualdad. Una desigualdad que llega a alcanzar su máxima expresión en la violencia ejercida contra la mujer.
Por todo ello, en un día como hoy, Día Internacional de la Mujer, debemos solidarizarnos con la mujer rural y defender sus intereses, porque también son los nuestros.