Ha llegado el día. Me dispongo a buscar en Internet un sitio para ver la gala (espero que algún día la den en abierto, pero mientras tanto, a la red!). Ya tengo preparada la porra, las palomitas, la manta… y el twitter. Las redes sociales están que arden esta noche y algunos como Carlos Bardem o el mismísimo James Franco nos cuentan el minuto a minuto antes de que empiece el show. Veo que la alfombra roja ya está llena de gente y que en ella se pierden actores, actrices, directores, fotógrafos, agentes y representantes. El centro comercial en el que se esconde el Teatro Kodak ha sido customizado un año más con estatuillas gigantes y metros y metros de tela roja. Compruebo que la primera pregunta de los periodistas a los nominados es: ¿de quién es el vestido? Eso también (o sobre todo) son los Oscar.
Llega Anne Hathaway, envuelta en rojo, muy sonriente y con el gran reto de amenizar una noche casi siempre larga y aburrida. Forma una bonita pareja con James Franco. Ambos harán de maestros de ceremonias y de ellos espero que canten, bailen, hablen, se pongan vestidos espectaculares y me sorprendan. Pero pronto compruebo que no es así. La edición número 83 de la ceremonia de los Oscar no se recordará por sus sorpresas. Más bien todo lo contrario.
Lo que sí me sorprende es ver a Penélope Cruz, luciendo un espectacular escote para aquellos que no se acordaban de que está dando el pecho a su bebé recién nacido, y con una sonrisa más visible de lo habitual. Pasea del brazo de Javier Bardem y su séquito (madre, hermano y colegas, hasta 11 invitaciones pidió el actor de Biutiful). Los entendidos dicen que no se va a llevar a casa la estatuilla, pero lo importante es que esté ahí, que su nombre salga a la palestra, porque el trabajo que hace en la película de Iñárritu, bien merece un Oscar. Sus 10 minutos de gloria en la gala llegarán de la mano de Josh Brolin, compañero de reparto en No es país para viejos, con quien entregará los premios a Mejor guión original y Mejor guión adaptado. El primero es para el Discurso del Rey y el segundo para La red social. Lo dicho, todo según lo previsto.
Melisa Leo monta el circo cuando recoge el Oscar a mejor actriz de reparto por su trabajo en The Fighter. Se le ocurre soltar un improperio que la Academia no tarda en censurar. Kirk Douglas le entrega la estatuilla, entre chistes, en lo que será la mejor aparición de la noche. Estoy empezando a echar de menos a Ricky Gervais… Empieza la entrega de los premios técnicos. Origen parece hacerse con todos: fotografía, mezcla de sonido, montaje de sonido y efectos visuales. También esto se sabía. Christopher Nolan no estaba nominado a mejor dirección y la aparición de Origen entre las nominadas a mejor película fue casi de rebote, así que se intuía que la peli, de ganar algo, sería del terreno técnico.
Entra en escena Cate Blanchett, para mí (que tampoco entiendo mucho), la más elegante de la ceremonia. Lleva un vestido original y diferente, fuera de los rojos, dorados y plateados habituales de una noche como esta. Hathaway la presenta como una actriz que ha sido nominada por interpretar a Katharine Hepburn, a La reina Isabel I y a Bob Dylan. Se encarga de entregar las estatuillas a mejor maquillaje y diseño de vestuario.
Uno de los mejores momentos de la noche llega con música. Le toca el turno a la banda sonora y de repente, sube el telón y aparece una orquesta que nos deleita con temas de Indiana Jones, E.T, Lo que el viento se llevó … la piel de gallina.
Y es ahora cuando viene el bajón de la noche. Son las 4 de la mañana y no hay nada que me enganche. Nada de estrellas sobre el escenario, nada de bailes, nadie gritando “the show must go on”. Así que ocurre lo que todos intuíamos, me quedo dormida. Me pierdo algunos premios (como el de mejor montaje, para La red social, o mejor corto, corto animado y película animada). Si, he echado una cabezadita… y he soñado que conocía a Bardem.
Christian Bale recoge el premio a mejor actor de reparto por The Fighter y se acuerda de su compañero de peli y también productor de la cinta Mark Wahlberg, para el que no hay nominaciones esta vez. Bale ha recuperado esos kilos que le faltan en el largometraje y le ha vuelto a salir pelo en la coronilla, menos mal. Lo que brilla en esta película es, sin duda, el reparto. Me ha gustado The Fighter pero no la recordaré como la mejor de 2011. Y ya se perfilan ya algunos perdedores como 127 horas, que no ha conseguido ninguna estatuilla, o Tru Grit, para mí, la gran infravalorada de esta edición.
Me esfuerzo por seguir despierta y escribir algo ocurrente en el twitter, hago recuento de aciertos en la porra y veo que este año no me lo llevo. Sale a la palestra Sandra Bullock para entregar el premio a mejor actor: Colin Firth recibe el Oscar por su interpretación del Rey Jorge VI en El discurso del Rey. Todo un tartamudo que ha sabido ganarse el respeto del público. No sólo por este trabajo, si no por todos los anteriores. Firth es uno de esos que parece elegir bien todos sus papeles (incluso el de Mama Mía).
También Tom Hooper recoge su premio. Han anunciado el Oscar a la mejor dirección y le ha tocado. Ahora ya se sabe casi con toda seguridad quien será el triunfador de la noche. Y después, otro esperado, el de Natalie Portman, que sube radiante al escenario para mostrarnos su avanzado embarazo y agradecer a Aronofsky que le haya brindado la oportunidad de hacer Cisne Negro. No por ser el premio más sabido es el menos merecido. Portman se ha ganado este Oscar con creces y su interpretación en la película pasará a la historia como una de las mejores.
Llega el final de la gala, el equipo de El discurso del Rey sube a recoger la más ansiada estatuilla, la más envidiada, esa con la que todos quieren hacerse la foto. Ha ganado el Oscar a la mejor película del año. Al igual que el año pasado David vence a Goliat. La red social se ha quedado en el banquillo y el Rey Jorge ha jugado toda la liga y la ha ganado.
Antes de meterme a la cama (ya son las 6) recuerdo los mejores momentos de la gala y… no hay. Ha sido una ceremonia rutinaria, políticamente correcta (al más puro estilo Hollywood) y con 4 millones de espectadores menos que el año pasado. Parece que Franco y Hathaway no han enganchado tampoco al público joven, las promos prometían mucho más. Pero así son los Oscars, una fiesta que mucha gente espera durante todo el año con impaciencia y que casi siempre defrauda. Pero no hay nada más emocionante que pasar una noche sin dormir, expectante y nerviosa por saber cuáles son esas películas que merecen el reconocimiento de la cuna del cine. Comentando la gala con gente que no conoces por Internet pero que, como tú, ha decidido participar de esa fiesta, aunque sea desde el salón de su casa. Y así, como os he contando, lo vi yo desde el salón de la mía.