Álvaro Fraile, madrileño afincado en Segovia, es padre de cinco niños, autor de varios libros, muy vinculado a Los Maristas (es director de su coro) y con unas redes sociales que mezclan el humor con, en este caso, la denuncia social. Sus redes son un cuaderno de bitácora donde da cuenta de novedades, logros, reflexiones… y, claro, en este cuaderno de bitácora no podía faltar el omnipresente coronavirus que, teniendo 5 criaturas, ha llegado a sus vidas en forma de confinamiento familiar.
Fraile, en tono de humor, denuncia en su último post una situación que resulta familiar: el niño da positivo, no puede ir al cole ni estar en contacto con nadie pero tú -su padre, madre o cuidador- tienes que ir a trabajar.
No hace falta reflexión, aunque os recomendamos leerla (y mucho), porque con la imagen ya sabemos por dónde va esta publicación. En la imagen, decíamos, aparecen sus 5 hijos formando un mensaje que reza «Los niños y las niñas no se cuidan solos». Se trata del lema de la campaña que ha puesto en marcha en Change.org el Club de Malasmadres dirigido a Pedro Sánchez que busca reunir 300.000 firmas (al cierre de esta información, contaba con más de 221.000). Porque… ¿qué pasa si tienes que cuidar al niño pero no tienes baja para hacerlo? ¿O si no puedes teletrabajar? Esta es la situación que viven miles de familias donde la buena fe de empresa y compañeros de trabajo es lo único que puede hacer que mantenga su empleo.
El texto de Álvaro Fraile no tiene desperdicio puesto que es un reflejo fiel, un paso a paso, de lo que sucede cuando uno recibe esa fatídica llamada. Esa llamada en la que informan al padre/madre de lo que hay que hacer para seguir escrupulosamente «el protocolo», aunque ese protocolo resulte imposible de cumplir:
«La escena es la siguiente. Suena “Allí me colé y en tu fiesta me planté… covid para todos y algo de comer”.(Hemos cambiado lo de “soy como el junco que se dobla” porque nos resulta una metáfora muy rebuscada)
Comer… chocolate con almendras, porque si algo es certero desde que el mundo es pandémico es que las penas son menos penas con chocolate con almendras. Y punto. Si me queréis, regaladme chocolate con almendras durante esta nueva cuarentena. Ya me encargo de esconderlo para que no me lo robe toda esta gente.
Los niños son fuertes… alguna fiebre pero como si nada… misma energía, misma actividad, misma sensación de que se multiplican por los rincones de la casa. Ellos y los juguetes por el suelo. Dislalia Garcia Dela Vega es dura como una piedra, no de terca, que a veces… sino porque hasta le entra la risa pensado que otra vez estamos confinados. Yo soy dramático, escandaloso, trágico, apocalíptico y farfullero. Voy por la casa gritando “es el fiiiiin” “mierda de coviiiiid” “tragedia griegaaaa” “me duele todoooo” “es el peor momento para que nos pase estoooo” y cosas similares que ayudan psicológicamente a pasar la situación pero es que a uno le va el drama.
Y una sensación que estruja los sentidos y el alma… infinitos lavavajillas, recoger todo el rato y una videoconferencia de teams con los niños de la clase de Miguel que están todos confitados también. (Se me ha metido nosequé en el ojo al verles a todos en sus casas mirando la pantalla).
Lo malo es que ahora miras a la calle y la gente sigue haciendo su vida. Yo hoy he salido al balcón en calzoncillos y bata de guatiné a gritar: “aprovechad vuestra libertad insensatos! Disfrutad de cada segundo y de cada bocanada de aire!” La vecina, que se llama Tomasa y es una burra, ha rebuznado.
Así que así estamos. Se coló el bicho en casa sin avisar. En un niño de 3 años. Es más fácil llevar el Anillo Único de Poder a Mordor que poner una mascarilla y aislar a un niño de 3 años. Porque eso te dice el SR. Protocolo… “en la medida de lo posible aislesé y bla bla… y no se preocupen los adultos… que sin síntomas y sin dar positivo pueden ustedes ir a trabajar”.
Señor Protocolo, que no quiero yo faltarle al respeto a usted… pero que también dice que si hay otros menores en casa que no tienen aún la pauta de la vacuna completa, pues que no vayan al colegio… y es que entonces cómo vamos a trabajar los padres… quiero decir… que ¿¿¿qué hago con mis hijos??? Entonces el señor Protocolo te responde algo así como… “ehhh… bueno… claro…” y la llamada siempre se corta por alguna extraña razón.
Bueno. En resumen. Todos positivos y conviviéndonos de nuevo unos días. Solo pido por caridad a todas las virgencitas y santos del mundo, que cuando nos incorporemos a una vida normal, no me confinen otra clase de otro hijo y empalmemos y coleccionemos cuarentenas como si fueran cromos…
Disfruten, tengan cuidadito, quiéranse…
(…)»
Un relato el de Álvaro Fraile en el que se pone en evidencia la imposibilidad de conciliar con unas premisas que no tienen en cuenta que, efectivamente, «los niños no se cuidan solos».