El museo de Segovia  destaca, como ‘Pieza del mes’ de septiembre, un sello de plomo de un paño negro. Este objeto, cuya inscripción, en parte borrada, indica una posible elaboración en el año 1556, acompañaba a los productos textiles producidos en Segovia y se utilizaba como etiqueta de garantía asegurando la calidad de los textiles y garantizando la profesionalización de la producción y conseguir mantener su amplia proyección comercial.

Se trata de un sello de doble placa con una charnela o traba que permitía doblar las dos partes enfrentadas mordiendo el tejido, a modo de grapa, al que se fijaba mediante un impacto percutido. Ambas placas conservan motivos epigráficos e iconográficos resultantes de la fundición del plomo en un molde o de su marcado.

En una de las placas se encuentra la ‘marca Segovia’, que consistía en ‘La Puente’ (una serigrafía de una parte del Acueducto de siete arcos en dos órdenes) con la cabeza de mujer encima y con parte de la leyenda en orla del nombre de la ciudad; de esto último tan solo se conserva ‘SE’, procedente del topónimo SE[GOVIA].

Este sello con ‘La Puente segoviana’ con la cabeza encima (símbolo de Segovia como cabeza de Extremadura) consta como el sello de la ciudad, al menos, desde 1484. Una distinción que acompañó a los paños negros (también llamados prietos), una producción textil que, en su época, fue de una inmejorable calidad, alcanzando fama universal, además de ser el color más conocido de los textiles segovianos y representar, presumiblemente, la mayor producción.

La industria pañera segoviana

Segovia, en el siglo XVI, particularmente entre 1530 y 1590, vivió una plenitud sociocultural y económica notable vinculada, en buena medida, a la producción textil, convirtiéndose en un lugar atractivo en el entorno de los reinos de España y los extranjeros; corroborado por una la apreciación de un incremento de población en esa época.

Concretamente, en el ámbito de la producción textil, se afana alrededor de un 60% de la población, según los oficios enumerados junto a los vecinos identificados en ellos. La magnitud de la producción textil alcanza su apogeo en estos tiempos y, en particular, en algunas ciudades castellanas se llega al punto de hacerse necesaria una reglamentación minuciosa de los procesos de elaboración de las diferentes calidades de paños mediante sucesivos proyectos de normativa y ordenanzas.

Un control cuyo principal objetivo es asegurar la calidad de los textiles y garantizar la profesionalización de los procesos productivos y mantener la proyección comercial. Entre la minuciosa y detallada cantidad de ‘leyes’ que componen las Ordenanzas generales del obraje de paños de 1511 (desde fines del siglo XV y a lo largo del siglo XVI se suceden los intentos normativos), están las que se refieren al sellado de los paños en sus fases de elaboración, y a las señales que deben llevar en sus orillos, de manera que reflejen de forma inequívoca la calidad concreta de lo que se pretende vender o adquirir; un marco legislativo que dio lugar a la creación de estos sellos distintivos.

Foto: pieza del mes de septiembre en el museo de Segovia/ Museo de Segovia