Dedicada a la danza desde que tenía ocho años, Eleonora Cassano es, sin duda, una de las grandes figuras de este arte en su tierra. Bailó durante siete años al lado de Julio Bocca, uno de los prodigios del ballet en el país del sur y fundador del Ballet de Argentina, y convirtió su talento en una forma de vida.
Manifestando sus ganas de regresar, Cassano asegura que en su espectáculo ‘Tango de burdel, salón y calle’ los asistentes al teatro Juan Bravo el próximo jueves 21 de octubre a las ocho y media de la tarde, se encontrarán con «un poco de la historia del tango, desde sus inicios y la llegada de los inmigrantes, hasta terminar con el tango electrónico.» El show, que fue creado para un festival en Verona, Italia, el año pasado, divide lo que ha sido el famoso ritmo argentino en cinco momentos: El nacimiento, Los burdeles, Los salones, La decadencia y El tango en las calles.
En la primera escena, el espectador podrá encontarse con el Hotel de los Inmigrantes un grupo heterogéneo se entretiene escuchando sus distintos folklores y mientras intercambian parejas enseñan unos a otros la manera de bailar cada ritmo. Asi es como hombres y mujeres de distintas nacionalidades se entremezclan al sonido de mazurkas, tarantelas y pasodobles, hasta que la llegada de un acordeón introduce los primeros compases de una música nueva, extraña y sensual que hace inevitable el acercamiento de sus cuerpos. Esto provoca un estallido de celos en uno de los hombres y un desenlace violento, que sella para siempre el carácter a la vez pasional y melancólico de esta nueva danza que más tarde se llamará Tango.
La segunda escena recrea el ambiente de 1920 y con él los prejuicios reinantes de esa época, hicieron que el tango fuera en sus comienzos bailado solamente entre hombres. Las mujeres decentes no podían participar de una danza considerada salvaje e inmoral, salvo en los burdeles donde el sensual acople de los cuerpos al bailar no era sino el preludio para fomentar fenomenalmente el negocio. También los prostíbulos eran los lugares indicados para que algún padre dejara en manos de la Madama la inciación sexual de sus hijos adolescentes.
Así, en la tercera escena puede verse cómo en los salones de la Alta Sociedad de los años 30 reinaban el vals, el charleston y el foxtrot. Poco a poco, la juventud de Buenos Aires –que descubre en el tango un mundo de bohemia y rebeldía- comienza a imponer se ritmo en las grandes fiestas de las familias más poderosas de Argentina.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial y llegando así a la cuarta escena, y con el auge de nuevos ritmos extranjeros como el rock, el twist y la balada pop, el tango comienza a ser desplazado lentamente del gusto de los jóvenes argentinos, que cada vez se alejan más de esa música que ahora consideran nostalgiosa y anticuada.
A finales de los ochenta y principios de los noventa y entrando ya en la quinta escena, cuando todo parecía perdido, los acordes inquietantes y geniales de un músico como Astor Piazzolla, que se atreve a modernizar su ritmo llevando la composición del tango a los más altos niveles de calidad imaginables, hacen que las nuevas generaciones vuelvan a identificarse con su ritmo y a imponerlo nuevamente en los sectores medios y altos de la Sociedad, aunque al principio deban luchar contra los detractores que consideran a esa música cualquier cosa menos “Tango”.
Y ya en pleno siglo XXI, el tango no sólo se vuelve a bailar en los modernos burdeles, en los grandes Salones, en las magnificas fiestas y en los más importantes Festivales Internacionales, sino también en medio de las calles de las grandes ciudades del mundo, entrelazando nuevamente los cuerpos de sus bailarines, igual que lo hicieron aquellos alegres y esperanzados inmigrantes que llegaron a este Nuevo Mundo a finales del siglo diecinueve.