En el Espacio Natural de las Hoces del Río Duratón se pueden hacer atractivas rutas por el Camino de San Frutos, un camino de peregrinación entre Segovia y la ermita del santo eremita.
El Camino de San Frutos atraviesa monumentos de gran valor artístico e histórico, así como bellos parajes naturales.
Tras las huellas de San Frutos, «el viajero recorre lugares escondidos que cuentan con importantes tesoros», invita Turismo Castilla y León.
Recorre 17 municipios partiendo desde Segovia capital, parando en villas como Pedraza, en el castillo de Castilnovo o en la histórica Sepúlveda, y culminando el trayecto en el Parque Natural del Río Duratón.
Además, en esta ruta se pueden visitar la Iglesia de la Vera Cruz en Zamarramala, la Iglesia parroquial de San Bartolomé en Basardilla y la Iglesia parroquial de San Vicente Mártir en Pelayos del Arroyo.
San Frutos
San Frutos nació en Segovia en el año 642, dentro de la última etapa visigoda, y en un tiempo en el que los reinos cristianos se hundían en la inestabilidad, lo que provocaría, años más tarde, la decisión del Califato de los Omeyas de avanzar y empezar la conquista de la Península Ibérica en el año 711 d.C., detalla la web de la Catedral de Segovia.
Este acontecimiento histórico fue muy importante para la vida del Santo, sobre todo, durante sus últimos años ya que su defensa de los cristianos de la zona segoviana y la lucha espiritual contra los sarracenos, provocaron milagros y obras que en la actualidad son reconocidos tanto por la Iglesia Católica y con gran devoción por los segovianos.
La familia del Santo, cuyos hermanos Valentín y Engracia serían clave en su camino pastoral, se vio sacudida por la muerte del padre. Según se escribe, gracias a la tradición y al traspaso del relato generación a generación, la herencia dejada tras la muerte del padre hizo reflexionar a los tres hijos sobre lo importante de la caridad y del servicio a Dios, muestra de su profunda fe y convicciones aprendidas dentro del seno familiar.
Tras dejar toda la herencia a los más necesitados, los tres hermanos decidieron abandonar el hogar familiar e iniciar un camino de retiro y oración, que según la tradición, acabaría junto a las hoces del río Duratón, dentro del término municipal de Carrascal del Río.
El entorno del actual Parque Natural de las Hoces del Río Duratón, que abarca varios municipios, está plagado de numerosas referencias al Santo. Una de ellas llega hasta el yermo en el que se encuentran las ruinas del convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, en el municipio de Sebúlcor, del siglo XII d.C. Es un punto clave dentro de la historia de San Frutos donde, según los relatos, la Virgen se apareció ante un pastor y le mandó que comunicara al prior San Frutos que se erigiera una talla en su nombre.
De los primeros años viviendo en cuevas naturales, San Frutos y sus hermanos, que se convertirían también en santos, construyeron una ermita para cada uno en este paisaje emblemático surcado por el Duratón. San Frutos se estableció en la cumbre, Valentín a media ladera en la llamada Cueva de San Valentín, con un difícil acceso a través de un pasillo natural, y Engracia junto al meandro próximo a sus hermanos y cerca del batán de su mismo nombre.
En la actualidad, se conserva la Ermita dedicada a San Frutos que data del siglo XII y construida sobre la visigótica, fundada por el Santo en el siglo VII. Este es el único resto de lo que en el pasado fue un conjunto monástico de la Orden de San Sebastián de Silos cedido en el año 1076 por el rey Alfonso VI y con actividad hasta el año 1836, cuando fueron expulsados por la desamortización de Mendizábal. Todavía hoy se conserva sobre el dintel de la puerta principal de la Ermita el escudo de Silos.
En esta zona fue donde transcurrieron la mayoría de los hechos y de los cuatro milagros que se le atribuyen. Uno de ellos, en vida, cuenta que el Santo convirtió milagrosamente unos toros prestados para edificar un santuario a la Virgen María en dóciles bestias de carga.
Los milagros de San Frutos
La vida del Eremita San Frutos, su especial dedicación a los más necesitados y espiritualidad atrajo a los cristianos que poblaban la zona de Sepúlveda, muy pendientes de la invasión musulmana que se había iniciado con el desembarco de Tarif ben Malluk en la isla de Tarifa. La división civil y política, y el enfrentamiento entre los reinos visigodos de la Península Ibérica hicieron que sucumbieran rápidamente a la invasión. La fecha establecida de la muerte de San Frutos es el 715, a los 73 años, ya con una Segovia bajo control musulmán.
Los últimos años vividos por el Santo son en los que se obra uno de los milagros que aún, a día de hoy, se puede rememorar si se visita la zona. Ante el asedio de los musulmanes en la zona del Duratón, los cristianos huyeron en busca de la protección del Santo junto a su Ermita. Ante la cercanía, y según escriben los relatos, el Santo hizo una raya con el báculo que portaba y una gran grieta se abrió ante los soldados sarracenos, que asustados, huyeron dejando en la zona un ambiente de misticismo y respeto. En la hendidura abierta, más conocida como cuchillada de San Frutos, se construyó un puente de piedra en 1757 que permite cruzarla.
Otro de los milagros por los que se recuerda al Santo se relaciona con su ahínco en la conversión de mahometanos y la defensa de Cristo como el Dios verdadero. Ya siendo anciano, San Frutos encontró a un sarraceno que blasfemando negó la Eucaristía y la presencia del cuerpo de Cristo afirmando que ni incluso un animal se comería la hostia consagrada. En este relato, San Frutos afirmó que ningún animal se atrevería a llegar al Señor. Colocó el pan consagrado con comida para un burro y el animal se arrodilló ante la hostia ocultada entre la comida.
Post mortem de San Frutos se le atribuye un último milagro, en el año 1225, conocido con el sobrenombre de La despeñada. En este caso, el Santo salvó la vida de una mujer a manos de su esposo que bajo sospecha de infidelidad le arrojó desde lo alto de la hoz ladera abajo. En agradecimiento, la mujer donó todos sus bienes y en la actualidad se puede ver una inscripción en el sillar situado en la puerta sur de la Ermita de San Frutos: “aquí yace sepultada una mujer de su marido despeñada y no morío i hizo a esta casa lymosna de sus bienes”.
En toda la provincia de Segovia son muchas las referencias, tradiciones y edificaciones dedicadas al Santo. La puerta principal de la Catedral de Segovia está dedicada a San Frutos, que preside con una talla hecha por Felipe de Aragón en 1611.
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