Si el verano terminó esta semana, sólo hubo un indicio de ello ayer en el Teatro Juan Bravo de la Diputación: sus puertas abiertas a una nueva temporada. La vuelta a la actividad. El regreso de la programación. Por lo que incumbe al calor, de éste sobró entre un público agradecido que, además, empezó a asimilarse en su cifra al de antes de la pandemia; con butacas de seguridad entre grupos convivientes, pero sin carteles que, sobre ellas, recordasen que llevamos un año y medio midiendo distancias. Sin palcos intermitentes también.

 

Así, con un aforo completo pero no lleno, el Juan Bravo recibía sobre su escenario uno de los espectáculos que más expectación lleva causando en los auditorios de toda España desde hace un año: ‘Los asquerosos’. Segovia no iba a ser menos y los lectores segovianos de Santiago Lorenzo se preguntaban, antes de que el telón se abriera, si la obra tendría el mismo inicio que la novela. Si el montaje se expresaría con los mismos términos; a veces sólo comprensibles gracias al contexto. Si la escenografía dejaría mostrar todo Zarzahuriel. O sólo la casa deshabitada habitada por Manuel. Si Madrid y Zarzahuriel estarían cerca. O lejos. O, como resultó, simplemente separados por una línea imaginaria que Miguel Rellán, el tío de Manuel, cruzaría como cruzó: cada vez que la detallada narración del texto le permitió entrar en casa de su sobrino como la novela de Santiago Lorenzo permite al lector penetrar, por momentos y hasta el fondo, en la solitaria aventura ermitaña del protagonista.

 

Por lo que respecta a la primera pregunta, la respuesta era no. La pieza dirigida por David Serrano comienza con el primer conflicto ya resuelto y los dos protagonistas tramando cómo evitar la búsqueda de la Policía y urdiendo la salida de Manuel hacia alguna ninguna parte. En cuanto a la duda del lenguaje, la adaptación de Jordi Garcelán y Jaume Buixó consigue romper la dificultad de muchas de las expresiones de Lorenzo alternando diálogos de ambos personajes con narraciones fuera de escena, principalmente realizadas por Miguel Rellán, y con una soberbia actuación de Secun de la Rosa, capaz de soltar, rápido y sin respiración algunas de las frases más necesitadas de pausa y reflexión –para su comprensión- del escritor. Esto, unido al humor seco con el que ya cuenta ‘Los asquerosos’, desembocaba en las risas de unos espectadores cada vez más convencidos, si no lo estaban ya después de haber leído el libro, de su inalienable mochufez.

 

Con una escenografía desdoblada y multiplicadora de atmósferas que convertía la fachada de la casa despoblada en el salón del piso madrileño o en el interior de la morada morroñosa, el montaje, al igual que el libro, llegaba a su punto de inflexión con Secun de la Rosa y Miguel Rellán espalda contra espalda en el centro del escenario y la irrupción de los asquerosos en Zarzahuriel. A partir de ese momento, iluminado por una única bombilla, el ingenio de escritor, protagonista, adaptadores y director terminaba de brillar con la intensidad de una cocina moderna y Secun de la Rosa y Miguel Rellán acababan de convencer al público de lo asquerosamente buenos intérpretes que son.