Joyero, fotógrafo, guardia civil, sepulturero, taxista, policía nacional, hostelero, militar, comerciante, magistrado, chapista, estudiante, camarero, mecánico, funcionario, obrero, calderero, secretario de ayuntamiento, electricista, analista químico, ama de casa, dependienta… Todos ellos, trabajadores, tienen algo en común: murieron asesinados a manos de ETA. Todos ellos, además, habían nacido en Castilla y León. 

Desde que ETA iniciara su carrera criminal, personas de todas las edades y condiciones han sido víctimas de la barbarie terrorista en su huida hace delante. Muchas de ellas fueron buscadas, eran diana de los etarras por cualquier enrevesado argumento, otras murieron por absurdas casualidades. En la Comunidad, la huella de ETA ha quedado grabada en 139 familias, las de las 139 víctimas mortales nacidas en los pueblos y ciudades de Castilla y León. Son 139 muertes que convierten a la Autonomía en la segunda que más ha sufrido la violencia abertxale, si es que esta comparativa es posible, por detrás del País Vasco, donde se han llorado 178 muertos. Después le toca el turno a Andalucía, donde la marca etarra se mide en 121 pérdidas.

De Andalucía y Castilla y León partieron numerosos guardias civiles y policías nacionales que nunca más volvieron a casa, pero también trabajadores que buscaban en el industrializado País Vasco un futuro mejor. No lo encontraron.

El primer asesinado por la banda poco o nada sabía de ETA. Fermín Monasterio Pérez era taxista, nacido en Burgos en 1931. La víctima murió en abril de 1969 de cuatro balazos a manos de un etarra que huía, y que no fue detenido hasta 1998. Dejaba esposa y tres hijas, una familia rota que hubo de conformarse con la colecta de 100.000 pesetas realizada entonces por el gremio de taxistas, como recogía el diario ABC.

Fermín Monasterio se resistió a seguir las indicaciones del etarra malherido que llegó a su coche. Era Miguel Echeverría Iztueta, que ante la resistencia no dudó en descerrajarle cuatro tiros. Lo echó al suelo, se puso al volante y continuó su viaje de Bilbao a Burgos.

Desde ese día de 1969 hasta el fatal 30 de julio de 2009, cuando Carlos Enrique Sáenz de Tejada, con 28 años, se convertía en el último asesinado por la banda, el rosario de víctimas mortales se ha ido sucediendo. Carlos, también de Burgos, y guardia civil de profesión, murió junto a su compañero Diego Salvá en el último atentado de la banda, en Calviá (Mallorca). En El Diario de Burgos, su madre lamentaba que “no hubo manera de hacerle cambiar de idea”. “Yo tenía la intuición de que algo le iba a pasar”.

 

En la trastienda de una armería

El 26 de noviembre de 1981, Manuel Hernández Seisdedos, natural de Salamanca, se encontraba en la trastienda de la armería de su propiedad en Getxo (Vizcaya), junto a sus dos hijas. Un terrorista entró y, mientras su compañero esperaba en la puerta, le asestó un tiro moral. Una de sus hijas, de cinco años, fue quien dio aviso.

Gregorio Hernández Corchete, de Araya (Salamanca), era calderero. Tenía sólo 27 años cuando acudió a renovar el permiso de armas de su escopeta de caza al cuartel de la Guardia Civil de Leiza (Navarra). Un grupo de etarras ametralló el cuartel. Murió. Estaba casado y tenía tres hijos de uno, dos y tres años.

La historia de Manuel Vicente González, secretario de Ayuntamiento, natural de León y con 43 años, resulta aún más truculenta. Los terroristas fueron a buscarlo como medio de marcar su posición política en la disputa que mantenían PSOE y PNV respecto a si el nombramiento de los secretarios debía depender del Gobierno o de las instituciones forales. El asesinato de Manuel fue su particular manera de marcar posiciones.

Jesús Ildefonso García, natural de Alcazarén (Valladolid), fue asesinado delante de su hija cuando acababa de recogerla del colegio. Era analista químico y, al parecer, fue confundido con un policía.

Hipercor también dejó su rastro de dolor en Castilla y León. Entre los 21 fallecidos se encontraba Milagros Amez Franco, dependienta y natural de Laguna Dalga (León). Tenía 43 años y era madre de dos hijos. El destino quiso que ese día se acercara al supermercado a hacer la compra.

Epifanio Benito Vidal, de 27 años y nacido en Villardondiego (Zamora), fue buscado y asesinado cuando salía del Garaje Avenida, donde trabajaba como chapista. La banda reivindicó el atentado asegurando que Epifanio estaba relacionado con los cuerpos policiales. Era el 25 de octubre de 1978.

Antes, el 14 de septiembre de 1974, dos castellanos y leoneses perdieron la vida en el atentado de la Cafetería Rolando de Madrid. Una era la joven estudiante burgalesa María Ángeles Rey Martínez, de veinte años, que se encontraba en la capital para presentarse a un examen. Junto a otras compañeras, se acercó a la cafetería a comer algo cuando estalló la bomba. Su padre, Francisco Rey, cogió un taxi que le llevó de Burgos a Madrid para reconocer el cadáver y enterrarla. “Por apenas unos metros mi hija no se salvó”, se lamentaba.

 

En territorio regional

Pero la banda también ha actuado dentro del territorio de la Comunidad en tres ocasiones, dejando un rastro de tres muertos. El 22 de diciembre de 1995 la víctima fue Luciano Cortizo, comandante de Artillería destinado a León, aunque era natural de Orense, casado y con dos hijos. Una bomba lapa adosada a los bajos del coche le costó la vida. La tragedia pudo ser mayor porque con él viajaba su hija, de dieciocho años, que salió gravemente herida, y porque el artefacto estalló en pleno centro de la ciudad.

Antes, el 2 de septiembre de 1992, ETA asesinaba en Salamanca al coronel Antonio Heredero Gil. El método fue similar aunque en esta ocasión la bomba estaba colocada bajo el asiento del conductor. Tenía 55 años y era natural de Zaragoza, pero llevaba viviendo en Salamanca más de 20 años. La ciudad se volcó en su despedida, ya que casi 3.000 personas acudieron al funeral.

Hay que remontarse hasta el 26 de junio de 1977 para encontrar la tercera víctima mortal de ETA en Castilla y León. Valentín Godoy, miembro de la Policía Armada, fue asesinado de tres tiros sin testigos. Su cuerpo apareció dentro de su coche en la localidad de La Puebla de Arganzón.

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