No tienen vida propia, pero podrían tenerla. Los libros, además de haber servido para difundir la cultura durante siglos, han narrado de forma anónima y bajo el nombre de miles de autores las hazañas de reyes, clérigos, gobiernos de todo el mundo y hasta mundos y seres que solo existieron en la mente de su creador. Millones de hojas de papel, encuadernadas en forma de libro, forman parte de las miles de bibliotecas públicas y privadas en las que duermen auténticas obras de arte y piezas de coleccionista que, en pleno siglo XXI, están al alcance del bolsillo de casi todos.

La IX edición del Salón del Libro Antiguo de Burgos congrega durante cuatro días a catorce libreros de distintos puntos del país que ofertan a distintos precios obras de todas las épocas y para todo tipo de público. Tebeos, libros de Medicina e Historia, miniaturas, Biblias, novelas de caballería, romanceros e incunables que hacen las delicias de los bibliófilos que hay en nuestro país.

“Los compradores de estas piezas saben que los libros que tenemos son piezas que sólo pueden pasar una vez por sus vidas”, destacó uno de los organizadores en declaraciones a Ical. Es precisamente ese ultimátum que ofrece este tipo de ferias el que hace a los compradores y coleccionistas lanzarse a ese ‘ahora o nunca’ y pagar, en algunos casos, cantidades que superan los 6.000 euros.

Ser coleccionista de libros no es algo demasiado habitual en los tiempos que corren y menos si se tiene en cuenta que la mayoría de los volúmenes de mayor reconocimiento se encuentran en destacadas bibliotecas. Sin embargo, los amantes de la literatura antigua recorren kilómetros para poder hacerse con alguno de los libros que faltan en las estanterías de sus casas. Este es el caso de Matías, un madrileño que no dudó en acercarse hasta la capital burgalesa porque sabía que en el Monasterio de San Juan había un documento en latín que buscaba desde hace décadas.

La paciencia se convierte en una máxima para los amantes del coleccionismo. Muchos de los propietarios de colecciones de manuscritos y volúmenes antiguos invierten parte de su vida, algunos incluso heredan la tradición de sus antepasados, en buscar un libro que saben que es “imprescindible”.

 

Poco común

Entrar en el Salón del Libro Antiguo de Burgos es adentrarse en una librería improvisada donde la imaginación del lector parece quedarse corta. Hay libros de todos los estilos y para todos los gustos, inclusive manuscritos y piezas que un comprador no podría encontrar en un centro comercial al uso. A la venta, y por un precio que oscila entre los 100 y 300 euros, se ofertan manuscritos jurídicos en los que puede leerse el procedimiento que se seguía en el siglo XVIII cuando una persona fallecía y dejaba su herencia.

Los amantes de la tauromaquia también pueden encontrar un buen reclamo. Carteles de las corridas más famosas de la Monumental de Bilbao y Las Ventas se encuentran allí. Del mismo modo, documentos eclesiásticos rescatados de la quema de los conventos que tuvieron lugar durante la II República y que actualmente son auténticas piezas de arte.

 

Auténticos tesoros

Una de las ediciones mejor conservadas y más antiguas de ‘La Celestina’, de Fernando de Rojas, impresa en Burgos en 1835, comparte protagonismo con un ‘Auto de Fe’ de la Inquisición de 1632. Los tesoros del Salón, a pesar de encontrarse protegidos en vitrinas de cristal, también se encuentran a la venta a precios que pueden alcanzar, en algunos casos, los 10.000 euros. Se trata de volúmenes únicos en el mundo que, en algunos casos, pertenecieron a nobles y a clérigos.

Aunque los libreros no se atreven a decir qué libros son únicos, consideran que los manuscritos son “irrepetibles”, porque fueron escritos por una sólo persona en un momento y lugar determinado. Algunos de ellos dan cuenta de la evolución que ha sufrido el castellano y otros sirven de estudio a traductores que se atreven a descifrar los secretos del gótico castellano del Medievo.

 

¿Desaparecerán?

Carlos Alhuete es un librero de Algorta (Vizcaya) que heredó de su familia su pasión por los libros antiguos. Desde niño ha visto en su casa y en la librería que posee cómo libros de papel de todas las épocas, temáticas y formatos han colmado de felicidad a quienes los han adquirido. Él lo tiene claro, “el libro de papel no desaparecerá porque tiene algo especial que no tiene una pantalla”.

Como él, son muchos los libreros que sostienen que el gusto por el papel es “algo que va más allá”. Una mezcla de sensaciones que se produce cuando el lector pasa una página y siente el tacto de sus hojas e inclusive su olor.

Pese a este sentimiento de amor por el papel, son muchas las voces que afirman que el libro de papel tiene las horas contadas. Desde la Asociación de Libreros de Burgos se confía en que este formato y el digital (eBook) puedan coexistir en el tiempo porque no vislumbran un futuro en el que las librerías se llenen de pantallas “sin una portada de atraiga el interés del comprador”.

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