El Parque Natural de las Hoces del Río Riaza (Segovia) sigue ganando interés en plena crisis. Los visitantes que pasaron por su sede, la Casa del Parque, aumentaron un once por ciento durante 2013 hasta superar los 6.000, y en lo que va de 2014 mantiene un crecimiento parecido que le permite acercarse a los registros de 2011.

Entretanto, permanecen “más o menos” controladas especies exóticas como el cangrejo señal, que por un lado perjudica al autóctono pero, paradójicamente, ha facilitado la presencia de la nutria por servirle de alimento.
El director conservador de este espacio protegido del nordeste segoviano, Rafael Marina, se muestra satisfecho con tales cifras en una época en la que “no se cuenta con mucha financiación”, reconoce en declaraciones a Ical. No obstante, “los recursos que hay se van utilizando con mucha cabeza y colaborando siempre con otras organizaciones”, añade en alusión a iniciativas como el convenio firmado el pasado mes de julio por la Confederación Hidrográfica del Duero y WWF para trabajar de forma conjunta en la conservación de este entorno.

Los emblemáticos cortados rocosos que abrigan la vida de medio millar de buitres leonados (además de alimoches, halcones comunes, cernícalos vulgares o búhos reales) cumplen 40 años desde que se catalogaron como Refugio de Caza (1974), aunque su declaración como parque data de enero de 2005. “Estamos muy contentos con los resultados de estos años y con la colonia de aves rupícolas que hay”, prosigue Marina, para quien “el parque está en una situación muy buena, va aumentando sus visitantes y encajando su uso público”.

Su zona de influencia socioeconómica (ZIS) ronda las 14.000 hectáreas, aunque el parque como tal ocupa 6.470 repartidas por Maderuelo, Valdevacas de Montejo y Montejo de la Vega de la Serrezuela. En este último municipio se encuentra la Casa del Parque y, a falta de otras referencias para medir con precisión el número de visitas que recibe en total cada año, Marina se guía por los que pasan por la sede.

Lejos quedan todavía los 8.177 visitantes contabilizados en 2011 en la Casa del Parque, después de que en 2012 la cifra se redujera a 5.482. Sin embargo, aumentó un 11,8 por ciento en 2013 para alcanzar entonces los 6.118, y este año se mantiene esa tendencia positiva con unos 4.000 en los siete primeros meses.

Ajuste horario en la Casa del Parque

Aunque lo curioso de estas cifras, como apunta el director conservador del parque, está en el hecho de alcanzarlas cuando el tiempo de apertura de la sede se ha reducido en torno a un 40 por ciento en los últimos años: en 2011 permaneció operativa 2.606 horas, frente a las 1.632 de 2012 y las 1.570 de 2013. En proporción, por tanto, la frecuencia de visitas a la Casa del Parque casi se ha triplicado: en 2011 recibía diez cada seis horas y media, y el año pasado, diez cada dos y media.

“En total hemos subido las visitas casi un 20 por ciento en dos años, así que vamos bien”, incide Marina, que cree que a nivel turístico el parque se puede estar beneficiando de la crisis “en el sentido de que hay otras ofertas de ocio a las que igual no llega la población por su falta de recursos, y ve esta como una alternativa más amable y asequible”.

Por edades, son mayoría los visitantes de entre 18 y 65 años con 3.312 contabilizados en 2013, el 54 por ciento del total. Superan así a los menores de 12 (1.407 y 22,9 por ciento), el grupo de 12 a 18 años (852 y 13,9) y el de los mayores de 65 (547 y 8,94).

En cuanto a las regiones de procedencia, el parque maneja en sus estadísticas el número de visitas, no de visitantes, de modo que cada una de ellas representa a un grupo con un tamaño sin determinar. Y llama la atención el cambio de tendencia de los últimos años, en los que la Comunidad de Madrid ha superado a Castilla y León con 603 y 591 visitas en 2012 y 2013, respectivamente, frente a 432 y 570.
De hecho, sorprende que haya provincias castellanas y leonesas que el año pasado no aportaron ni una sola visita al parque, casos de Ávila y Zamora. En el otro extremo se sitúa Burgos, cuya frontera casi limita con este espacio y contabilizó 225, por delante incluso de Segovia (215), aparte de Valladolid (96), Soria (17), Palencia (8), Salamanca (7) y León (2).

Especies exóticas invasoras

Los controles de especies exóticas invasoras son frecuentes en el parque segoviano: “A la vez que los muestreos hacemos campañas del galápago leproso, por ejemplo, y de la población del galápago de Florida”, explica Marina. “Se les saca y se les lleva al centro de recuperación para no dejarles en el medio y que compitan”. La almeja asiática “también se va retirando fuera del parque”, dado que tanto esta como las anteriores “sería preocupante si se dejaran, pero están más o menos controladas”.

En cuanto al cangrejo señal, “es una especie exótica que se ha instalado, pero es exótica”, prosigue el director del parque. En su presencia influye mucho la calidad de las aguas, “lo que ocurre es que está sirviendo de recurso trófico a la nutria de una manera importante, por lo que entonces hay que manejar esto con mucho cuidado”. Por tanto, “si queremos que la nutria esté aquí tiene que tener un recurso trófico suficiente para que las poblaciones estén alimentadas”.
Aparte de las especies exóticas, WWF recordaba el mes pasado un problema de conservación que viene de lejos: los “muchos municipios” que todavía hoy vierten sus aguas al río sin depurar; y durante este año también ha lamentado una “escasez presupuestaria” que “impide que se logren los objetivos de conservación de las Hoces” ante la “falta de dinero para vigilancia o investigación”. Otras cuestiones sí podrá abordar la organización conservacionista junto a la CHD en los próximos años, como la restauración de bosque de ribera en zonas donde se ha sustituido por cultivos o plantaciones y la eliminación de azudes en desuso que suponen un obstáculo para los peces.

Por otro lado, Marina advierte de la importancia de mantener relativamente controlado el entorno del parque: “La mayoría de las aves rupícolas que están aquí cazan fuera y se alimentan en muladares”. No en vano, apunta que los buitres y los alimoches cubren distancias de 30, 40 y 50 kilómetros para comer “restos de ganado, caza o animales que se mueren”, por lo que es una fauna “muy ligada al territorio circundante”. En resumen, una suerte natural y vital de equilibrios ecológicos para mantener la salud de un parque que sigue en progresión.