Cuando te dedicas a esto, a escribir, unas veces tienes suerte de contar historias preciosas y otras, en cambio, con tan sólo unas horas de diferencia, te hacen enfrentarte a auténticas tragedias.
No conocía a Alejandro Garvía, no personalmente, o al menos yo no lo recuerdo. Sé que hemos coincidido en numerosas ocasiones, me han hablado de él y, además, recibió un premio que, un año más tarde, me lo otorgaron a mí: Joven Emprendedor de la Federación Empresarial Segoviana. Todo ello, sumado al emprender en Segovia me hacía tener cierta simpatía a una persona a la que, sin conocerla, en cierto modo, me sentía ‘cercana’. Paradojas del destino.
El jueves, cuando apagaba el ordenador en un apartamento en la playa, donde descanso unos días junto a mi pequeña familia, entró un escueto comunicado del PP lamentando su muerte. No conozco a su familia, tampoco a su padre pese a ser concejal, y ni siquiera les había asociado pero, en ese momento, una profunda tristeza se apoderó de mí. Tras un par de llamadas fui hilando los detalles de una trágica historia, pero real, tan sólo una hora antes y a 600 kilómetros de donde me encontraba se había producido un fatal accidente.
Subí la noticia a Segoviaudaz.es y apagué el ordenador pensando que, mientras yo escribía, una familia estaba rota por el dolor, lloraba la pérdida de un chico de 29 años que se ha marchado demasiado pronto. La noticia, tratada desde el máximo respeto, se convirtió en un tributo póstumo a su persona. Poco a poco llegaban comentarios y sentimientos de personas que conocían a ‘Alex’ y que decidieron, supongo que como yo hago ahora, desahogarse escribiendo.
Debo confesarles que no es la primera vez que tengo esta sensación. Recuerdo en mi etapa de redactora en El Adelantado la pérdida de un estudiante de la Universidad de Valladolid. Le buscaron (yo también le busqué) un par de días hasta que apareció su cuerpo. No pude evitar llorar, al igual que lo hice cuando un anciano se perdió en Zamarrala y mi entonces compañero, el fotógrafo Juan Martín, me miraba con ternura diciéndome que aparecería, pero no vivo. No se confundió. Pasan los años y, con tristeza, no puedo más que sentir alivio de que estas cosas me sigan afectando, alejándome de la frialdad de las informaciones de sucesos.
Hace ahora dos años, cuando diseñé Segoviaudaz.es lo hice, precisamente, con el deseo de mantener siempre el respeto en este tipo de noticias (como la mayoría de los medios, no lo dudo), en las que el límite entre información y lo que no lo es (digámoslo así) sólo se separa por una fina linea. Soy de las que piensa, y quiera Dios que no me vea en la tesitura, que si mi familia fuera tristemente protagonista de una historia tan trágica no quisiera verme como portada de una web, de un periódico o en titulares de informativos. Me causa horror cada vez que lo pienso, al igual que me causó horror ver las imágenes del 11-M. ¿Eran necesarias?. No lo creo.
Lo reconozco, quizá no sea una actitud muy profesional ya que este tipo de informaciones pueden incluso triplicar la audiencia pero yo, personalmente, no soy partidaria de ellas, no cuando el criterio que impera no es meramente informativo.
Desde aquí, sólo me queda mandar un abrazo a aquellos que leyendo estas líneas estén sufriendo por la muerte de Alejandro, decirles que aún sin conocerle (y probablemente sin conocerles a ustedes) mi cabeza no puede dejar de pensar en él. Quizá, el hecho de haber sido madre recientemente me hace ver que nada puede ser más duro en esta vida que perder a un hijo. Por ello, para sus padres, su hermano y su pareja sirvan estas líneas para trasmitirles todo mi pesar, todo mi respeto y todo mi apoyo en unos momentos tan terriblemente duros.
Descansa en paz Alejandro… y vuela alto.