La presidenta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Belén Barreiro Pérez-Pardo, defiende la labor que realiza este instituto de opinión, dependiente del Ministerio de Presidencia, y cuyo trabajo cobra especial relevancia en las fechas previas a las citas electorales. En una entrevista concedida a Ical, durante una visita a Segovia esta semana, asegura que muchos estudios que hacen empresas privadas tienen un limitado valor científico por el tamaño de las muestras, y defiende el prestigio del CIS sobre los institutos de opinión de otros países europeos.
A menudo se critican las encuestas, ¿considera que está bien valorado el trabajo que hacen?
La verdad es que no. De hecho tenemos estudios sobre cómo los ciudadanos ven las encuestas, y se produce una paradoja curiosa: la gente habla mal de las encuestas pero al final todo el mundo las mira, las analiza y las utiliza. Uno llega a preguntarse que, si están cumpliendo una función tal útil, hasta qué punto son ciertas esas críticas. Es un tópico hablar mal de las encuestas, pero se utilizan para trabajos de investigación en periodismo, trabajos de investigación en ciencias sociales y, en general, para conocernos mejor a nosotros como sociedad.
Y los poderes públicos, ¿las emplean?
Sí. El CIS cumple una misión importantísima de trabajar codo a codo para tratar de conocer el estado de opinión en diversos aspectos como el sistema sanitario y otros que permiten luego preparar y diseñar políticas sociales.
Ha estado esta semana reunida en Segovia con técnicos de otros institutos de opinión, ¿cuál ha sido el objeto de este encuentro?
Es la cuarta vez que se produce una reunión sobre la opinión pública en el Estado autonómico. Arrancaron en 2006 y tienen un trabajo continuo. Nos reunimos con otros entes públicos que tienen la misma misión, hacer encuestas de opinión, y que trabajan en el ámbito autonómico, a diferencia del CIS que lo hace en el nacional. Pero la metodología es prácticamente similar. Comentamos cómo nos organizamos, cuáles son los problemas en que nos encontramos, cómo los solucionamos, etc.
¿Hay mucha disparidad en los modos de pulsar la realidad por parte de los diferentes institutos de opinión públicos?
Hay algo que es propio del CIS y casi único, que es la encuesta presencial; no se hacen por teléfono, sino yendo al domicilio del entrevistado. Quitando esa peculiaridad que nos hace ser más cuidadosos en la toma de datos, que permite al CIS hacer estudios más complejos, y hablar con más tranquilidad con el entrevistado, frente a las entrevistas telefónicas, que son más puntuales; quitando eso, los institutos autonómicos tienen a funcionar con los mismos procedimientos. Así, intentamos unificar también una serie de preguntas. De hecho, uno de los objetivos de estos encuentros es contrastar las variables sociodemográficas: aquellas preguntas que se relacionan con las características del individuo, profesión, nacionalidad… Así, vamos ajustando esa pregunta a la propia evolución de la sociedad. Por ejemplo, hace diez años no era relevante incluir en las encuestas la pregunta sobre nacionalidad, y hoy lo es aunque se haga la encuesta a la población española. Tenemos que ver cómo evoluciona la población extranjera en nuestro país. Si hablamos de religión es relevante la nacionalidad porque hay que ir viendo cómo el proceso de secularización nos lleva a preguntarnos si el individuo va a misa u otras cuestiones relacionadas con costumbres como la enseñanza de los hijos, etc.
¿Encuentra problemas el CIS con la nueva Ley de Protección de Datos?
No. El CIS ‘anonimiza’ todas sus encuestas. Los datos se recogen y, como establece la normativa del CIS, se procede a hacer anónimas todas las encuestas, de modo que sólo sabemos datos que no permiten identificar personalmente a los que responden.
¿Condiciona mucho la disponibilidad económica a las encuestas y los estudios sociales?
Sí, es un factor muy relevante. Es un factor en el que el CIS está en mejor situación que otros institutos. En concreto, hay casos como el grupo de opinión pública de Castilla y León que está pasando por serias dificultades económicas. Tiene un grupo interesante en la Universidad de Salamanca que sí está en dificultades. El CIS, en cambio, tiene un presupuesto estable. El CEO catalán, por ejemplo, también lo tiene.
La actual crisis económica, ¿le ha afectado al CIS?
Sí le ha afectado como al resto de la Administración pública. Ha habido recortes que también se han notado en el CIS, tanto en el ámbito de encuestas como de publicaciones. Hemos tenido que hacer ajustes relevantes aprobando un plan de austeridad que nos obliga a ser mucho más disciplinados con el gasto; pero aún así conseguimos hacer el mismo número de estudios.
¿Cuántos estudios hace anualmente el CIS?
Unos 30 ó 35 al año, que vienen a ser unas 100.000 entrevistas, que es como se debería medir el trabajo del CIS. A menudo los estudios incluyen 10.000 entrevistados y otras veces 2.500. Pero en total hacemos unas 100.000 consultas al año.
Cuando se publican en los medios de comunicación las estadísticas, se tiende a ver cierta politización de sus resultados, ¿tiene fundamento esa crítica?
El CIS tiene una gran virtud que es la difusión de los datos, y podemos decir que la institución líder en la difusión de datos es el CIS. Desde enero de este año, los datos que vamos realizando se ponen a disposición de todos los españoles en la página web. De ahí puede descargarse la matriz de la encuesta en su totalidad para ver todos los detalles. El objetivo que nos hemos planteado es que de aquí a finales de 2010 todas las encuestas que se han realizado desde 1995 estén a disposición del público.
¿Cómo está España en materia de investigación sociológica respecto a otros países de la UE?
Está bastante bien gracias al CIS. Es verdad que es el único instituto que hay en España con un respaldo público como el que tiene. En otros países, se organizan a través de las universidades, con un presupuesto mucho más reducido y son pocos los países que disponen de series temporales, estudios o encuestas que se repiten a lo largo del tiempo y que arrancan en el periodo de la transición. El CIS nació a finales del franquismo, pero los barómetros de opinión pública se empiezan a hacer en el año 1969 y, por tanto, disponemos de una serie larguísima de encuestas que están midiendo lo mismo o bien todos los meses, o cada cuatro meses, como hacemos con la intención de voto.
¿Cuál es el error más común de los estudios de opinión a la hora de plantear las encuestas?
En general, el problema que veo es que muchas encuestas trabajan con muestras muy reducidas. Por eso, el trabajo que hace el CIS es un lujo. Hay trabajos que se están publicando que son serios y científicos con márgenes de error admisibles, que incluyen a 500 entrevistados, pero nunca es una encuesta con menos de 2.500, donde los márgenes de error son mucho más reducidos.
¿Y los que hacen las empresas que suelen publicar los medios de comunicación de forma periódica?
Algunas me parecen muy interesantes y que están muy bien planteadas. El problema es que hacen muestras muy pequeñas y la validez científica es menor. Es una cuestión de tamaño muestral. Las preguntas están bien planteadas, pero otras veces me gustan menos porque son poco objetivas.
¿Hay mucha relación entre el CIS y las empresas privadas que hacen encuestas?
Sí hay buena relación y es además de bastante fraternidad. Nos llamamos para compartir problemas y resolver dudas. A la hora de medir diversas cuestiones es habitual que nos consultemos.