Audaces fortuna juvat, la fortuna ayuda a los audaces, esta famosa cita del filósofo romano Publio Virgilio la utilizamos a menudo cuando queremos dar a entender que quien asume riesgos es el que obtiene beneficios. Aunque ser audaz en muchas ocasiones conlleva incomprensión o envidia, lo cierto es que sólo quienes se deciden aciertan o se equivocan y es la decisión lo que quizá distingue al audaz.
Audacia y osadía no son lo mismo, aunque hay quienes afirman que la línea que las separa es muy tenue, yo más bien creo que distan un largo trecho. Entre ser audaz y ser osado hay la misma diferencia que entre la genialidad y la locura, o sea, la inteligencia. El audaz, además de inteligente, ha de ser reflexivo. Piensa y sopesa, valora y compara para tomar la mejor alternativa. Y la mayoría de las veces es un camino que hay que abrir, innovador, complementario o paralelo que cuando vemos pensamos ¿y cómo no se me ocurrió a mi?, o bien: ya se me había ocurrido, pero…. El pero es que no nos decidimos, ese el el problema.
No hay nada malo en decidir que no. A diario hablo con personas que no acaban de decidirse a arrancar un negocio; aprobar un pedido; tomar una vía alternativa. Y por supuesto que muchas han reflexionado y sopesado los pros y los contras y deciden no hacerlo porque el resultado del análisis no les empuja. Hacer lo contrario, es decir, lanzarse cuando todo está en contra, sería una osadía o una locura.
Si algo distingue a los audaces, es que cuando los escuchas entiendes perfectamente que su decisión es la más acertada para ellos y sus circunstancias y que aunque haya otras alternativas, suele estar bien fundamentada, basada en un análisis, que a menudo no se hace del todo conscientemente, como Punset tan bien explica, pero que es totalmente válido. Por definición, el audaz tiene los pies en el suelo, es consciente y respeta los límites de su análisis; sabe cuándo roza la osadía y debe parar o retroceder. Está convencido de lo que hace y lucha por conseguir sus objetivos. Como dijo Jackson Brown, lamentaremos más lo que no hicimos, que lo que sí llevamos a cabo.
Lo que quizá no nos demos cuenta es que la fortuna no siempre sonríe y que las lágrimas están presentes en el proceso en igual o incluso mayor proporción y que ambas son inseparables, vienen en el mismo paquete como se suele decir. Por ello tienen todavía más valor y me merecen respeto y admiración todos aquellos que, a pesar de que la realidad les encoja el estómago, deciden emprender aventuras empresariales y personales, tantas veces interconectadas, con la alegría puesta y el ánimo dispuesto a seguir adelante.
Luis Miguel Pascual
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