“Soy María José Frías. Hago títeres desde que soy niña. Mi trabajo es inseparable de mi vida y de lo que me interesa de la vida, porque me permite investigar sobre las cosas que me gustan y me conmueven, además de evolucionar como persona y compartir todo esto con los demás”. Sincera y directa, rebosante de creatividad y armonía, así es la fundadora y el alma de Títeres de María Parrato, una mujer que en 2014 cumplirá tres décadas creando y poniendo en escena historias mágicas, que han hecho y harán soñar a niños y mayores de todo el mundo.

Su romance con el teatro nació en su misma infancia, cuando las compañías ambulantes que llegaban a su Cabezuela natal despertaron en ella la necesidad de crear sus propios títeres para dar vida a las infinitas historias que bullían en su imaginación. Todo comenzó a cobrar forma en 1984, cuando apenas contaba con 14 años y la Caja de Ahorros de Segovia le propuso organizar una función de títeres en la biblioteca de la localidad. El resultado del envite fue ‘La flor de la lluvia’, un montaje que puso en marcha junto a su primo Iñaki con el cual comenzaba a andar su primera compañía: Kiriki.

“Todas las cosas que haces de pequeño y te llegan tanto no las puedes olvidar nunca”, reconoce sobre una etapa en la que no dejaron de poner en escena montajes como ‘Una tarde de merienda’ o ‘Los godofrodos burlones’, todos ellos compartiendo una misma técnica: títere de guante en la típica ventanita. “Buscábamos crear un divertimento, plantear un conflicto, ganarnos a los niños y que finalmente la trama se resolviera y todos se fueran felices a sus casas”, recuerda.

El trabajo con los más pequeños fue gratificante (“que un niño tenga la experiencia de ver algo que le toque su almita para toda su vida es un tesoro”, asegura). Aquellas historias iban calando en los espectadores pero también en la joven artista, que tras culminar sus estudios de Bachillerato en Cantalejo se trasladó a Madrid para licenciarse en Bellas Artes, en la especialidad de Diseño.

Sintiéndose incompleta, reemprendió su itinerancia vital asentándose temporalmente en París, donde conoció la Escuela Internacional de Teatro de Jacques Lecoq, cuya metodología aprendería después en Madrid de la mano de María del Mar Navarro. En 1995 retornó a Madrid y retomó la actividad de Kiriki con la producción ‘Orellana o el descubrimiento del Amazonas’, una obra basada en los textos de Fray Gaspar de Carvajal. Un año más tarde establecía la sede de Kiriki de forma estable en Madrid, donde puso en pie el montaje ‘Araucania’, y en 1997, junto a Paloma Martín-Mozo, una excompañera, convirtió Kiriki en Títeres de María Parrato.

El nombre era un guiño poético a la sensibilidad femenina, y la nueva formación coincidió en el tiempo con la entrada en su vida de Mauricio Zabaleta, productor de la compañía y director de buena parte de los montajes, además de compartir dos hijas con María José: Atoin, a punto de cumplir los doce años, y Luna, que acaba de llegar al mundo el pasado mes de octubre.

Juntos han creado espectáculos en solitario o en coproducción con otras compañías como ‘Hace muchas lunas’ (1998), donde personajes de sombra narran historias jíbaras que pasan de generación en generación alrededor del calor de un fuego; ‘Las andanzas de Pepitín’ (1998), ‘Canción de Navidad’ (Premio La Celestina a la Mejor

Aportación al Teatro infantil 1999) o la poética historia de amor y amistad ‘El gato Manchado y la golondrina Sinhá’ (Premio al Mejor Espectáculo y Premio a la Mejor Dirección en FETEN 2000).

Con la nueva década se establecieron definitivamente en Turégano, desde donde han dado forma a obras tan laureadas como ‘No te asuste mi nombre’ (una profunda y emocionante reflexión en torno a la muerte que les valió el Premio al Mejor Texto en FETEN 2005) o ‘Ping. El pájaro que no sabía volar’ (una fábula sobre el descubrimiento del mundo de un pingüino que les valió el Premio Max 2007 al Mejor Espectáculo Infantil).

Con sus montajes han recorrido toda España y muchos países de Europa y América, y los reconocimientos continuaron con ‘Palabras de caramelo’, una fábula sobre un niño sordo y un joven camello que fue merecedora del Premio FETEN 2009 al Mejor Espectáculo. En enero de este año estrenaron en el Centro Cultural de Cascais (Portugal) su último montaje hasta la fecha: ‘Caminos’, un espectáculo que reconcilia a los más pequeños con objetos y elementos primarios, y que supone un salto más en su proceso de investigación creativa.

“Cada obra nos ha dado siempre varios momentos muy emocionantes. Si tuviera que elegir entre todas ellas no sabría hacerlo. Es como con los hijos, no puedes elegir”, apunta María José.

Con un respeto máximo por su público y una apuesta valiente por la calidad en el teatro infantil, buscando el difícil equilibrio entre técnica y emoción, María José y Mauricio resumen como un mantra sus convicciones, sus retos y sus sueños por cumplir: “Queremos seguir jugando. Parece que cuando dejas de crecer ya no se juega. Ya hemos crecido pero es que queremos seguir jugando. A lo mejor hay una forma de crecer que no se ve… A lo mejor se puede crecer hacia dentro… Quisiéramos tener toda la vida para jugar. Aunque somos adultos tenemos esa necesidad de ser libres”.

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