Dentro de unos días abrirá sus puertas el albergue del Convento de Santa Clara de Carrión de los Condes, que lleva 28 años dando acogida a los peregrinos. “Queremos ofrecerles un lugar de descanso del alma y del cuerpo”, señala a través de una doble reja sor María Inmaculada, una de las diez monjas que reside en el monasterio y que ofrece ayuda espiritual a todos los caminantes que lo solicitan. La religiosa destaca que “el Camino es muy duro” y que su “obligación” es ofrecer a todo el que llama a su puerta “un buen recibimiento y buenas palabras”.

“Yo he visto algún año estar todo nevado y ver cómo llegaba un grupo de personas lleno de alegría”, indica la monja, quien califica de “heroicos” a los que hacen la ruta solos. “Sobre todo a las chicas, he llegado a ver a dos mujeres jóvenes ponerse a dormir al lado de un sacerdote para sentirse más seguras”, apostilla.

Del funcionamiento diario del albergue se ocupa desde hace diez años un empleado del monasterio ayudado por dos monjas externas, ya que el resto tiene voto de clausura y mantiene un contacto más esporádico con los peregrinos, aunque una de ellas colecciona monedas y suele pedir piezas a los que proceden de otros países. Además, la iglesia de Santa Clara acoge todos los días una misa abierta al público a las 8.30 horas y los domingos, a las 9 horas.

El trabajador resalta que a muchos “les hace ilusión que el albergue sea de una congregación religiosa y que esté relacionado con San Francisco y Santa Clara porque han hecho una promesa o porque realizan el Camino por devoción”. “Yo he visto incluso a algunos llorar al ver la imagen del santo que tenemos en la iglesia”, apostilla mientras muestra las instalaciones, que cuentan con 15 camas en habitaciones de dos, tres y cuatro plazas, además de una gran habitación con 16 plazas en literas, cocina, baños y un pequeño patio. “Vienen muchos alemanes, holandeses, belgas, franceses y británicos, y también solemos tener algunos asiáticos y australianos”, explica el empleado, quien indica que hace unos años llegaban también muchos brasileños, que suelen ser “muy religiosos”.

Por su parte, Sor María Inmaculada señala que el convento se fundó en 1265 y que los franciscanos “siempre han sido acogedores de los peregrinos”. “El refugio lo abrimos en 1982, antes no teníamos hermanas externas y nos atendía una señora con muchos hijos, cuando se fue decidimos hacer un albergue porque empezaba a venir mucha gente”, añade.

La religiosa comenta que en los primeros años tuvo más contacto con los peregrinos porque era la encargada de arreglar las máquinas del café y las bebidas. “Había casos muy curiosos”, recuerda la monja, quien relata que le impresionó mucho un grupo de minusválidos franceses que estaba haciendo el Camino en sillas de ruedas y entraron al monasterio para pedir alojamiento. “Era increíble ver cómo se apañaban y subían los escalones, me dio mucha pena que se tuvieran que ir porque no teníamos entonces servicios para minusválidos”, señala.

También destaca el sentido espiritual que tenía hacer la ruta jacobea. “Antes muchos peregrinos hacían el Camino para pedir por sus hijos, unas compañeras me contaron que había llegado aquí una pareja cuyo bebé estaba enfermo y que lo llevaron todo el recorrido a cuestas para pedir su curación”, resalta Sor María Inmaculada, quien considera que “ahora no ves un fondo como antes, es más bien turismo barato, juntarse para hacer amistades e incluso para ligar”.

“Sí hay gente que pide hablar con nosotras, pero son contados, nosotras siempre estamos dispuestas a charlar con el que lo necesite aunque no es fácil porque ahora la gente está acostumbrada a sufrir sola y no se abre con facilidad”, señala la religiosa, quien reconoce que hay excepciones. A este respecto, destaca la historia de un hombre que llegó hace dos años y pidió hablar con una monja. “Me tocó a mí. Necesitaba desahogarse porque tenía una hija deficiente y al principio lo había pasado muy mal porque no lo aceptaba. A fuerza de oración consiguió aceptarlo y cuando vino estaba muy feliz con la niña y la llamaba todos los días desde el Camino para ver qué tal estaba”, recuerda.

 

La vida en el convento

Con 55 años y cuatro hermanos religiosos, la palentina Sor María Inmaculada se muestra satisfecha con la vida contemplativa que eligió siendo muy joven, aunque explica que “los tiempos han cambiado” y “te tienes que adaptar”. “Yo he sido muchos años ecónoma del convento y tenía que salir a los bancos, antes no hacía falta romper la clausura”, señala.

Respecto al futuro del monasterio de Santa Clara de Carrión, comenta que en los últimos años han fallecido varias monjas y cada vez llegan menos novicias pero que, pese a que ahora sólo están diez, se defienden “bien, con mucha alegría y mucha paz”, aunque han tenido que dejar de cultivar la huerta porque no cuentan con manos suficientes para hacerse cargo. “Hay sembrada alfalfa, que viene un señor del pueblo a recoger, y la usamos incluso para hacer ejercicio, para dar unas vueltas con las cuatro bicis que tenemos”, añade.

Además de la atención espiritual a los peregrinos, las religiosas tienen un obrador en el que elaboran repostería (amarguillos, almendrados, pastas de limón, pastas de té, rosquillas, pastas de nata y tortas de Santa Clara) que se puede adquirir en una pequeña tienda ubicada en el propio convento. Asimismo, disponen de un invernadero en la huerta “para cultivar flores para la iglesia porque son muy caras”, explica Sor María Inmaculada, quien comenta con cierto orgullo que una familiar de una de las monjas les enseñó a hacer centros con los que decoran la iglesia, “que queda tan preciosa que parece una catedral”.

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