Pasado el 29 de septiembre, la convocatoria de huelga, las valoraciones de todas las partes y los efectos más inmediatos de la misma, es la hora de ponernos a trabajar con más entusiasmo que nunca.
Empresarios y trabajadores no podemos poner más paréntesis a nuestro afán por ir conquistando poco a poco la recuperación de la economía y de la confianza. Debemos hacer el ejercicio de centrarnos en lo que mejor sabemos hacer y en lo que llevamos haciendo toda la vida, que es contribuir a crear riqueza y a sustentar el estado de bienestar que, si bien está algo tocado por la crisis, sigue siendo nuestro marco de actuación y nuestro objetivo.
Es necesario que aprendamos las lecciones que nos ofrece la crisis, identificando y rentabilizando las oportunidades que también ha traído consigo. Resulta urgente e irrenunciable que cambiemos de mentalidad en nuestras relaciones económicas, ejerciendo un nuevo modelo que huya de los excesos, que ahonde en la actividad productiva, que aprenda a manejar los vaivenes de los ciclos económicos, con los que necesariamente tiene que convivir.
Soy un convencido de que sólo un empuje colectivo de la sociedad, en nuestro caso un impulso unánime del empresariado, puede mover la maquinaria atascada. Hay que dirigir la mirada hacia adentro, hacia nosotros mismos. Estará bien que las administraciones públicas, las instancias europeas e internacionales, allanen la senda y permitan un paso más cómodo por ella. Pero somos nosotros los que tenemos que emprender ese viaje, volviendo a creer en nuestras posibilidades.
No podemos gastar más energía en mirar hacia atrás. Tenemos dos opciones: o continuar buscando responsabilidades y consecuencias o definir la estrategia de futuro, de un futuro que debe comenzar hoy mismo.
Las organizaciones empresariales tenemos claro que es lo que debemos hacer y aportamos algunas de las líneas que se presentan como imprescindibles en este camino. Es fundamental que asumamos, de una vez por todas la nueva realidad económica y que se aborden valientemente los cambios estructurales que este país tiene pendientes, empezando por la tímida reforma laboral.
Es hora de dejar hueco a las políticas de competitividad que refuercen nuestra posición en el mercado, y esto vale para la empresa como individuo pero también para el conjunto del tejido económico nacional. Hueco también para la apertura a los mercados internacionales, porque nos guste o no, vivimos en un mundo cada vez más global, y también más competititivo.
Innovación, formación y base tecnológica son asimismo imprescindibles compañeros de travesía, y no sólo para las grandes compañías sino fundamentalmente para las pequeñas y medianas empresas, para los autónomos, que han de subirse a ese tren desde cualquier apeadero, por muy modesto que sea.
Debemos cambiar la mentalidad, reinventarnos, porque nada va a ser igual. Nuestra forma de actuar en los gobiernos, en las empresas y en las familias debe acompañar esa metaformosis, ese cambio y no caer en la tentación ni de quedarse quieto ni de nadar contra la corriente.
Al igual que la candidatura de Segovia a la Capitalidad Cultural Europea no puede hacer otra cosa que seguir trabajando después de celebrar su primer éxito, los agentes sociales y económicos, empresarios y trabajadores, tenemos la obligación de retomar el diálogo social, de pasar página y empezar a escribir un libro nuevo con más consenso, más ilusión, más talento y, sobre todo, con más confianza.
(*) Pedro Palomo Hernangómez es el presidente de la Federación Empresarial Segoviana.