Con la llegada de las altas temperaturas es necesario un mayor aporte de líquidos a nuestro organismo para evitar la deshidratación. En estos momentos es cuando más recurrimos a una completa variedad de bebidas para aumentar nuestro consumo de líquidos y, aunque una cerveza es apetecible durante todo el año, es en verano cuando, por su alto contenido en agua (90%), sus propiedades hidratantes la hacen más deseable.
La cerveza es una bebida fermentada tradicional, con bajo contenido alcohólico, que aporta numerosas vitaminas y nutrientes y que, consumida de forma moderada, en un contexto de una dieta equilibrada por adultos sanos, puede tener efectos beneficiosos para la salud. Así, se considera consumo moderado de cerveza tradicional, 2-3 cañas diarias para los hombres y 1-2 para las mujeres.
Consumida de esta manera, la cerveza puede considerarse una bebida hidratante dado que su composición es, sobre todo, agua y carbohidratos, maltodextrinas en gran parte, que contribuyen a facilitar la absorción del agua en el tubo digestivo.
La presencia de carbohidratos en una bebida reduce la velocidad de vaciamiento gástrico, y en el caso de la maltodextrinas, éstas se metabolizan lentamente liberando unidades de glucosa que pasan progresivamente a sangre, lo que conlleva un beneficio añadido.
Pero, además de agua y carbohidratos, la cerveza contiene otras sustancias nutritivas y no nutritivas. Así, por ejemplo, 100 ml de cerveza tradicional contiene azúcares y etanol con un aporte de 45 kcal. Su ingestión conlleva el aporte de silicio, potasio, fósforo, calcio, magnesio y vitaminas del grupo B. Asimismo, contiene una cantidad destacable de sustancias antioxidantes.
Por todo ello, el Prof. Jesús Román Martínez, presidente del comité científico de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), asegura que “la ingesta moderada de cerveza, entendida como 2 ó 3 cañas diarias para los hombres, y 1 ó 2 para las mujeres, combinado con un alto consumo de frutas y verduras, podría ser un complemento al agua para calmar la sed y mantenernos hidratados este verano”.
Así, diversos manuales han recogido la información básica para entender la importancia de una buena hidratación, basándose en la evidencia científica. “El libro Blanco de la Hidratación”, el “Manual de la hidratación y la cerveza” o la guía “Cerveza, Hidratación y Mayores” son algunos ejemplos en los que expertos de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), en colaboración con la Sociedad Española de Nutrición Básica y Aplicada (SENBA) y la Fundación Hispana de Osteoporosis y Enfermedades Metabólicas Óseas (FHOEMO), entre otros, ofrecen consejos fundamentales para mantener el organismo correctamente hidratado.
Además, se presta especial atención a los denominados grupos de riesgo, cuyo aporte hídrico debe ser mayor, esto es, ancianos, embarazadas y deportistas, para quienes la variedad sin alcohol se presenta como una alternativa saludable
Necesidades hídricas especiales
Las necesidades de agua varían de unas personas a otras en función del grado de actividad, ejercicio, patrón dietético… pero los requerimientos medios se cifran en torno a 3 litros de líquidos para los hombres y 2,2 litros diarios para las mujeres, que pueden ingerirse combinando diferentes bebidas1.
Según el Prof. Jesús Román Martínez “se ha calculado que las necesidades de ingestión de agua del organismo giran en torno a los 30-35 ml por cada kilogramo de peso y día, lo que equivale a que nuestro organismo necesita una media de entre 2 y 2,5 l de agua cada día”.
Sin embargo, existen casos en los que es necesario vigilar especialmente la ingesta de líquidos como en los ancianos; los deportistas, que necesitan de forma adicional medio litro de líquiedos media hora antes de realizar el ejercicio y 250 ml cada 15 minutos durante el deporte; y las mujeres embarazadas y lactantes, que deben tomar una media de un litro de líquidos adicional.
Los efectos de la deshidratación
En adultos sanos, una deshidratación del 2,8% del peso corporal por exposición al calor y tras un ejercicio fuerte, conlleva una disminución de la concentración, del rendimiento físico, de la memoria a corto plazo, un aumento del cansancio, cefaleas, así como reducción del tiempo de respuesta2.
Asimismo, la deshidratación aumenta las pulsaciones cardiacas y la presión arterial y, cuando la deshidratación aumenta hasta el 10% del peso corporal requiere asistencia médica3 ya que, a partir de este punto, la temperatura del cuerpo aumenta rápidamente y puede conducir a la muerte.