Cuando los padres del arquitecto Miguel de Guzmán decidieron hacer obras en la antigua casa familiar de La Estación de El Espinar (Segovia) y se dieron cuenta de que rehabilitar la vivienda conllevaría más dificultades que construir una nueva, De Guzmán no se lo pensó dos veces. Desde el principio tuvo claro qué quería y cómo. Con la idea de aprovechar al máximo las vistas, el entorno y adaptar la casa al espacio exterior como prioridades, se puso manos a la obra.

Desde el primer momento planteó un diseño moderno con una estructura metálica y sistemas semi-industriales que conjugaran a la perfección con el entorno natural en el que está ubicada la vivienda. “Por supuesto que es compatible una construcción moderna en un entorno rústico”, afirma tajante a Ical.

Reconoce que, aunque la casa no está muy visible al público, los vecinos sí se asombran cuando la descubren por su diseño vanguardista. Asegura que no es una vivienda “excluyente ni de lujo”, pero sí es de lujo el lugar en el que se encuentra, justo en el límite del área recreativa de La Panera, rodeada de grandes pinos, en pleno Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, en un municipio declarado Reserva Mundial de la Biosfera. Por esos motivos “había que adaptar la casa al espacio y no al contrario”, apostilla convencido Miguel de Guzmán.

Se marcó como punto de partida aprovechar las vistas a la montaña “en un espacio no convencional y con unas cualidades distintas” con grandes panorámicas al norte y la entrada de sol del sur para conseguir una casa muy luminosa.

Una gran montaña verde

Salvar el gran desnivel de la parcela fue el primer reto al que se enfrentó. De hecho, “hay una diferencia de dos metros entre un lado y otro de la casa”, especifica el arquitecto a Ical. La solución llegó con la construcción a diferente altura de las dos plantas en las que se divide el inmueble.

Entre otros materiales, utilizó policarbonato celular que proporciona un aislamiento extra y amplía el perímetro, para envolver un invernadero orientado al sur que recoge calor durante los días de invierno y puede abrirse al exterior durante el verano, con lo que actúa como colchón térmico.

En tres de las cuatro fachadas colocó unos cables de acero tensado que facilitan el crecimiento de plantas trepadoras con las que “en unos años las fachadas estarán prácticamente cubiertas y la casa será como una especie de montaña verde”, explica Miguel de Guzmán.

El plástico que recubre el exterior “tiene el mismo coeficiente térmico que un muro de ladrillo de 25 centímetros, es ligero pero muy eficiente, y con los dos paneles de madera con colchón aislante se consigue calor en invierno”, precisa. Para combatir el calor, toldos y ventilación cruzada son la solución para los rigores del verano.

Técnicas y materiales del siglo XXI

Miguel de Guzmán argumenta que el uso de técnicas y materiales modernos permite reducir los costes y el tiempo de construcción. Además, “se ahorra en gastos de calefacción, conseguimos espacios como el luminoso invernadero y la cubierta vegetal”. Al final, garantiza, es más asequible “que construir una casa tradicional de la zona con madera y grandes muros de piedra”.

Se trata de “aprovechar las tecnologías del siglo XXI para que las casas sean más eficientes energéticamente”. “Antes no se construían así porque no se contaba con estos materiales; la estética tradicional de montaña tiene mucho que ver con antiguas construcciones y condiciones climatológicas”, añade.

Finalmente, Miguel de Guzmán, arquitecto y fotógrafo profesional, logró su objetivo. Le llevó dos años construir la vivienda, de 250 metros cuadrados, que quedó terminada por completo la pasada primavera, aunque “podría hacerse en menos de un año”, aclara. 

Ubicada en un “entorno privilegiado” y respetando los condicionantes externos, consiguió una casa luminosa, contemporánea y con unas vistas impresionantes en un paraje natural.

 

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