Llegar a Santiago de Compostela desde la puerta de la casa de cada uno. Desde hace siglos, ésa fue la fuerza motriz de los caminos alternativos a la tumba del apóstol, pero con el paso inexorable del tiempo la mayoría cayó en el olvido, algunos, los menos, lograron mantenerse y unos pocos vieron la luz en época reciente. De entre estos últimos, el denominado Camino de Madrid es en la actualidad uno de los más consolidados y populares.

Inspirada por antiguas calzadas romanas y salpicada de referencias de peregrinos extranjeros, como las memorias de un pícaro italiano del siglo XVIII, llamado Nicola Albani, que la recorrió, la ruta matritense comenzó a tener cierta carta de oficialidad en la década de los 90 del pasado siglo. Con la vista puesta en el Jacobeo de 1999, la Asociación de Amigos de los Caminos a Santiago de Madrid, con el desaparecido José Antonio Cimadevila a la cabeza, investigó, localizó y señalizó un itinerario que cruza sierras, picos y lomas, atraviesa pinares, riberas y campos castellanos eternos y se detiene en villas y ciudades de patrimonio impresionante.

En total 320 kilómetros, desde la capital de España hasta enlazar con el Camino Francés en la localidad leonesa de Sahagún, 241 de los cuales discurren por las provincias de Segovia, Valladolid -la que cuenta con más itinerario matritense, 146 kilómetros- y León. La Granja, Segovia, Santa María la Real de Nieva, Coca, Simancas, Wamba, La Santa Espina, Medina de Rioseco, Villalón de Campos o Sahagún dan fe de la riqueza histórico-artística que alberga este camino jacobeo, que en los últimos años ha crecido exponencialmente en número de albergues y puntos de acogida.

“Hace diez años no había los que hay ahora ni el Camino era tan conocido. No seremos de los principales, pero poco a poco nos hemos convertido en una alternativa. Hay que tener en cuenta que todavía es un camino nuevo, que se está impulsando”, afirma el secretario de la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Medina de Rioseco, Jaime Izquierdo, quien se muestra “muy contento” de cómo está marchando el Año Jacobeo.

El comienzo del Camino de Madrid discurre paralelo al río Manzanares, que cruza por última vez en la localidad de Manzanares el Real, y se interna en la Sierra de Guadarrama. Más de la mitad de los kilómetros en la Comunidad de Madrid son de subida, hasta llegar a un nivel máximo de 1.080 metros sobre el nivel del mar a la altura de Mataelpino. Tras esta localidad, de vistas incomparables, el peregrino pasa por Navacerrada y Cercedilla para internarse en el Puerto de la Fuenfría, donde se encuentra el límite con Segovia y el punto más alto de la ruta, a 1.796 metros.

 

El Itinerario de Antonino

Este paso natural sigue una antigua calzada romana, la XXIV del Itinerario de Antonino, que unía Titulcia con Simancas, posteriormente utilizada por los segadores gallegos, los ganaderos de la mesta e incluso el arcipreste de Hita, tal y como recoge en su ‘Libro del buen amor’.

La experiencia madrileña, muy satisfactoria en el apartado natural una vez se llega a Guadarrama, tiene dos inconvenientes que hacen que “el peregrino no salga” habitualmente desde la capital de España, según el vicepresidente de la Asociación Jacobea Vallisoletana (AJOVA), Francisco Arroyo: “La falta de albergues y puntos de acogida y todo el asfalto que hay que pisar hasta Cercedilla”. No obstante, reconoce que “cada año” más gente sabe de la existencia de este Camino, en parte “gracias a los foros” de internet, y que quien lo recorre busca “la tranquilidad” que no encuentra en otros, “más masificados”.

 

Poco a poco, el problema logístico ha comenzado a subsanarse con la apertura de un albergue en Cercedilla y la habilitación de una ermita como punto de acogida en Manzanares el Real. “Nos falta Colmenar Viejo, pero la realidad es que desde que comenzamos a impulsar la ruta hasta ahora, el cambio ha sido extraordinario”, recalca, el vicepresidente de la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Madrid, Jorge Martínez.

La belleza natural de las primeras etapas de la ruta rivaliza desde la entrada en Segovia con la riqueza patrimonial, que ya despunta en Valsaín, donde se ubica el primer palacio de todos los Reales sitios, y se convierte en cuerno de la abundancia en La Granja de San Ildefonso y en la capital de Segovia. El Palacio o la Real Fábrica de La Granja y el acueducto, la catedral o el alcázar de Segovia no dejarán indiferente a los peregrinos que escojan esta ruta para llegar a Compostela, entre los que “cada vez hay más extranjeros”, según el vicepresidente de AJOVA.

Más allá de la capital, el románico también brilla en todo su esplendor en el tramo segoviano gracias al claustro, y especialmente a sus 87 hermosos capiteles, de Santa María de Soterraña, en la localidad de Santa María la Real de Nieva. Lo mismo se puede decir del mudéjar, que alcanza su máxima expresión y altura en el Castillo y la Torre de San Nicolás de Coca, cuyos orígenes se pierden en la Edad del Bronce y entroncan con la cultura celta y Roma.

 

Riberas y montes

El Camino de Madrid atraviesa de Sureste a Norte toda la provincia de Valladolid, de la Tierra de Pinares a la Tierra de Campos, pasando por las riberas del Pisuerga y del Duero y los Montes Torozos, a lo largo de una veintena de poblaciones enclavadas en una variedad paisajística que se desmarca del tópico monótono y rectilíneo de la Castilla machadiana.

La provincia con más kilómetros de la vía matritense es también la que ofrece una “acogida” más cálida a los peregrinos, según el vicepresidente de la asociación madrileña, quien no puede olvidarse de las ‘tortilladas’ con las que reciben a los romeros en Santervás o el cariño de los riosecanos.

Albergues y puntos de acogida no faltan en los 146 kilómetros de tramo vallisoletano, que cuenta además con un importante y variado patrimonio, de la iglesia de Wamba, cuyas piedras comenzaron a colocarse en el siglo X, hasta el gótico tardío de Santa María de Mediavilla, en Medina de Rioseco, localidad que alberga también una de las iglesias con mayor profusión de iconografía jacobea de España, la de Santiago de los Caballeros.

Entre un punto y otro, el viajero puede disfrutar de la riqueza mudéjar de Alcazarén, la magnificencia del Castillo de Simancas, los paisajes que se divisan desde Peñaflor de Hornija, auténtico mirador abierto al valle y a los Torozos, o los amplios volúmenes del Monasterio de la Santa Espina, informa Ical.

Rioseco da paso a los paisajes de adobe, ladrillo y bodegas de Berrueces, Tamariz de Campos o Moral de la Reina, cuyos palomares son con frecuencia el blanco de los fotógrafos que huyen con su cámara de la aridez de hormigón y cristal de la ciudad.

Los soportales y calles porticadas de Villalón de Campos conducen al peregrino hasta su famoso rollo jurisdiccional y a los últimos pueblos del tramo vallisoletano: Fontihoyuelo, Santervás de Campos -por donde la tradición dice que pasó San Francisco de Asís en su peregrinación a Compostela- y Melgar de Arriba, con los restos mudéjares de su iglesia de Santiago.

El Camino Francés está sólo a un tiro de piedra, el que separa el comienzo de la provincia de León de Sahagún, a través de Arenillas de Valderaduey, Grajal de Campos, cuyos palacio y castillo son de visita obligada, y el Monasterio de San Pedro de las Dueñas, donde confluyen románico, gótico y mudéjar; piedra, madera y ladrillo; camino, naturaleza y arte… la esencia del espíritu jacobeo.

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