El Museo de Segovia presenta un nuevo legado de la cultura y el arte segoviano como pieza central del mes. El centro de la Junta de Castilla y León destaca en esta ocasión un conjunto de piezas de la rama más elitista de la provincia, un grupo de collares, gargantillas y sartales ejemplos de la rica tradición de elementos decorativos que acompañaban la vestimenta de las mujeres de Segovia.
Entre las joyas escogidas, se encuentra una cadena de cuentas de oro en la que aparece en la primera vuelta un ‘galápago’ (colgante cruciforme de dos o más cuerpos inspirado en las joyas cortesanas de los siglos XVII y XVIII) propio de la filigrana de Salamanca, aunque en esta ocasión se observa que ha perdido todos los elementos que colgaban de él. Estas cuentas afiligranadas o de oro se han hecho clásicas también en el traje de la mujer de Zamarramala.
En la ‘collarada’ se encuentran también unos sartales de cuentas, de diferentes tamaños, hechos con coral que se colocaban o anudadas a la nuca o prendidas a los hombros, ensartadas de multitud de medallas o algún relicario, dependiendo del gusto y del poder adquisitivo. Además, el resto de sartas de eslabones van adornadas con medallas de plata en la que aparecen las imágenes de vírgenes, cristos y santos; en este caso, San José, la Virgen del Carmen, un Cristo resucitado, una dolorosa, Nuestra señora de Hornuez y una imagen de la Santa Faz.
Las joyas de Segovia
La tradición joyera segoviana, comparable con otras de elevada factura como las presentes históricamente en Astorga o Salamanca, ha sido destacada por diversos autores y cronistas periodísticos en numerosas ocasiones. El Marqués de Lozoya, ya en 1926, describía en su artículo “Algunas notas sobre plateros segovianos del siglo XVI”, incluido en el ‘Boletín de la Sociedad de Excursiones’, una cierta afición hacia el estudio de la platería segoviana, contándose numerosas las publicaciones desde entonces sobre la tradición a la orfebrería en la zona.
Juan Contreras y López de Ayala fue una de las primeras personas en interesarse por la joyería como parte de la tradición española. En 1952 López de Ayala publicó diversos catálogos de collares, medallas, relicarios y rosarios de los fondos del Museo de Pueblo Español, donde aparecen ejemplos de piezas segovianas, de uso festivo y dentro de la etnografía del vestir.
Destacado en este caso, se encuentra la descripción de la vestimenta y adornos de las mujeres habitantes de Zamarramala que se encuentra en el artículo de Arcadio Larrea Palacín ‘Las alcaldesas de Zamarramala’, sobre costumbres españolas, publicado por Estampa en 1928. Larrea dejó testimonio de lo que un tiempo fue uno uno de los joyeríos más lujosos de la región. Un rico patrimonio, exagerado de formas y variantes a lo largo de las comarcas, que no deja de ser un legado cultural fundamentado en la diversidad y el gusto personal -también identificativo del status social- y los usos y costumbres del culto religioso.
El camarín de Nuestra Señora de El Henar, de la Fuencisla, de Nuestra Señora de la Cruz de Escalona del Prado, o de la Peña de Sepúlveda conservan la herencia de siglos depositada por los devotos. Estas ofrendas se lucían durante las procesiones y adornaban con ellas la imagen, como ocurre en algunas fiestas donde presidiendo la carroza aparece una cadena de grandes eslabones de plata -un tipo de collar tradicional de mujer- recubierta de medallas, relicarios, patenas y cruces.