La Navidad es posiblemente la época del año más esperada y entrañable, es el momento de reunirse con la familia, de descansar y de disfrutar con los regalos y las celebraciones. Pero en esta sociedad de consumo en la que estamos inmersos, la Navidad pierde en muchas ocasiones su tradicional carácter festivo convirtiéndose cada vez más en una época de gasto desenfrenado e irreflexivo que conduce a un derroche no sólo de dinero sino también de recursos tanto energéticos como naturales, que nuestro medioambiente no puede soportar.
Con estos consejos se intenta que tomemos conciencia del problema y que cambiemos nuestros hábitos por otros más saludables y económicos. El medioambiente se verá favorecido por ello y también nuestro bolsillo, ya que muchas de las sugerencias conllevan un importante ahorro económico tan necesario en épocas de crisis.
Hay que tener en cuenta que nuestra aportación individual, aunque creamos que no es importante, contribuye a crearnos un hábito, y constituye un ejemplo a imitar por la gente que nos rodea. El hecho de que cada vez más personas tomen conciencia y actúen de forma ecológica en su quehacer cotidiano, favorece e impulsa la resolución de los problemas medioambientales que nos afectan a todos.
En esta época navideña en la que tanto se nos incita a pensar en los demás, tengamos también presente que el respeto al medioambiente y a la naturaleza no es obligación de “los demás”, sino que cuidarlo y preservarlo es tarea de todos.
Las costumbres navideñas están muy arraigadas en nuestras familias. Hace siglos existían pocos belenes, ahora raro es el hogar en el que no se instala un belén o coloca el abeto de navidad. Con la generalización de estos hábitos se somete a una presión al medio ambiente que pone en peligro la supervivencia de muchas especies. Para paliar el efecto deberíamos tener en cuenta que:
– Cuando utilizamos musgo en el belén, estamos privando a los ecosistemas de una vegetación muy especial ya que el musgo ofrece protección al suelo del que se extrae, le confiere un buen nivel de humedad y da cobijo a muchos pequeños animales. Si nos llevamos el musgo, exponemos a la tierra a la desecación y aumentamos el riesgo de erosión y el peligro de desertización. Hay que evitar en lo posible utilizar el musgo, sustituyéndolo por otros materiales, como por ejemplo, serrín y hojas secas.
– Hay determinadas especies de plantas utilizadas tradicionalmente en Navidad que se encuentran amenazadas de extinción, como el acebo silvestre que está protegido por la ley y prohibida su recolección. Su utilización como adorno dificulta su conservación y acrecienta la amenaza de desaparición. Lo responsable es comprar plantas navideñas que provengan de viveros o plantaciones controladas, eligiendo a ser posible plantas autóctonas (como el madroño y la sabina) que tienen más posibilidades de sobrevivir, ya que están mejor adaptadas a nuestro clima y adornados pueden resultar tan decorativos como el abeto. Hay que tener en cuenta que al separar un árbol de su hábitat, las posibilidades de que sobreviva son más limitadas, por lo que deberá situarse alejado de las fuentes de calor (radiadores, chimeneas) y mantener húmedo el cepellón regándolo dos veces por semana. Como otra alternativa, los árboles artificiales resultan una opción económica y respetuosa con las especies vegetales que constituyen nuestro medio ambiente.
– Las bolsas de plástico consumen grandes cantidades de energía para su fabricación, están compuestas de sustancias derivadas del petróleo que pueden tardar en degradarse más de medio siglo. Utilice para llevar sus compras bolsas ecológicas, son resistentes, reutilizables y protegen el medio ambiente.