Cuando no existían ni calculadoras ni si quiera cuadernos ni bolígrafos, el ábaco fue utilizado para enseñar a sumar y a restar a nuestros antepasados. Decenas de miles de personas utilizaron una calculadora milenaria que vio la luz en la antigua Mesopotania hace más de 2.000 años. Un simple dispositivo manual que permite efectuar operaciones aritméticas sencillas, y que vuelve a tener un sitio en los colegios de Castilla y León gracias a la implantación de programas extraescolares que ayudan a los más pequeños de la casa utilizar esta herramienta del pasado que mejora las habilidades matemáticas y cognitivas del alumno.
La aparición del ábaco en las aulas Castilla y León es muy reciente. En la Comunidad existen 72 centros Aloha que enseñan a 1.600 alumnos a manejar el ábaco para potenciar sus destrezas y mejorar su rendimiento escolar. Según los datos aportados por el centro Aloha Mental Aritmetic- el único que imparte estudios de ábaco en España-, se enseña ábaco en Burgos, donde hay cerca de 400 alumnos; León, que tiene 550, y Soria, Segovia y Ávila que suman las tres juntas 300 alumnos. Asimismo, el método se imparte en Valladolid, donde hay matriculados 350 alumnos y en Salamanca donde hay un centenar de alumnos, aproximadamente.
“Es un método muy demandado que va ganando peso en los últimos años”, explica en declaraciones a Ical Alicia Catalá, responsable de la empresa que imparte los cursos y que tiene matriculados para el curso 2014-2015 más de 15.000 alumnos en 500 centros de toda España.
Según Lourdes Alonso, supervisora del proceso de formación de profesores de Aloha, “es muy importante enseñar a los niños a tener el cerebro activo y dar más importancia a la atención, la concentración, la creatividad y la memoria fotográfica”. Según los expertos, el uso del ábaco es esencial para el aprendizaje matemático y para conseguir que los niños mejoren en otros aspectos como la concentración o la atención” .
Una actividad extraescolar
El Colegio Nuestra Señora de la Merced y San Francisco Javier Jesuitas de Burgos es uno de los 72 centros de la Comunidad en los que se imparte el estudio del ábaco. En clases diferenciadas en distintos niveles, que van desde los cinco a los trece años, se enseña a los alumnos a conocer el manejo de la calculadora más primitiva de todos los tiempos. “Utilizamos un ábaco distinto al que el común de los mortales está acostumbrado a utilizar, el ábaco llamado Sorobán, y que utilizan en países como China, Japón y la India”, argumenta en declaraciones a Ical el profesor del colegio y delegado de Aloha en Burgos, Antonio Santidrián.
Compuesto por 17 columnas, el ábaco Sorobán sigue siendo el instrumento utilizado por buena parte de los centros de enseñanza orientales para mostrar a los alumnos el manejo las operaciones básicas de la aritmética. “Muchos creen que el hecho de que los grandes informáticos sean personas de estos países no es casual”, explica Santidrián, quien entiende que con el uso del ábaco los niños estimulan el hemisferio derecho de su cerebro desarrollando la observación y la memoria, a la vez que potencian la habilidad mental sobre el cálculo numérico.
Para estimular a los alumnos es necesario un programa de desarrollo mental recomendado desde los cinco años hasta los trece. “El ábaco es un instrumento muy antiguo pero que resulta muy efectivo. Les vamos enseñando de manera manual el manejo de ese complejo instrumento para que interioricen lo que han aprendido de manera manual y lo transformen en información visual”, subraya el docente.
Lo primero que aprenden los niños es a contar. Lo hacen de una manera distinta a la que están acostumbrados sus padres o abuelos porque con el ábaco todo es manual. El ábaco Sorobán se compone de cinco piezas que suman hasta 17 filas. Dependiendo de su posición saldrá un numero simple como el dos o uno más complejo como el siete. “El resto es igual que como nos enseñaron a nosotros, hay decenas, centenas, unidades de millar”.
Aprendizaje temprano
Nicolás tiene siete años y multiplica como un pupilo de nueve. Aunque no se sabe a rajatabla las tablas de multiplicar, realiza a la perfección multiplicaciones complejas. Está en quinto nivel de estudio del ábaco y es “un caso excepcional”. Así lo entienden sus profesores, Antonio y María, que le dan clase y han notado como el chico ha dado un salto cualitativo con respecto a sus compañeros. “Lo ha notado hasta su profesor de matemáticas que detecta perfectamente a un alumnos que sabe sumar y restar con el ábaco de otro que no por su agudeza y rapidez de respuesta”, indica María Ruiz, otra de las profesoras.
En un mundo en el que premia la inmediatez y cada vez se dedica menos tiempo a estimular el conocimiento, los profesores de la disciplina más antigua de todos los tiempos tratan de estimular al alumno para que tenga una concentración “máxima”. “Si ellos no son capaces de concentrarse, difícilmente van a poder hacer bien una suma o una resta, y mucho menos una operación más compleja en niveles superiores”, destaca Santidrián. Esa concentración se traduce poco a poco a la vida diaria y a sus estudios que, según los docentes consultados, mejoran notablemente “debido a que el alumno no se despista” a la hora de hincar los codos.
Sin calculadora ni papel
La ausencia de calculadoras, tablets y demás instrumentos electrónicos, además de papel y bolígrafo dota a las clases de ábaco de una singularidad casi mágica. Los alumnos aprenden a realizar con el ábaco operaciones sencillas como sumas, restas, multiplicaciones, divisiones y otras fórmulas mucho más complejas, entre las que se encuentran potencias, fracciones y operaciones combinadas. “Los padres son los primeros que se fascinan cuando ven que su hijo hace todo ésto sin la ayuda de ningún aparato”, sostiene Santidrián, quien indica que “muchos alumnos están enseñando a sus padres algo que ellos nunca han podido aprender”.
La aritmética mental es la base del conocimiento que aporta el ábaco. El milenario instrumento, considerada la calculadora más primitiva de todas las épocas. Inventado en Asia menor, es considerado el precursor de la calculadora digital moderna, y su uso se extendió hasta entrado el siglo XVIII en Europa y Asia, principalmente.