El próximo 20 de septiembre se cumple un año de la desaparición de Antonio Calleja, en cuya búsqueda se implicaron cientos de personas en Sepúlveda (Segovia). De nada sirvió el operativo que se mantuvo durante semanas en esta población de apenas 1.200 habitantes donde ya descansan sus restos, hallados de manera casual por un pastor casi tres meses después; la prueba de ADN confirmó su identidad y la jueza ya ha archivado la causa.
Fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León precisaron a Ical que la autopsia no reveló “indicios de la comisión de un delito”, de ahí que se dedujera la hipótesis de una muerte natural, sin que hayan trascendido más detalles. “Imaginamos que se caería y ya no pudo levantarse”, apunta el alcalde de Sepúlveda, Francisco Notario, quien no recuerda haber vivido una movilización semejante a la de septiembre de 2013. “Llegamos a ser más de 300 personas buscando en un radio de diez kilómetros a la redonda”, destaca.
El precedente más parecido que recuerda Notario lo protagonizó el propio Antonio Calleja: “Cuando llovía se desorientaba, y un día se perdió en el monte y estuvo todo el pueblo buscándole, sólo que esa vez apareció a la mañana siguiente, cuando ya había dejado de llover”. De aquello hace mucho tiempo, “seguro que más de 20 años”.
“Toño no hablaba, pero le conocía todo el mundo”, añade el regidor. Sufría una deficiencia psíquica, tenía 63 años y vivía en una residencia en Segovia capital, pero regresaba al pueblo cada verano. Notario llegó a dictar un bando para pedir voluntarios y cree que “se pusieron todos los medios humanos y materiales posibles”, pero la esperanza se fue diluyendo con el paso de los días y, con ella, también el operativo.
Más de ocho meses con el caso abierto
La familia de Antonio Calleja denunció su desaparición el mismo 20 de septiembre. Aquel día fue visto por la mañana en los alrededores del colegio nuevo de la villa y, más tarde, por Santa Cruz y el entorno del puesto de la Guardia Civil, pero no pudieron aportarse más pistas que esa y la vestimenta que llevaba: una camisa de cuadros azul y un pantalón azul marino.
La Guardia Civil del municipio inició la búsqueda de inmediato y a ella se fueron sumando efectivos del Seprona, Protección Civil, agentes medioambientales de la Junta, perros rastreadores del Equipo de Rescate e Intervención (Ereim) de Riaza, el Grupo Cinológico de Zamora, un helicóptero del Instituto Armado y cientos de voluntarios. Cada día se organizaban grupos para las batidas, que arrancaban a primera hora de la mañana y se prolongaban hasta las 20.30, pero nada.
A Toño se le buscó en cada garaje, local o vivienda donde pudiera haberse resguardado, aparte del despliegue en campo abierto, pero cundió la desesperanza ante la falta de resultados o pistas que dieran sentido y continuidad a la búsqueda. La Guardia Civil la mantuvo activa durante casi un mes, “pero se acabó recorriendo los mismos sitios una y otra vez”, relata el alcalde.
Finalmente, el 15 de diciembre, cuando sólo los carteles con su foto que se colgaron en comercios de Sepúlveda y pueblos del entorno seguían anunciando su desaparición, un pastor encontró de casualidad unos restos humanos en el paraje de La Retuerta, entre Sepúlveda y Aldeonte. Se encontraban en una zona escarpada y de difícil acceso y las batidas habían pasado en varias ocasiones muy cerca, pero no exactamente por ese punto, tal y como reconocería entonces la subdelegada del Gobierno, Pilar Sanz.
Complicada prueba de ADN
La jueza encargada del caso, titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Sepúlveda, ordenó la pertinente autopsia y autorizó a Criminalística para practicar la prueba de ADN e identificar los restos, cuyo mal estado complicó la investigación mucho más de lo esperado. No en vano, pasaron casi dos meses hasta que la Guardia Civil, concretamente el 10 de febrero, entregó el informe definitivo con los resultados.
Prueba de lo poco habitual de semejante tardanza es que, prácticamente en paralelo al caso de Antonio Calleja, unos niños hallaron el 6 de enero los restos de otra persona que había desaparecido en Segovia capital siete meses antes (Fernando París) y su identificación se resolvió en apenas una semana. Y la incertidumbre en el caso de Antonio Calleja, sin embargo, no se despejó todavía ni con el citado informe de la Guardia Civil.
De hecho, la jueza no emitió el auto de archivo de la causa hasta el pasado 27 de mayo, fecha en la que dio por cerrada la investigación de manera definitiva “por no haber indicios de la comisión de un delito”. Su familia pudo celebrar cuatro días después el funeral y su pueblo, a través de la asociación de peñas, demostró el 28 de agosto que no le ha olvidado al entregar a su hermana una foto de Antonio Calleja. En la imagen lleva el pañuelo rojo que se ponía siempre para las Fiestas de los Toros, que justo se iniciaban aquel día, y probablemente así seguirá siendo recordado por su pueblo.