Samuel Mazarío Robisco encarna la ilusión de supervivencia de Navares de las Cuevas, un pequeño pueblo del nordeste de Segovia al borde de la desaparición. Vino al mundo el pasado viernes y sus padres esperan inscribirlo mañana en el padrón del municipio, que no registraba a un recién nacido desde hace 46 años.
Las Cuevas cuenta con 22 habitantes censados, aunque apenas una docena reside de manera habitual en esta localidad de duros inviernos a 1.100 metros de altitud y casi todos tienen más de 70 años. Se encuentra a una hora y media en coche de Madrid (134 kilómetros) o de Valladolid (100), y a una hora y cuarto de Burgos (120) o de la capital de Segovia (90), en cuyo hospital nació el bebé covacho.
Los padres de Samuel, Juan Carlos Mazarío (37 años) y Mari Carmen Robisco (38), decidieron echar raíces en el municipio el año pasado. Ella es hija de Vicente Robisco, alcalde desde 1999, y llevaba más tiempo allí, trabajando en el campamento juvenil de su familia. Nació en Madrid, igual que su marido, y en 2013 protagonizaron la primera boda que acogía la parroquia de Navares de las Cuevas en más de dos décadas, desde octubre de 1991.
Lejos quedan los años 50 y 60 del siglo pasado, cuando el palacete de los Marqueses de Revilla rebosaba vida como escuela para unos 60 alumnos, hijos de un pueblo de más de 400 habitantes. La llamada del trabajo en la ciudad apagó la alegría de sus calles y el último nacimiento se registró en el Ayuntamiento covacho el 2 de marzo de 1968; pero aquella niña, de nombre María Soledad Pecharromán Peña, también forma parte de aquel éxodo rural y hoy es una mujer que vive en la localidad alicantina de Jávea.
“El problema más importante de Las Cuevas, como el de tantos otros pueblos, es el envejecimiento de sus habitantes y la falta de relevo generacional”, lamenta Vicente Robisco, quien esta vez se permite una doble celebración “como alcalde y también como abuelo de la criatura”, valora en declaraciones a la agencia Ical. La inscripción de Samuel tendrá lugar este jueves, ya que secretaria municipal sólo se desplaza ese día de la semana al Ayuntamiento.
El «espejismo» de cada verano
“Noticias así demuestran que no todo está perdido”, afirma Robisco, que en 2012 llegó a ofrecer cochinillos a quien se empadronara. Navares de las Cuevas acoge estos días a unos 40 habitantes y conforme se acerquen las fiestas (San Mamés, en agosto) alcanzará su cifra más alta de cada año, más de 200, “pero es un espejismo”, lamenta el alcalde.
Porque cuando se marchen los ‘veraneantes’ el pueblo se volverá a quedar con apenas una docena de vecinos. En el censo figuran 22, y sin contar con los tres hijos de Vicente Robisco que están inscritos (menores de 40 años), “la edad media de los empadronados está en torno a los 75”.
A bajar esa edad media ayudará Samuel, cuyos padres tienen un futuro laboral en la provincia segoviana gracias al campamento juvenil que impulsaron el actual alcalde y su mujer cuando, al contrario que una inmensa mayoría, cambiaron la ciudad (Madrid) por el pueblo en 1996. Y aunque el problema de la despoblación siga más que latente, “todavía hay esperanza”, sentencia.