La mujer pocala acusada de infanticidio abandonó a su hijo recién nacido en un paraje de Chatún (Segovia) esperando que alguien lo encontrara y pensando que el pequeño no moriría de frío. Durante la vista oral celebrada hoy en la Audiencia Provincial de Segovia, Magdalena K.C, de 30 años de edad, explicó que ocultó el embarazo en su entorno para evitar perder su trabajo en un vivero de la localidad segoviana de Mudrián, que necesitaba para mantener a sus otras tres hijas que viven en Polonia.

En el transcurso de la vista oral la mujer, ingresada en prisión desde hace un año, aseguró que la noche en la que sucedieron los hechos, el 30 de octubre de 2011, se encontraba cocinando para una celebración de cumpleaños y al notar la primera contracción entró en pánico. Entonces, cogió el coche que su jefa prestaba a su pareja así como unas tijeras y varias prendas de ropa para ocultar al bebé. En primer lugar, explicó, se adentró en el pinar para dar a luz al bebé y posteriormente lo dejó en el coche para volver a la zona con el objetivo de expulsar los restos de placenta. Tras esto, la mujer polaca se adentró en el pinar abandonado al bebé envuelto en los ropajes y esperando a que los buscadores de setas que frecuentan la zona lo encontraran.

Posteriormente la Guardia Civil encontró los restos del parto y acudió a casa de Magdalena K.C para comprobar su posible relación con el caso. Una vez apareció el cuerpo del bebé, el 5 de noviembre de 2011, fue cuando la acusada no pudo aguantar la presión psicológica y confesó a su pareja y a su jefa que era la responsable de los hechos. El abogado defensor de la presunta autora, argumentó que la mujer se encontraba en un estado de enajenación mental transitoria y de “miedo insuperable”. El letrado defensor insistió en que “Magda no es ninguna asesina y no debe pasar 18 años en la cárcel”.

La Fiscalía pide 18 años de prisión y una indemnización de 150.000 euros a su exmarido por los prejuicios morales causados. Ante un jurado popular compuesto por siete hombres y dos mujeres y con la ayuda de un traductor, la mujer explicó que tras divorciarse de su marido llegó a España embarazada de tres meses y ocultando su embarazo “porque no tenía demasiada tripa e hice creer a mi entorno que tenía una enfermedad en la tripa que me hacía hincharme”. A medida que avanzó su embarazo, y a pesar de las insistencias de su entorno por saber qué le ocurría, ella negaba estar embarazada e incluso llego asegurar que “no podía tener hijos”.

Al comenzar la vista, la fiscal argumentó que los hechos se produjeron con alevosía debido a que se trata de un bebé totalmente incapaz de defenderse para posteriormente dirigirse a la acusada, que se encontraba visiblemente afectada y que se ha derrumbado en numerosas ocasiones durante su comparecencia. La mujer nació en una ciudad situada al norte de Polonia, y cursó sus estudios hasta la selectividad. Posteriormente comenzó a trabajar en una tienda y tuvo la primera de sus hijas a los 20 años, la segunda a los 22 y la tercera a los 24 aproximadamente.

 

Sin sospechas

Una vez finalizada la vista oral de la mañana, fueron varios los testigos que pasaron por la Audiencia Provincial de Segovia para prestar declaración. Entre ellos, algunos conocidos y amigos de la acusada como la jefa del vivero en el que trabajaba la acusada, la antigua pareja de ésta y un amigo. Los conocidos de la acusada coincidieron en señalar que a pesar de sospechar en algún momento que podía estar embarazada, la mujer polaca negó su estado alegando que debido a un cáncer de útero le impedía tener hijos. No obstante, señalaron que la acusada actuó en todo momento con total normalidad aunque admitieron algunos síntomas de nerviosismo en determinados momentos. “Siempre estaba contenta y sonriente”, explicó uno de los testigos, conocido de la expareja de la mujer polaca.

La jefa de Magdalena explicó que al día siguiente de los hechos, el 31 de octubre, acudió a visitar a la acusada quien la noche anterior explicó que se encontraba mal. En la vivienda cedida por ella misma la jefa pudo encontrar a la mujer “tapada con una manta” y en el transcurso de la visita, aseguró que le temblaban las manos y se reía de forma nerviosa. Además, explicó que durante otra visita con la Guardia Civil para explicar la procedencia del chaleco encontrado en la investigación, Magdalena “se puso pálida” aunque negó rotundamente que le perteneciera a pesar de su jefa le insistió que, de ser ella la responsable de los hechos, “con esta carga no vas a poder vivir más”.

Por su parte la que entonces era pareja de la mujer polaca, relató cómo durante la noche de los hechos tuvo que ir a casa de un conocido a por medicación debido a los dolores que la acusada sufría en el estómago. Entonces fue cuando ésta desapareció con el coche que les prestaba la empresa y ante el desconocimiento de su paradero, salió en su búsqueda hacia una ermita abandonada en un monte, que según el hombre, gozaba de la tranquilidad necesaria para poder relajarse. Al no encontrarla en el lugar, tanto el hombre como el conocido que le suministró la medicación, pudieron reconocer el Peugot 205 conducido por la mujer a su regreso a la localidad. Una vez allí, pudo seguirla, ya en solitario, hasta la vivienda que compartían, dónde Magdalena le explicó que “quería estar sola”. Aunque el testigo reconoció estar algo bebido, sí señaló que pudo comprobar que la acusada tenía menos barriga.

La jefa y la expareja de la acusada fueron los primeros en conocer que la mujer polaca había dado a luz a un bebé que abandonó en el pinar de Chatún. Una vez ésta lo confesó a su pareja, éste “asustado”, decidió llamar a su jefa para confesarle lo ocurrido.

 

Hallazgo del bebé

Por la Audiencia Provincial de Segovia pasaron además el propietario de una tienda de la localidad de Mudrián, el hombre que encontró los restos del parto y las dos mujeres, madre e hija, que encontraron al cadáver del recién nacido.

Con el fin de reconstruir los hechos, el hombre que encontró los restos del parto explicó cómo trabajando en el campo dio con la placenta y el cordón umbilical del pequeño, junto a unas tijeras y varias prendas de ropa repletas de sangre. Fue la hija de éste, quien alertada por su padre, puso en conocimiento de la Guardia Civil los hechos, que según el hombre, pensó que podrían ser de un aborto.

Por otro lado, la madre e hija que encontraron el cuerpo del bebé sin vida relataron cómo durante una tarde en la que salieron a buscar setas toparon con el cadáver al que le faltaban partes del cuerpo y que se encontraba junto a un pino, totalmente destapado. En concreto fue la hija quien alertó a su madre inmediatamente gritando “mamá hay un bebé” a pesar de la incredulidad de ésta quien en primera instancia pensó que se trataba de un animal.

 

Mujer maltratada

En respuesta de las preguntas formuladas por el letrado defensor de la acusada, tanto la jefa como la expareja y el conocido de ambos, asintieron conocer que la mujer polaca fue víctima de violencia machista en su país de origen. También reconocieron que Magdalena se preocubaba constantemente de sus tres hijas, a quienes les enviaba dinero con regularidad y con quienes hablaba normalmente.

Los declarantes afirmaron que la mujer pasaban por problemas económicos en Polonia, y en el caso de su jefa, señaló que aunque retrasó su vuelta a su país para ganar más dinero, la mujer tenía pensado volver. En este sentido, el hombre que mantenía una relación con la acusada admitió que entre sus planes no estaba viajar a Polonia junto a ella.

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