Hace tiempo me contaron cómo reducir la crisis económica; si ganas cinco duros y te gastas cuatro, ya es un duro el que ahorras, pero si de esos cinco duros te gastas seis la economía se ha ido al traste. Para muchos, esta reducción será absurda o injusta y para otros como para mí es el perfecto resumen de lo que hemos estado haciendo durante todos estos años: vivir por encima de nuestras posibilidades.
Esta reducción también explica bastante bien todo lo que está pasando con respecto a los desahucios. Tras leer esto, muchos de ustedes pensarán que no sé de lo que hablo y que cómo dejan a una niña de quince años poner estas barbaridades, pero es mi forma de verlo y es una opinión meditada.
Ya sé que el tener una vivienda digna es un derecho humano, y estoy totalmente de acuerdo. Pero siempre que pienso en este asunto, me viene a la cabeza la misma duda; por qué una vivienda que cuesta 75.000 euros, por ejemplo, es menos digna que una vivienda que cuesta el doble; o por qué es menos digno vivir en una vivienda de alquiler que en una propia. Y ahora, se reafirmarán ustedes en que, definitivamente, no sé qué es lo que estoy diciendo. Pero creo que esto es lo que pensaron la mayoría de los ciudadanos al comprar una vivienda, ya que como se les daban los préstamos con mucha facilidad, no pensaron en la posibilidad de que algún día no podrían pagarlos.
Nadie debería haberse permitido el lujo de hipotecarse de por vida con una vivienda que a la mínima que su economía personal entrara en recesión o pasase por una serie de problemas, no podría seguir pagando o que este pago dependiese de las ayudas del Estado. Pero lo hicieron y muchas personas están pagando este error siendo desahuciadas.
Creo que la culpa de esto la tenemos todos, pero también creo que a pesar de nuestros errores, necesitamos que cambien la forma de corregirlos. Ya que es una pena que muchas familias se estén quedando en la calle, por cometer un error al que fueron ayudados por los bancos que más que prestar el dinero, parece que lo regalaban y ayudaban a que la gente no fuese consciente con lo que se estaba comprometiendo, y sin explicar que cabía la posibilidad de que se quedasen empeñados para toda su vida y sin casa.
No sé qué se podría hacer, ni cómo lo deberíamos hacer para que las cosas cambien, ya que solo soy una chica que todavía se está formando y a la que le han dado la posibilidad de expresar su opinión ante la gente y no una de las personas con el poder suficiente para conseguir ese cambio. Lo único que tengo claro es que nuestra mentalidad derrochadora debe cambiar y que habrá que buscar soluciones menos radicales que dejar a la gente en la calle y sin poder volver a soñar con su derecho a una vivienda.
Aída Mullor Cabrera. IES Mariano Quintanilla.