No es extraño encontrarse una cigüeña caminando por las calles de El Espinar (Segovia). Suelen ser crías que están aprendiendo a volar pero que aún no dominan la técnica y, o bien, caen al suelo, o bien, paran a descansar, tomar aliento y proseguir su vuelo. La estampa no es única, se repite por buena parte de las tierras castellanas que durante unos meses acogen a estas aves, pero el pueblo segoviano está entre los primeros de España con más parejas.
El tejado de la iglesia de El Espinar alberga una de las mayores colonias, aproxidamente medio centenar de nidos, es decir, 100 cigüeñas más sus pollos. Cada ave pesa entre cinco y seis kilos, y cada nido unos 500 kilos, por lo que el peso a soportar es enorme y puede llegar a causar daños en las estructuras donde se asientan. Además, sus excrementos oxidan el hierro y la piedra.
Otro dato curioso es que un único roble, de la especie ‘quercus suber’, ubicado en el núcleo de Prados de la Concepción, soporta 10 nidos que puedan llegar a sumar hasta 50 ó 60 ejemplares con sus crías. De hecho, según ha confirmado a Ical el agente forestal, Cipri Dorrego, el ayuntamiento está elaborando un catálogo de árboles singulares en el que estaría incluido este ejemplar.
La cifra de cigüeñas se ha duplicado en los últimos años. Según el censo de 2004, había 106 parejas y actualmente son más de 200, lo que supone cerca de 500 cigüeñas sobrevolando el cielo espinariego, a las que hay sumar su prole que está a punto de nacer, ya que tras el periodo de incubación, que comienza entre enero y febrero, el nacimiento tiene lugar hacia el mes de abril. Generalmente, cada pareja tiene uno o dos retoños, aunque, en ocasiones, pueden llegar hasta los cuatro o cinco cigüeñatos o cigoñinos, que es como se conoce a los pollos.
Las cigüeñas viven siempre en pareja, cuidan mucho a sus crías y las protegen hasta que echan a volar por sí mismas; son animales muy protectores, de ahí la leyenda de que a los niños los traen las cigüeñas, entre otros mitos relacionados con estas aves de largas patas y afilado pico.
Animales de costumbres
Se alimentan de insectos, anfibios, culebrillas, víboras y otros reptiles, por lo que son beneficiosas para los campos ya que contribuyen a su limpieza. En el lado negativo, como señala Cipri Dorrego, es que “son muy sucias” y “a los vecinos los traen locos”. Añade que les gusta cualquier cosa que se mueve, los plásticos, por ejemplo, y eso provoca que vayan de un lugar a otro picoteando; pero, además, son “animales de costumbres” y no suelen cambiar la ubicación de sus nidos. “Son muy tercas”, insiste Dorrego, de tal manera que a las dificultades para retirar un nido de cigüeña de un tejado, para lo que hay que pedir la correspondiente autorización administrativa que nunca se concede en época de cría, hay que sumar que, a pesar de todo, la cigüeña intentará rehacer el nido una y otra vez.
Esperanza de vida
Las cigüeñas viven entre 16 y 18 años. La más anciana, de entre las anilladas que son las que están registradas, alcanzó los 24 años y vivió en El Espinar algunas temporadas.
Habitualmente, llegan a tierras castellanas a primeros de diciembre por lo que se cumple el refrán ‘Por San Blas la cigüeña verás”, festividad que se celebra en el mes de febrero. Aquí permanecen hasta mediados de julio. Después, vuelan en busca de destinos más cálidos; sin embargo, la mayoría ya no salen de España, se quedan en Extremadura o Huelva. “Cada vez se acortan más los plazos”, reconoce Dorrego, y ya no esperan hasta entrado el año para regresar, “vienen antes y se van antes”, afirma. Su crotorar, el peculiar sonido que emiten, avisa de su presencia.
Ciguëña negra
Aunque son de la misma especie, la cigüeña negra es mucho menos numerosa y tiene otras costumbres. Goza de un mayor nivel de protección y un plan especial de recuperación. En El Espinar, tan sólo hay dos parejas, una anida en los montes de La Garganta y otra en Campo Azálvaro, un valle de 25.000 hectáreas, con un interesante paisaje vegatal y hábitat de diferentes especies, a caballo entre las provincias de Ávila y Segovia.