Acudir a las urnas en otoño, la estación de la caída de las hojas, no ha sido habitual en los más de 30 años de Democracia en España. Esto ha sucedido solamente en dos procesos generales al Congreso y Senado, aunque también se convocaron en época otoñal un par de referéndum en la Transición, así como procesos autonómicos en Galicia, País Vasco y Cataluña en varias ocasiones, y en Madrid en 2003.
Las elecciones generales legislativas de España del año 1982 se desarrollaron el jueves 28 de octubre. En estos comicios, el PSOE de Felipe González consiguió una amplísima mayoría absoluta, ocupando 202 escaños de los 350 de los que consta el Congreso. Otro récord en términos electorales de aquellos comicios fue el porcentaje de participación, que rozó el 80 por ciento, la cifra más alta conseguida en unas elecciones generales y que aún no ha sido superada.
Siete años y un día más tarde, es decir, el 29 de octubre de 1989, de nuevo el socialista Felipe González ganó las elecciones, aunque se quedó a un escaño de revalidar por tercera vez su mayoría absoluta, si bien pudo gobernar como tal, puesto que los diputados de Herri Batasuna se ausentaron durante toda la legislatura.
Este 20N otoñal, los castellanos y leoneses vuelven a ejercer su derecho a sufragio en los colegios electorales, embutidos en sus cazadoras y portando, en la mayor parte del territorio, paraguas, para no mojarse bajo la lluvia. Pese al mal tiempo, salieron al vermouth del domingo y aprovecharon para emitir su sufragio.
Y es que para los votantes de la Comunidad no es un problema acudir a las urnas en esta estación del año, “simplemente te abrigas un poco más y ya está”, señalan Manuel y Ricardo, dos jóvenes que al mediodía ya habían votado en San Benito, y aprovechaban la buena temperatura de la mañana en los bares del centro de Valladolid, que registraban más afluencia de gente que otros domingos, con una caña y una tapa en la mano.
De ese mismo colegio electoral salía Javier, de la mano de su hijo, para pedir “que a partir de mañana cambie algo”. En el mismo sentido se explicó Federico, un profesor que había votado también en San Benito y quien desea que “gané quien gané, mejore la situación en el empleo y prime la libertad de la enseñanza, tanto en la pública como en la privada”.
A votar tras la misa
El hecho de que los comicios se celebren históricamente en domingo, facilita que los ciudadanos se planifiquen el día electoral. Los creyentes acuden primero a misa, como Faustino, que primero fue a cumplir con sus oraciones y posteriormente se dirigió, en compañía de su esposa, a su colegio electoral, sito en el Colegio Maristas del barrio de Huerta del Rey de la capital vallisoletana. “Solo queremos que cambie la situación a medio plazo, ya que a corto es muy complicado, sea quien sea presidente”, comentó a Ical, si bien se mostró convencido de que está claro quién ocupará La Moncloa durante los próximos cuatro años, aunque prefirió no dar nombres.
También a misa se dirigía, después de votar, Sor Ester, que acompañaba al Colegio Núñez de Arce a la madre superiora del cercano Monasterio de Santa Isabel. “Queremos que el próximo gobierno luche por la vida, que todos nos sacrifiquemos, porque las cosas no se arreglan de la noche a la mañana. Quien llegue se encontrará muchos problemas, pero le votamos para que trabaje por solucionarlos”, manifestó.
En Arroyo de la Encomienda, en el alfoz de Valladolid, la gente aprovecha el rato de tregua que ha dado la lluvia por la mañana y sale a votar y a tomar el vermouth. Lucía y Alberto, un joven matrimonio, ya lo han hecho antes del mediodía. Lo hacen “para que cambie el rumo, que hasta ahora no parece el indicado”.
Raúl, propietario de un bar en la localidad, acudirá a su urna por la tarde junto a su mujer y su niño pequeño. Solo reclama “que salga quien salga, haga las cosas bien y cuanto antes, porque está claro que van a tener que recortar y subirlo todo, porque hay que hacerlo”. “¿Y si no, de donde va a salir el dinero?”, se cuestiona. Solo lamenta que al final la crisis la terminarán pagando “los de siempre, los trabajadores y las pequeñas y medianas empresas”. Francisco, que también posee un bar, pero en el barrio de La Victoria, demanda “un cambio de dirección y que se apoye a las pymes”. “Que hagan cosas positivas, aunque tardemos en salir de la crisis ocho años, pero que lo que hagan sirva para algo”, espetó, tras reconocer que se siente “ahogado” en su negocio.