Tras varios meses de entrevistas personales a diferentes mujeres de los pueblos de Tierra de Pinares, la Iniciativa Social de Mujeres Rurales (ISMUR) junto con la ONG Colectivos de Acción Solidaria (CAS), ha recogido y editado un libro-guía en el que se retratan, a través de las experiencias de 13 mujeres, los oficios, el trabajo en el campo, los juegos, la historia, el folklore o las tradiciones que muestran el modo de vida en nuestros pueblos hace unas décadas, con el objetivo de salvaguardar dichos saberes y ponerles nuevamente en valor.

El libro, del que se han editado 500 ejemplares, recoge los conocimientos, saberes y parte de la vida de 13 mujeres de pueblos como Fuentesoto, Chatún, Olombrada, Narros de Cuéllar, Turégano, Fuentepelayo, Sanchonuño o Carbonero el Mayor. Con su edición Ismur pretende no solo poner en valor el saber que poseen nuestras mujeres sobre la cultura popular, sino difundir y potenciar las posibilidades socioeconómicas de nuestra provincia, conjugando el cuidado y la atención a nuestros mayores; quienes han sido protagonistas del pasado y son el pilar necesario para la construcción de nuestro futuro.

Esta edición incluye un diccionario de terminología asociada a los oficios y costumbres de nuestra tierra, junto con más de 20 imágenes en blanco y negro que reflejan la vida y quehaceres de nuestros antepasados, junto con un prólogo de la escritora Mª Fe Santiago Bolaños, para quien “siempre será escaso el tributo que les debemos a todas ellas, a estas abuelas nuestras, tías, madres, a estas vecinas de nuestro corazón, por lo que recopilar el testimonio de sus heroicas biografías que transforman la necesidad en oficio, en técnica y en artesanía, es un sincero modo de homenajearlas”.

Además de demostrar que el conocimiento tradicional de nuestras mujeres mayores puede ser útil para promover la creatividad y la puesta en valor de una nueva economía sostenibles para las mujeres y jóvenes del medio rural, Ismur trabaja desde hace años por transmitir y mantener vivos esos valores, para que se mantengan vivos nuestros pueblos, sus mujeres y hombres.

Las 13 mujeres

La guía refleja el testimonio en primera persona de 13 mujeres segovianas residentes en la zona de Tierra de Pinares, trabajadoras desde la niñez, que han contado a través de sus experiencias, saberes y recuerdos cómo era la vida antes en los pueblos, cómo desarrollaban sus trabajos y oficios, se encargaban de la casa y de los hijos o del cuidado de sus familiares o padres mayores.

El primer testimonio que encontramos es el de LUZITA de Narros de Cuéllar, la mujer más joven de la guía, modista desde hace más de 50 años, que relata sus comienzos en esta labor y lo duro que tuvieron que trabajar su hermana, su madre y ella para salir adelante en una época dura y difícil para muchas mujeres de nuestra provincia.

ANA, una espléndida mujer de Chatún, que a sus 89 años recita de memoria las poesías que aprendió en el colegio a los 8 años. Agricultora e hija de agricultores, al ser hija única tuvo que ayudar a su padre en el campo realizando las mismas tareas que los hombres, en un tiempo en que el campo se trabajaba de sol a sol. “El reloj era el sol”, recuerda Ana, que aún así siempre ha sabido sacar tiempo para hacer diversas labores, uno de sus entretenimientos preferidos.

SOFÍA de Fuentesoto, una activa mujer y auténtica dinamizadora de su pueblo y sus tradiciones. Relata con orgullo toda la riqueza folklórica que posee Fuentesoto, y habla de las festividades perdidas en la localidad, como la fiesta de San Antonio de Padua y la Fiesta de las Candelas, y también, aunque no perdida del todo, con mucho cariño recordó cómo la tradicional matanza era celebrada como una gran fiesta en la que durante 3 días los niños y niñas no iban al colegio, y toda la familia pasaba unos días de unión, trabajo y diversión alrededor de este acontecimiento.

PAZ de Olombrada explica con todo detalle los juegos infantiles y no tan infantiles con los que se entretenían en la época; al tener pocos recursos económicos y juguetes, los niños y niñas de entonces tenían muy desarrollada la imaginación y la creatividad y hasta del barro de las calles sin asfaltar se les ocurrían juegos para pasar las tardes.

FELIPA “la tintorera”, como se la conoce familiarmente en su pueblo, debido al oficio tradicional que desarrollaba la familia, recorrió cientos de pueblos repartiendo sus trabajos y utilizó diversos materiales para sacar los tintes, especialmente plantas silvestres.

JULIANA de Olombrada y ELVIRA de Fuentepelayo, dos grandes mujeres ganaderas, hablan sobre el oficio complementado con algo de agricultura, del dispensador de leche que tenían en casa, y de cómo antes todas las familias iban diariamente a por la leche con su propia cántara pequeña a la vaquería directamente.

ANTONINA de Fuentepelayo, a sus 95 años canta canciones tradicionales de diferentes contextos, la escuela, la guerra, de cuando iban a trillar o de la fiesta de carnaval.

ANGELINES de Turégano, ha desarrollado un curioso oficio perdido, el de colchonera. Angelines y su hermana iban a las casas de las personas que encargaban un colchón de lana, y ellas lo vareaban en la calle, lo metían en la funda y lo cosían, durando esta labor hasta los 75 años en los que ha seguido subiendo colchones a la espalda hasta un quinto piso.

CARMEN de Sanchonuño, es una incansable criadora de tencas, un pez que se cría en charcas y lagunas de aguas frías y cuyo consumo estaba muy extendido antiguamente ya que los médicos las recomendaban para los dolores de cabeza y a las mujeres embarazadas, aunque actualmente su consumo es muy reducido. Carmen relata cómo mantienen esta pequeña explotación de manera más sentimental que comercial, ya que estas lagunas pertenecen a sus antepasados desde hace muchas generaciones.

MARÍA de Carbonero El Mayor, maestra de escuela de niñas infantil, habla de los métodos didácticos de entonces, la disciplina, los recursos escasos con los que contaban o las materias que se impartían entonces, incluidas las labores de costura 5 dirigida a las niñas: “Una mujer tenía que saber coser”, exclama María.

MÁXIMA de Frumales, mujer con infinitas inquietudes, siempre buscando nuevas formas de negocio para salir adelante, fue apagaluces, tuvo la centralita de teléfono en su casa, un estanco que pasó a ser una pequeña tienda o un rebaño de ovejas. Todo ello mientras ayudaba a su marido zapatero remendón en sus quehaceres y sacaba adelante un hogar.

Y por último ZÓSIMA de Olombrada, tejedora en su telar de 300 años de antigüedad, mostra todos los utensilios que usaban para tejer, a parte del telar por supuesto, el urirero donde se hacía la madeja, el torno donde se hacía la canilla, los peines para cardar la lana, etc., Además nos enseñó trabajos que realizó junto a su marido, que aún conserva con muchísimo cariño, como mantas de lana, cortinas, alfombras, alforjas para los pastores o bolsos que hacía con la tela para tapizar coches que les sobraba.

Pero estas mujeres no solo enseñan en el libro una pequeña muestra sobre sus trabajos, tareas u oficios, sino cosas muy importantes también, como constancia, esfuerzo, sacrificio por los hijos, lucha por seguir adelante y por conseguir una vida mejor para su familia que la que ellas han tenido.

Todas estas mujeres, reflejo de las mujeres de nuestros pueblos, han contado su experiencia con una sonrisa, aseguran sus autoes «porque recordando se dan cuenta de que a pesar de tanto trabajo duro siempre han sido muy felices, y lo poco que tenían lo valoraban y lo disfrutaban más».

«Estas mujeres nos han dado una lección de humanidad y humildad, en este mundo en el que tenemos de todo y que aún queremos más, ellas siempre con muy poquito han sabido vivir y disfrutar de lo que las rodeaba, respetar la naturaleza y a los demás, luchar e implicarse por sus pueblos y sus gentes, en definitiva nos han dado una lección de plena sabiduría» concluyen desde Ismur.

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