Más de un millar de personas asistieron hoy a la misa de funeral y entierro del sargento Mario Hernández Mateo que se desarrollaron esta tarde en la localidad segoviana de Zarzuela del Pinar, de donde procedía la familia materna del joven, que falleció el pasado jueves en una explosión mientras realizaba labores de instrucción para desactivar minas anticarro.

Los restos mortales del sargento Hernández Mateo, de 34 años de edad, llegaron diez minutos antes de la cinco de la tarde, momento en que estaba anunciada la misa de funeral. A las puertas de la iglesia esperaban numerosos vecinos de la localidad, de 540 habitantes, así como de localidades próximas.

El séquito llegó a las puertas de la iglesia, dedicada a la Exaltación de la Santa Cruz, donde se respiraba un profundo silencio a pesar de la gran afluencia de personas. Entre las autoridades asistentes se encontraba el alcalde de la localidad, Maximiliano Olmos; la subdelegada del Gobierno en Segovia, María Teresa Rodrigo Rojo; el procurador regional David Rubio; o el diputado provincial Juan José Sanz Vicente. También acudieron numerosos militares de uniforme, entre los que se encontraban sus compañeros, y el teniente coronel de la Guardia Civil de la Comandancia de Segovia, Juan Miguel Jiménez. Entre las autoridades militares estaban el director de la Academia de Artillería de Segovia, general Ricardo Sotomayor; y el subdelegado de Defensa, coronel Roberto Milánes.

Una vez introducido el féretro en el templo comenzó la homilía, que estuvo cooficiada por un capellán castrense, por el párroco de la localidad, Juan Cruz Arnanz Cuesta, y por el sacerdote natural del pueblo y amigo del fallecido, Emilio Calvo.

En el funeral, el capellán castrense definió a Mario Hernández como “constructor de un mundo en paz” y destacó su amabilidad a la vez que recordó el cariño que le tenía todo el pueblo y su profesionalidad: “Mario ha caído en aquello para lo que estaba preparado”, dijo. También se refirió a su trabajo en varias misiones de paz en las que había estado como Kosovo, Afganistán y Bosnia. De este modo, en varias ocasiones habló sobre la labor desarrollada para “lograr la paz mundial”.

Sus compañeros lo definieron como una persona muy «jovial, siempre tenía una sonrisa en la cara y una palabra afable cuando se la necesitaba».

 

Escenas de dolor

Tras la misa, que se prolongó durante casi una hora, los amigos de Mario Hernández portaron el féretro hasta la calle, donde fue colocada una camiseta de la peña de amigos en la que participaba en el pueblo, de donde también era su novia, que iba acompañada por la madre y que estuvo también arropada en todo momento, como la familia, por los vecinos del pueblo.

En los actos se vivieron momentos de dolor y consternación, de modo que los familiares recibieron numerosos muestras de apoyo por parte de los asistentes.

La familia del joven militar había expresado su deseo de que el entierro tuviera lugar en el pueblo, el cual visitaba a menudo, y donde también se encuentran enterrados sus abuelos.

Mientras, el Ayuntamiento de Zarzuela del Pinar mantiene las banderas a media asta con crespones negros, como señal de duelo por tratarse de una persona muy integrada en el municipio y vinculada familiarmente.

Mario Hernández Mateo era sargento del Ejército de Tierra de la Brigada Acorazada número 12 de El Goloso, en Madrid. El joven había nacido en la capital madrileña el 10 de octubre de 1977. Estaba soltero pero vivía con su novia desde hacía algunos meses en la capital de España, donde se habían comprado un piso. Al parecer, él era uno de los militares que impartía instrucciones en el Centro Internacional de Desminado, donde ocurrió el suceso cuando participaban en la forma en que se desactivan explosivos.

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