La tradición religiosa mandaba cubrir los altares durante la Cuaresma, habitualmente con una tela de color morado. El caso del tempo de El Espinar (Segovia) es especial porque este tejido es, en realidad, una magnífica obra de arte, de incalculable valor, que sólo se exhibe unos pocos días del año, en Semana Santa, siguiendo la tradición, y en verano para que puedan descubrirla los turistas que se acercan al municipio serrano.
Obra del pintor de cámara de Felipe II, destaca por sus impresionantes dimensiones, 15 metros de alto por cinco metros de ancho, y la maestría y detalle de sus figuras. Alonso Sánchez Coello utilizó la técnica del aguazo sobre cáñamo para su elaboración. La sarga sigue los órdenes clásicos de arquitectura, con columnas de estilo dórico, jónico y corintio en los laterales. La gran cortina está dividida en tres cuerpos y muestra diferentes motivos de la Pasión. De abajo a arriba, aparecen el Santo Entierro, el camino del Calvario, la crucifixión de Jesús y, en el tímpano de la parte superior, la figura del Padre Eterno con los brazos abiertos. La composición queda rematada con alegorías de la fé y la caridad.
De “auténtica hermosura” califica Valentín Bravo, párroco de El Espinar (Segovia) la ‘cortina’, una pieza muy querida y valorada por los vecinos que asisten emocionados al ritual del descendimiento de la sarga que permanece enrollada en lo alto del templo de San Eutropio durante casi todo el año. El proceso es beneficioso para la tela, “le viene bien para oxigenarla”, puntualiza Valentín Bravo, porque le permite airearse tras prácticamente doce meses completamente envuelta sobre sí misma, sin posibilidades de ventilación.
Como en el siglo XVI
La ‘cortina’ data del siglo XVI así como el mecanismo para extenderla y enrollarla. Durante más de tres décadas un vecino de la villa, Mariano Maricalva, se encargó de realizar esta tarea pero, pasados sus 85 años, ya no dispone de las fuerzas necesarias para subir los 102 escalones que conducen al campanario, descender por una escalera que lleva a la bóveda y, a través de ella, recorrer toda la nave del templo hasta alcanzar el otro extremo de la iglesia donde, en el interior de un pequeño habitáculo, se encuentra la manivela que se utiliza para bajar y subir manualmente la ‘cortina’.
La tradición la han recogido otros vecinos que ahora continúan esta labor que requiere mucho cuidado para evitar fisuras, pliegues o dobleces en una pieza de gran valor artístico. Ángel Gómez Turrero y Víctor Abadía López se ocupan desde hace tres años de este proceso para el que, en esta ocasión, contaron con la ayuda de José Corral, ya que son necesarias tres personas porque “dos agarran las manivelas manuales mientras otro suelta el enganche de la cortina”, explican.
“Empezamos a bajarla con cuidado, muy poco a poco, despacito, hasta que se desenrolla por completo”, dicen que el proceso es sencillo aunque exige precisión. Hay que mantener el nivel de ambos extremos aunque “ya no se puede inclinar porque desde que la arreglaron, colocaron un torno que permite que vaya dando vueltas por igual a cada lado”, apunta Ángel Gómez.
“Cuando ya hemos acabado y el público aplaude, nos sentimos más tranquilos porque significa que lo hemos hecho bien”, sostiene Víctor Abadía. En desenrollarla tardan unos cinco minutos, en los que los asistentes esperan expectantes a contemplar en toda su plenitud la sarga; en total, son unos 20 minutos los que necesitan para subir, recorrer la nave del templo y bajar la sarga.
Reconocen que subirla es más complicado porque el peso de la tela dificulta la tarea, sobre todo, cuando “llega a la mitad empieza a hacerse más duro”, precisa Abadía. Al unísono explican que “arriba del todo hay que tener mucho cuidado de no pasarse, para que no se dé la vuelta”.
Se desconoce exactamente cómo llego a la iglesia de San Eutropio. “Parece ser que la sarga era una pieza más del proyecto del retablo, formaba parte de la obra” detalla el párroco, Valentín Bravo.
Elaborada con “preciosidad, detalles y tintes que llaman la atención, es una pieza única; al menos, yo no conozco otra como ésta”, señala Bravo. “En el monasterio de El Parral, en Segovia, hay unas telas para cubrir el retablo, pero no se pueden comparar de ninguna manera”, añade. Y reconoce que “está hecha con tanta exquisitez que religión y arte se combinan a la perfección”.
El párroco recuerda cómo hace dos décadas la sarga fue desmontada para su reparación en el Museo del Prado, de Madrid, porque el uso de velas en la antigüedad había dañado seriamente la parte inferior de la tela. En el taller instalaron un soporte en cada cuerpo para lograr una mejor conservación de la tela.
Recientemente, durante las Edades del Hombre en Segovia, en el año 2003, la sarga fue expuesta como uno de los grandes valores de la edición segoviana de la muestra de arte sacro. Para desmontarla, fue necesario meter una grúa en la iglesia aunque “fue más difícil volver a colocarla en su sitio”, rememora Bravo, para quien “la sarga no lució como debía en las Edades del Hombre porque no fue ubicada en el mejor lugar”. Han sido las dos únicas ocasiones en las que la sarga ha abandonado la iglesia de El Espinar.
Iglesia de San Eutropio
De una sola nave, con planta de cruz latina, la construcción de la iglesia comenzó en el siglo XIII. El primer templo románico fue asolado por un incendio en el año 1452. En el siglo XVI se iniciaron los trabajos de reconstrucción en estilo gótico-renacentista con Rodrigo Gil de Hontañón al frente. En esa etapa, se reconstruyeron la cabecera, el crucero y la antigua sacristía pero, poco después, por problemas económicos, las obras quedaron paralizadas. Gracias a las aportaciones de los fieles, se retomaron en 1572 de la mano de Juan de Herrera y Juan de Mijares, encargados también en esa misma época de las obras del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Posteriormente, entre los siglos XVII y XVIII, se levantaron la actual sacristía, los retablos menores y la portada meridional, ya con influencia barroca.
Fruto de las diferentes fases por las que atravesó el templo, funde varios estilos arquitectónicos entre los que destacan el Gótico-Renacentista y el Herreriano como los que mejor definen el conjunto, que también fue sometido a diversos arreglos durante el pasado siglo XX como la reparación de vidrieras y carpinterías, reconstrucción de la portada barroca meridional, obras de consolidación de la cubierta o restauración del Altar Mayor.
La sarga es una de las joyas que encierra el templo segoviano pero no la única. También del siglo XVI, al igual que la ‘cortina’, data el retablo realizado por Francisco Giralte, de la escuela de Berruguete. Lo más valioso de la pieza son las pinturas al óleo de Alonso Sánchez Coello con motivos del Evangelio.
Un crucifijo de marfil de origen italiano del siglo XV, los bargueños que conserva la sacristía, el púlpito que es una obra maestra del plateresco con figuras de los evangelistas, cinco cuadros pintados en cobre del XVII o el impresionante órgano barroco de principios del siglo XVIII, con más de un millar de tubos de estaño, son otras de las piezas artísticas que guarda en su interior la iglesia de San Eutropio de El Espinar (Segovia) en cuyo exterior destacan una imagen enrejada de la Virgen de la Fuencisla, patrona de la ciudad del Acueducto, y una Piedad del escultor Juan de Ávalos.