La ciudad de Segovia nombró a San Roque, el 14 de agosto de 1599, Santo Protector ante la peste, en plena celebración de las fiestas en su honor, para que intercediera ante la grave enfermedad que se propagó por “la ciudad y tierra”. Una semanas más tarde, en septiembre, empezó a cesar la gran mortandad. El historiador segoviano Diego de Colmenares recogió que en tan sólo seis meses murieron 12.000 personas. Desde entonces, el primer edil de la ciudad renueva, cada 16 de agosto, el voto al señor San Roque.
San Roque recibe culto en la románica iglesia de San Millán. El actual párroco, Jesús Cano, explicó que la fiesta cuenta con un solemne novenario y el día de la fiesta, “tenemos la misa rezada” por la mañana, y a partir de las 20.00 horas, la tradicional y solemne Eucaristía donde “la alcaldesa en este caso” renovará el voto “en agradecimiento y recuerdo” porque el pueblo segoviano “se encomendó a San Roque en aquella peste tan funesta que acabó con tantas vidas en Segovia y que fue remitiendo gracias a la intercesión del santo”.
Una efeméride con una marcado carácter local pero muy popular, que se “ha hecho siempre, de forma ininterrumpida”. Después de la misa, la imagen de San Roque y su perro recorre en procesión las calles del barrio de San Millán, “al son de la dulzaina y el tamboril”, para terminar con un refresco popular ofrecido por el hostelero Alberto Cándido López, del Mesón de Cándido, que lleva muchos años unido a la figura y devoción a San Roque, manteniendo la figura simbólica de la “mayordomía”.
Medidas excepcionales
Según recoge Antonio Cañas, conocedor de las tradiciones segovianas, en su artículo sobre ‘El voto de Segovia a San Roque’, el historiador Diego de Colmenares fue “testigo presencial de los hechos”, que recoge en su libro ‘Historia de la insigne Ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla’, publicado en 1637, donde narra que desde 1596, los pueblos de Vizcaya y algunos de Castilla estaban “inficcionados de un mal activo, maligno y contagioso”, un mal que “enfermó Segovia” en febrero 1599 y se extendió durante la primavera, llegando a su mayor virulencia en verano con el calor.
El insigne historiador narró que la ciudad “decretó que tapiasen las entradas y en las principales se pusieron guardas distribuidas por casas y familias”. Además, cada día al ponerse el sol, “en plazas y calles se incidiesen hogueras de enebro, madera olorosa que por cuenta del común se trajese de los montes de Sepúlveda”.
Según la crónica de Colmenares, no sirvió de mucho porque “el ímpetu de la epidemia parecía incontenible”, y los templos y cementerios se llenaron de cadáveres, y “las cuevas y campos llenos de camas y enfermos, por no caber en tantos hospitales”, entre ellos muchos clérigos y religiosos que se contagian asistiendo a los apestados.
La ciudad está “angustiada y despavorida”, incluso el corregidor, representante de los poderes centrales del Reino, se marcha. El Concejo de Segovia realiza el “Voto de Ciudad en honor del Santo”, que en la Catedral confirma el obispo Pacheco. Un mes más tarde, “se celebró en todas las parroquias y conventos de Segovia una Oficio general por los difuntos; por los que habían sucumbido en la epidemia”.
En el rezo del voto, por el alcalde o su representante, le pide al Señor San Roque que acepte “la ofrenda del pueblo de Segovia” y que “tenga por renovada la fe antigua de esta ciudad” para que siga intercediendo por ella, por el barrio de San Millán, que “celebra solemnemente vuestra fiesta”, y por todos los españoles “hasta que otra vez, en el año venidero, volvamos a postrarnos a ofrecerte este voto de fe y esperanza, en otra fiesta de San Roque”.
Un báculo y un perro
La talla de San Roque ante la que se realiza este voto es una obra de autor anónimo del siglo XVII, en la que el ‘Santo abogado contra la peste’ viste “casaca azul y tabardo rojo, ambos con flores dorada”, llevando en la mano izquierdo el báculo y bordón de peregrino y, junto a su pie derecho, un perro “ con un pan en la boca”. La imagen procede de la antigua ermita de San Roque, desaparecida que ocupada el lugar en el que hoy están los populares Jardinillos de San Roque, justo enfrente de la iglesia de San Millán.