Tuve ocasión de entrevistar a Colin Firth hace 2 años en el festival de San Sebastián. Presentaba Génova, de Michael Winterbottom. Un film que había rodado al mismo tiempo que Mamma Mía. Le pregunté por qué se había decidido a participar en dos proyectos tan distintos y él dijo que, como actor, buscaba siempre cosas diferentes, que le aportasen sensaciones nuevas y supusieran retos interpretativos. Desde luego El discurso del rey era un reto difícil de superar. Y lo ha conseguido.
Acaba de estrenarse la película y ya se habla de Globos de Oro, Oscar y demás estatuillas. Parece que va a ser éste el año en el que Firth consiga el máximo galardón de Hollywood. Su papel de rey Jorge VI es todo un desafío para la interpretación. Un tartamudo en la corte real británica que se convierte en monarca de la noche a la mañana y se hunde sin remisión en la II Guerra Mundial.
Tom Hooper dirige un relato serio y estricto pero no estirado. Solemne y riguroso, pero no tedioso. Ha hecho algo (para mí) muy valiente que es elegir un tema original y trasladarlo al cine sin fisuras ni concesiones. Ha convertido un problema personal en un asunto de estado, generando la misma tensión que el mejor de los thrillers. Echo de menos, eso sí, que el director hubiera aprovechado un poco más el contexto histórico que tantas posibilidades ofrecía.
El discurso del rey es una película de personajes y por eso, la elección del reparto se convierte en algo clave. Y si Colin Firth brilla con luz propia, no es menor el papel que juega Geoffrey Rush. Lionel Logue es el logopeda del rey. Sus técnicas, poco convencionales, consiguen que el heredero de la corona se despegue de los formalismos de la corte y se acerque a un ciudadano de a pie. Rush me ha gustado en muchas películas. En Los Miserables, en Munich, en Piratas del caribe y ahora, en El discurso del rey. Su papel no es ni mucho menos secundario, es co protagonista porque comparte todas las escenas con el rey Jorge VI. A Elena Bonham Carter, que interpreta a la esposa del monarca, le toca, como a una reina de verdad, pasar desapercibida, jugar al servicio de Firth y Rush y brindarles el protagonismo.
Aprovecho para decir que ver esta película en versión original es casi de estricta obligatoriedad. Es el mejor ejemplo para demostrar que en el cine hay que oír la interpretación original de sus actores. Nadie, ni el mejor doblador del mundo, puede comunicar tanto como el propio Colin Firth con su brillante tartamudeo.
Gane o no la estatuilla (que es lo de menos) lo que está claro es que tenemos Colin para rato. Tiene 2 largometrajes por estrenar (Steve y Main Street, de John Doyle), está rodando Tinker, Tailor, Soldier, Spy, de Tomas Alfredson y preparando lo próximo de Wintterbottom: The promised land. Lo dicho, el 2011 lleva su nombre.