«Empecé a beber con 14 años en lo que ya eran botellones, aunque aun no se les denominara de esa manera». Así comienza Carlos, nombre ficticio, contando su historia juno a María, que tampoco ha querido revelar su nombre real. Y es que ese es uno de los principios fundamentales de la Agrupación, el anonimato. «En un principio, personalidades del deporte y de la sociedad en general dieron la cara como muestra de que la terapia funcionaba, pero puede haber recaídas, y eso no beneficia a la labor que realizamos desde alcoholicos anónimos ya que muchos llevamos años sin probar el alcohol».
La Agrupación, fundada en 1935, se crea cuando un hombre de negocios de Nueva York, Bill W. consigue, por primera vez, mantenerse sobrio tras haber compartido con otro alcohólico sus experiencias en un esfuerzo por superar un mal momento que estaba atravesando y que temía que lo llevase a una recaída.
Durante los escasos meses de su recién adquirida sobriedad, este alcohólico de Nueva York había observado que sus deseos de beber disminuían cuando trataba de ayudar a otros ‘borrachos’ a permanecer sobrios. Cuatro años después se publica el libro ‘Alcohólicos Anónimos’ que a día de hoy sigue siendo el libro de cabecera de un grupo que se caracteriza por no seguir a ningún tipo de religión, partido político o institución y cuyo presupuesto se mantiene gracias a las aportaciones voluntarias de los miembros del grupo (más de 100.000 Grupos locales en unos 150 países).
A pesar de ser miles de miembros, desde la agrupación no se atreven a dar consejos u opiniones puesto que cada persona ha llegado hasta allí por un motivo diferente. «A través de compartir experiencia, fortaleza y esperanza, intentamos dejar de beber y ayudar a otros alcanzar la sobriedad. El único requisito es que la persona quiera dejar de beber».
La esperanza
Carlos y María, dos personas normales con trabajos normales, son enfermos. Así se considera desde la Organización Mundial de la Salud a un problema, el alcoholismo, que afecta a millones de personas en el mundo. «Nunca bebí como mis amigos» cuenta María. «Bebía con ansia, como si quisiera tragarme todo lo que me hacía daño y no sabía exactamente qué era. Llegar a la primera reunión de Alcohólicos Anónimos y encontrarme gente contando sus problemas, que parecían los míos, me hizo encontrar mi lugar por fin».
Para Carlos, la experiencia es similar. Tras un intento de suicidio y mil promesas antes de beberse la última copa, empezó a plantearse su problema como una enfermedad tras un comentario de su hermano, profesional de la medicina. «Me dijo que era una enfermedad que se podía controlar, aunque hasta que no me encontré en una reunión de A.A. con gente como yo, que me lo confirmaron de igual a igual, no me lo creí del todo».
Ambos, Carlos y María, cuentan que el desahogo que experimentan en las reuniones es suficiente para no necesitar ahogar los problemas del día a día en un copa de alcohol. «Un mal cruce con un coche en una rotonda, o situaciones que no podamos controlar, al cabo del día nos suponen ganas de beber». Aunque las situaciones cotidianas no son obviamente las unicas desencadentantes de ese sentimiento autodestructivo. «Llevo con mi mujer toda la vida, pero las cosas que nos contamos en las reuniones sólo las explicamos allí, y allí se quedan». Miedos paralizantes, ciertas fantasias sexuales, problemas existenciale, todo cabe para que entren ganas de «estar bebido».
El proceso de curación es ‘sencillo’ ya que se resume en 12 pasos. «Primero hacemos una limpieza interior, escribimos todo lo que nos pasa (resentimiento hacia personas o instituciones, miedos que nos paralizan y también nuestra vida sexual, no como tabú, sino porque a los alcohólicos nos ha hecho especialmente daño) al contarlo nos aceptamos y nos perdonamos». El segundo paso en elaborar una lista de personas a las que «les hemos hecho daño e intentamos ‘caminar en sus zapatos’, así conseguimos el perdón a los demás y de los demás». Carlos dice que «son pasos tremendamente reparadores» y a día de hoy sigue haciendolo porque, como todos, se sigue equivocando. «Es mejor pedir perdón en el momento que pasados 20 años, seas alcohólico o no».
María y Carlos coinciden en que en las reuniones, «al escuchar hablar de sentimientos, emociones etc… sientes el alivio más grande» y María en concreto señala que, la primera vez que acudió a una reunión pensó «este es mi lugar, parece que me están contando mi vida…te dejas de sentir solo«.
Para solicitar ayuda o información se puede hacer llamando al 646 789 550 o entrando en la página web www.alcoholicos-anonimos.org